El sábado 6 de junio se celebró una boda en Torrecera, un pueblo de Jerez. En un momento del enlace, la prima de la novia les canta a los contrayentes un fandango. El encargado del vídeo de la ceremonia lo graba cuidadosamente y tres días después lo sube a YouTube. En una semana acumula más de 22.000 reproducciones.
¿Cómo han llegado a popularizarse los vídeos de bodas anónimas? ¿Por qué miles de personas se sienten atraídas por contemplar un instante en la existencia de unos desconocidos? En el caso concreto de este vídeo, los novios, Raúl y Estefanía, no son famosos, pero sí es conocida la prima de la novia que canta el fandango. Se trata de María Carrasco, cantante profesional con más de 20.000 seguidores en Twitter, que se dio a conocer con siete años al ganar la edición andaluza del programa Veo veo de Teresa Rabal. Desde entonces ha publicado cinco discos y se ha convertido a sus 19 años en una figura popular de la canción andaluza.
De todos modos, es posible que muchos de los que han visto y compartido el vídeo no sepan quién es María Carrasco y el dato les sea indiferente: otro vídeo del mismo realizador de reportajes de bodas, en el que es la novia la que le canta al novio, ha sido visto casi 150.000 veces sin el gancho de que haya un personaje conocido en él. Más bien se trata de lo contrario: el valor de estos vídeos es la genuina emoción de la "gente normal", emoción que hace llorar al novio, a los invitados e incluso al que está viéndolo en su casa sin conocer a ninguno de los implicados.
Muchas bodas se han convertido en performances. La música siempre ha estado presente en ellas, pero lo hacía normalmente en forma de un Ave María cantado en misa o en el momento despendole de baile y fiesta, con orquesta o discoteca móvil. Hace unos años esto comenzó a cambiar: de ser ceremonias más o menos formales, en las que se seguía un ritual estricto, se ha pasado a las bodas-fiesta, en las que los novios buscan una celebración especial, diferente de las de sus padres y personalizadas al máximo.
Gran parte de esta personalización pasa por las sorpresas: "Baile de amigos a los novios o de un contrayente al otro son casi obligados", explica a Verne María Santiago, que trabajó organizando bodas durante tres años. "Mariachis, bingo con regalos, actuaciones, disfraces, presencia de animales, entrega de Oscars a los invitados o algunas con temática cinematográfica en la que los novios bailan canciones de Grease o de Pulp fiction... he visto de todo". ¿Y qué ocurre con estos elementos festivos? Se graban con un móvil o con una cámara profesional y se cuelgan en internet. Y a partir de ahí, el contador de visitas empieza a subir.
"La influencia de las redes sociales ha sido fundamental en cómo han cambiado las bodas", explica Dani Troncoso, el realizador del vídeo de Raúl y Estefanía que lleva más de 13 años dedicándose profesionalmente a los vídeos y reportajes fotográficos de bodas. "Todo el mundo puede ver bodas de otros, así que se produce un efecto contagio, se retroalimenta el fenómeno. Unos se dan ideas a otros y existe también cierta competencia por lograr que tu vídeo sea muy visto". Cuenta María Santiago que "hay mucha chica (sobre todo) pensando que su boda será muy sonada y está enganchada a este tipo de videos. Les gusta ver, comparar y sacar ideas, y empatizan con esas parejas de desconocidos. Antes eran una necesidad, un trámite o un requisito. Ahora el sueño dorado de muchos es tener una boda perfecta".
