La prometedora estudiante de Medicina en la Universidad Benadir de Mogadiscio (Somalia), Maryam Abdullahi, tenía previsto celebrar su graduación el domingo pasado. Su padre había viajado desde Gran Bretaña para estar presente. En lugar de a una fiesta, acabó asistiendo a un funeral. La joven de 25 años se encontraba en las cercanías del hotel Safari el 14 de octubre cuando un camión bomba explotaba provocando unos 350 muertos y más de 700 heridos. Fue una auténtica carnicería de cuerpos calcinados y edificios colapsados cuya autoría se atribuye al grupo terrorista Al Shabab. Sin embargo, apenas ha tenido seguimiento informativo ni reacciones en las redes sociales en el resto del mundo.
En otros atentados sufridos en París, Londres, Madrid o Estados Unidos una oleada de indignación recorrió el mundo. Decenas de miles de personas añadieron una bandera a su perfil de Facebook o tuitearon su rabia con famosas etiquetas como #jesuischarlie (en referencia al golpe sufrido por la revista satírica francesa Charlie Hebdo).
Lo cierto es que el ataque terrorista más mortal de la historia de Somalia apenas ha despertado el interés mundial, salvo por gestos puntuales como el apagón de la Torre Eiffel del lunes pasado. Ni el hashtag #PrayforSomalia se ha convertido en trending topic ni las historias de las víctimas recorren las primeras páginas de los periódicos.
Mogadiscio tiene una larga historia de reconstrucciones.
Nuestra gente, nuestro ejército.
Y, sin embargo, Somalia sigue sumida en el dolor. En Mogadiscio continúa la complicada identificación de cadáveres y la localización de personas desaparecidas. Esta tarea se ve dificultada por el hecho de que, tras el atentado, decenas de restos humanos quedaron irreconocibles. También porque aún siguen apareciendo cuerpos bajo los escombros de los edificios.
Para tratar de ayudar y, al mismo tiempo, conseguir que el mundo no mire para otro lado, un grupo de jóvenes ha creado el colectivo Gurmad252. Gurmad se traduce como socorro o ayuda y 252 es el prefijo telefónico del país. Tiene presencia en Facebook y Twitter, donde, además de recaudar fondos para atender a los heridos, cuelgan fotos de los desaparecidos o de sus familiares para rastrear pistas que ayuden a su localización.
Ellos han contribuido a que salgan a la luz historias personales de fallecidos, de esas que se vieron y leyeron tras los atentados del 11-S en Nueva York o del 11-M en Madrid, pero que en Somalia escasean. Como la del conductor de autobús Suleiman Nuur Ali, de 29 años, quien se encontraba en la zona del ataque ese día; o la del videocámara freelance Ali Nur Siad, de 31 años, que estaba enviando unas imágenes desde una oficina de la Media Luna Roja somalí para la emisora Voice of America. El edificio se derrumbó por la explosión y murió junto a cinco voluntarios de esta institución. Su compañero, el periodista Abdulkadir Mohamed Abdulle, sobrevivió porque en ese momento había bajado al coche a buscar un cargador, aunque sufrió heridas graves y está recibiendo atención médica en Turquía junto a otros 34 heridos.
Suleiman Nuur Ali, desaparecido.
Sumaya Ali Mire, encontrada a salvo.
“Hacemos todo este trabajo online para conseguir apoyos tanto a nivel local como externos”, asegura Abdihakim Ainte, uno de los coordinadores de Gurmad252, en una reciente entrevista a Africanews. En esa conversación no ocultaba que uno de sus principales objetivos es llamar la atención del mundo sobre un atentado que todavía conmociona a Somalia. Desde su creación al día siguiente del ataque terrorista, esta iniciativa no ha dejado de recibir apoyos, incluso del propio presidente del país, Mohamed Abdullahi Mohamed, alias Farmajo, quien se desplazó a su centro de operaciones para expresarles su gratitud por el trabajo realizado. Su tarea se complica aún más debido a la escasa penetración de Internet en Somalia, aunque han lanzado etiquetas como #iamMogadishu o #gurmadqaran para promover el envío de ayuda.
Uno de los tuits más compartidos de la cuenta de Gurmad252: los teléfonos de la entidad para atender a quien busca a familiares desaparecidos.
Gurmad252 se ha hecho eco de la desesperación de Omar Haji Mohamed, cuya mujer e hijo se encontraban en la zona del ataque y lleva desde entonces recorriendo los hospitales en su busca. Y también del fallecimiento de dos estadounidenses de origen somalí, Mohamoud Elmi, de Ohio, y Ahmed Abdi Karin Eyow, de Minnesota, quienes fueron despedidos en un emotivo funeral en su país. Pero entre las historias más dramáticas que han podido recuperar se encuentra la de quince alumnos de Primaria que volvían de la escuela en un autobús y que murieron en el acto al hallarse muy cerca de la explosión, según confirmó Abdulkadir Aden, responsable del servicio de ambulancias Aamin.
En la publicación se explica que Omar Haji Mohamed seguía buscando a su mujer y a su hijo.
Precisamente esta organización, creada por un activista sueco-somalí y un novelista británico-somalí, presta desde hace años primeros auxilios y transporte sanitario gratuitos a los somalíes víctimas de la violencia. En la actualidad han puesto en marcha una campaña internacional de recogida de fondos para apoyar a los voluntarios sobre el terreno que está a punto de alcanzar su objetivo de 31.000 euros.