Por las calles de cualquier ciudad española es fácil encontrarse con captadores de Acnur, Save the Children, Greenpeace, Amnistía Internacional, Cruz Roja... Algunos eligieron este trabajo porque ya pertenecían a una organización desde hace años, por necesidad económica o simplemente porque quieren transmitir los valores de la ong. La labor que realizan es a pie de calle y lidiando con las diferentes reacciones de la gente cuando les intentan parar: algunos simulan que hablan por teléfono, otros aceleran el paso y miran hacia otro lado, otros observan con desconfianza, se paran...
Para saber lo que sienten los captadores en su día a día cuando intentan darles esquinazo, hemos consultado a una decena de ellos pertenecientes a varias organizaciones. Nos han contado su experiencia y las situaciones más extrañas con las que se han encontrado. Se trata de trabajadores y extrabajadores de Coruña (Obelisco y zona centro), Santiago de Compostela (Alameda y zona nueva), Madrid (calle Fuencarral y Sol), y de Oviedo, Ourense, Pontevedra y Gijón.
Las excusas más típicas
- La excusa ganadora, la que se lleva la palma, cuando intentas acercarte a la gente para contarle lo que hace la organización no es otra que el típico "tengo mucha prisa...". Acto seguido se sientan en la parada del bus tranquilamente.
- “Me paro después" (nunca más vuelvo a ver a esa persona).
- “Tengo el coche mal aparcado, no puedo pararme a hablar contigo”
- “Hay gente con problemas en mi familia y ya hago suficiente ayudándolos”
Las excusas menos típicas
- Un chico me explica que no quiere colaborar porque, según él, no tiene sentido. Le miro con extrañeza y me contesta: "Los problemas de hambruna en África se solucionarían si le echaran un poco más de valor y mataran a todos los leones y animales que hay por allí. Tienen carne para aburrir’”.
- Una señora me explicó que le encantaría colaborar con los refugiados pero que no podía porque ella ya colaboraba con los taxistas: "Desde pequeña siempre cogía el taxi para ayudar a este gremio y, hoy en día, para todo lo que es salir a la calle, llamo a un taxi. Los taxis están muy caros y para todo no me da’”.
- Están los que vienen y dicen que ya han hablado con mi compañero y que ya le han dado el regalo. Pero nosotros no damos ningún obsequio.
- "Me gustaría colaborar, pero no puedo porque ya lo hago reciclando tapones".
- Cuando trabajaba en Galicia me decían cosas como: "Marcho que teño que marchar" (Me voy porque me tengo que ir) o "Teño a pota ao lume neniño" (Tengo la olla en el fuego, niño).
¿Qué acaba de pasar, esto es real? Las respuestas más extravagantes
- Una tarde quise entablar conversación con una mujer de unos 30 años, y nada más saludar empezó a gritarme que cómo se me ocurría interrumpirle los 20 minutos de escaparates que se regalaba a ella misma cada día.
- Un día decidí hablarle a un chico joven que, de repente, me contó que no quería hacerse socio, sino hacer una donación que superaba de largo los 3.000 euros, cuando lo normal son cantidades infinitamente más pequeñas. Me explicó que iba un momento al cajero a hacer unas gestiones y que volvería. A los dos minutos, cuando me di la vuelta para contárselo a mi compañero, llegó el hombre con un ramo de flores gigante chorreando agua que había robado de una iglesia próxima y se fue. Nunca más volvimos a saber de él.
- Le comento a una chica las posibles formas de colaborar, pero se pone nerviosa y empieza a hablar bajito: "Es que lo escuchan todo". ¿Quiénes? "Los americanos. Tienen satélites y tecnología punta que ni imaginas, ahora mismo nos están escuchando mientras hablamos’”.
Esto no está pagado
- Hay gente que te engaña con muy mala fe, que dice que se va a hacer socia y te manda cubrir cinco papeles con datos diferentes y resultan muchas veces ser datos falsos.
- El principal problema de mucha gente a la que paramos es que no sabe decir que no. Y luego se producen los engaños, como que te den un teléfono falso para que les llames para informarles mejor y pierdas tu tiempo en eso.
- Una vez, un desequilibrado no nos paraba de gritar a mi compañero y a mí en la calle todo tipo de cosas y nos vimos obligados a quitarnos los chalecos de la organización a la que representamos para que la gente no nos vinculara y pensara que le habíamos hecho cualquier cosa.
- Llegué a sufrir acoso. Paras a gente aleatoria a la que les das tu nombre completo para dar más seguridad como captadora, aparte de tu teléfono, que es desde donde tienes que llamar a los que se quieren unir. Algunas personas me han agregado a Facebook o me han escrito mensajes personales a mi teléfono.
Consejos para conseguir la atención de un viandante
- “Cuando empecé, los principales consejos que me dieron los formadores es que fuera educada y no perdiera los nervios ante las respuestas de la gente. El único momento en que lo pasé realmente mal fue el primer día, porque coincidió que varias personas me contaron cosas complicadas de su vida, y al escuchar tantas vivencias duras y negativas me vine abajo y me eché a llorar”.
- “Tuve mucha suerte con mi formador porque nos proponía muchos juegos para mejorar nuestro speech ante la gente. Incluso en ocasiones nos hacía defender posturas contrarias a nuestra forma de pensar para adquirir más soltura al hablar con la gente en la calle”.
- “Nos hacían hincapié en que teníamos que conseguir demostrarle a determinados viandantes lo ridículo de sus argumentos para no colaborar con la organización”.
- “Nuestro coordinador nos pidió desde el primer momento que no presionáramos a nadie ni utilizáramos técnicas de chantaje emocional”.
- “Todos sabemos el mundo en el que vivimos, no se trata de contarle a nadie lo que sucede, sino de que se anime a colaborar para mejorar ciertas situaciones. Nos aconsejaron que si el posible socio fuese incapaz de ello tampoco es cuestión de insistencia, más bien de comprensión”.
- “Jamás hay que entrar en discusión con la gente, aunque el debate sí que está permitido”.