Charleton Churchill es un fotógrafo estadounidense especializado en bodas aventureras. Sus sesiones de fotos se realizan con los novios posando frente a paisajes espectaculares, ante la nieve de Alaska, el cauce de un río del Parque Nacional de Yosemite o un acantilado en el Lago Tahoe. En su perfil de Instagram publica algunos de sus trabajos y Ashley, una de sus seguidoras, contactó con él para hacerle un encargo muy concreto. Quería casarse con su novio James en el Everest, a más de 5.000 metros de altura, y quería que Charleton inmortalizara el momento. Tras un año de entrenamiento, los tres lograron estas imágenes.
"Para hacer este tipo de fotografías tienes que conocer la naturaleza y cómo sobrevivir en ella tan bien como tu propia cámara. Es el primer consejo que le doy a mis estudiantes", cuenta a Verne a través del correo electrónico Charleton Churchill, también profesor de talleres sobre fotografía de aventuras.
Admite que el original género fotográfico al que se dedica permite a quienes posan para él vivir de una experiencia completa. En sus sesiones de fotos, los novios disfrutan de su boda y de una especial luna de miel al mismo tiempo. Su trabajo con Ashley y James en el Everest ha atraído la atención de medios de todo el mundo.
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La travesía hasta el Everest
A pesar de lo apacible y estético del resultado, el proceso resultó complicado para los tres, cuenta el fotógrafo. En su blog detalla cómo fue la experiencia antes de ponerse a disparar su objetivo. En sus tres semanas de escalada, sufrieron más nevadas de las esperadas, lo que acortó el tiempo que tenían programado para su sesión de fotos soñada.
En su relato online sobre la experiencia, explica que los tres se compenetraron muy bien durante su largo viaje. "Ashley es una chica dura que mantenía un buen carácter a pesar del esfuerzo. James es un gran hombre, vigilando las necesidades de su pareja en todo momento y haciéndonos reír con su sentido del humor", cuenta Churchill.
Marido y mujer a 5.000 metros de altura
A Churchill también le resultó complicado manejar su cámara sin guantes y, a los novios, posar con sus poco abrigados trajes de boda mientras enfrentaban temperaturas de hasta -20 grados centígrados. "Quien algo quiere algo le cuesta", dice el fotógrafo.
Él mismo sufrió una indigestión al principio del viaje y el novio se despertó una noche con problemas de respiración, cuando ya se encontraban a más de 4.000 metros. Tuvieron que ir a medianoche en busca de una máscara de oxígeno. Unos días antes de su llegada, un escalador australiano murió por mal de altura, así que, por seguridad, decidieron acortar la sesión de fotos.
"Teníamos 90 minutos [en lugar de los dos días previstos] para comer, intercambiar los votos, coger nuestros bártulos y montar al helicóptero que nos llevara de vuelta a casa", narra el autor de las imágenes.
El regreso
El final del viaje no ocurrió como lo tenían planeado. Imprevistos climatológicos obligaron al helicóptero a llegar al día siguiente. Tuvieron que dormir allí una noche más, cerca de un glaciar, con el novio pegado a su máscara de oxígeno y con el ruido de avalanchas de hielo como melodía nocturna. "La sesión de fotos fue corta, pero bonita. Cuando llegó el helicóptero las caras de los novios eran de alegría y alivio", recuerda el fotógrafo.