¿En qué momento se popularizaron estas actuaciones de los novios o de alguien cercano durante la ceremonia o el banquete? Podemos decir que existir han existido siempre (en la boda de mis padres en el año 80 una amiga salió a cantar Alma corazón y vida dedicada a ellos), pero ha sido con la popularización de los vídeos en YouTube cuando se ha producido el boom. Uno de los más emblemáticos es el de la entrada de los invitados en la boda de dos anónimos que se casaron en 2009, el JK Wedding Entrance Dance:
Esa coreografía desenfadada cuenta con casi 90 millones de visitas en Youtube, tiene su propia entradada en Wikipedia y aupó la canción que emplean (Forever, de Chris Brown) a los puestos más altos de las listas de éxitos. Otros vídeos de invitados bailando Thriller se habían hecho ya muy populares, pero algo en la cara de estupefacción de los asistentes a la boda de Jill (J) y Kevin (K), los bailes amateurs... Conectó a nivel emocional con millones de personas en todo el mundo.
En otro giro del espectáculo bodil, el video del sacerdote que cantó el "Hallelujah" de Leonard Cohen (con la letra cambiada, afortunadamente) durante una ceremonia, suma más de cuarenta millones de visitas y su protagonista, el padre Kelly, llegó a ser entrevistado por Ellen DeGeneres, especialista en llevar a su programa a celebridades surgidas del Internet más viral.
Sin embargo, en España lo que marcó un antes y un después fue el vídeo en el que la novia sorprende al novio cantando frente al altar una versión rociera de Quiéreme, de Nuria Fergó, también en 2009. En ese caso, las lágrimas se hicieron extensibles no sólo al novio y a los invitados, también a la persona que graba el momento, a quién se escucha sollozar con claridad.
Es un vídeo mal iluminado, evidentemente no profesional y con calidad dudosa, pero no importa. La emoción sincera de los presentes, la espontánea reacción del novio y la originalidad de la versión logró tocar la fibra de todo el que lo vio, convirtiendo a Vanesa y José Carlos en insólitas celebridades gracias a la viralidad y subsiguiente repercusión en medios. El vídeo está a punto de conseguir los 14 millones de reproducciones, con lo que probablemente sea uno de los virales hechos en España más populares de los últimos años .
A partir de ahí este tipo de sorpresas comenzaron a hacerse muy habituales, hasta el punto de que nos explica Dani Troncoso: "Cuando tengo una reunión previa con los novios para organizar la boda, les pido que si va a haber una sorpresa me avisen, pero que no me lo digan en ese momento con su pareja delante si ésta no lo sabe, que me llamen después para explicármelo. Pues bien, el 80% me avisan posteriormente de que sí tienen una sorpresa preparada". Como sabe que son vídeos que pueden volverse muy virales, Dani se apresura a colgarlos pocos días después de la ceremonia para que los grabados con el móvil por los invitados no le resten visitas y publicidad a su trabajo.
Todavía no estamos en el punto de que este tipo de cosas sean algo obligado que se da por supuesto, siguen siendo un momento especial. Al menos para los implicados, como nos explica la ya casada Estefanía desde su luna de miel en Roma: "Habíamos planeado que me cantase en el primer baile, lo teníamos ensayado y por eso lo de la iglesia no me lo esperaba. Estoy encantada de que tanta gente pueda ver qué bien canta María". Troncoso explica que aunque "siguen quedando parejas reacias a aparecer públicamente", éstas son "cada vez menos". "A algunos les gusta tanto el vídeo cuando lo ven que te invitan a que lo subas, y he pasado de tener que pedir permiso para colgar alguno en mi web a tener que dejar claro que soy yo quién decide qué cuelgo y qué no".
En los últimos años hemos vivido un boom bodil en torno al que crecen empresas, libros, productos específicos e incluso programas de televisión. La clave es la personalización que permite a los implicados hacer de ese día algo único y meterse en una espiral de posibilidades. "Antes apenas había opciones, ahora las hay y se entienden casi exigibles, en parte es casi obligado hacer algo, lo que sea", comenta María Santiago. "De todo se puede hacer un negocio, y las bodas tienen un link emocional que explica que haya tanto movimiento alrededor". Movimiento que genera una industria económica muy activa que logra que en España se gasten entre 15.000 y 20.000 euros por ceremonia. Quedarse enganchado viendo un vídeo de gente cantando en una boda puede ser sólo el principio.
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