El Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra ha anunciado en los últimos días la apertura de un expediente a tres jugueterías por vender los juguetes Aventura jurásica, Mi triocefa e Isla jurásica, que contenían huevos de especies calificadas por el Gobierno como "exóticas invasoras".
El primero de ellos, por ejemplo, se anunciaba así en Amazon -donde ya no está disponible-: "Viaja al mundo de los dinosaurios con este fantástico kit: cría a tus Triops, recrea una selva de la era jurásica, haz un volcán, crea geodas y excava los restos de un Triceratops. Incluye huevos y alimentos para Triops".
Si rebuscamos en la hemeroteca veremos que no es algo nuevo. Durante el verano de 2016, también se inmovilizaron en Lugo diferentes juguetes que se vendían con la etiqueta de "científicos" y que contenían los mismos huevos. Y en las Navidades del año pasado ocurrió lo mismo con más de 1.000 cajas en jugueterías canarias.
¿Cómo es posible que estos productos se vendan en las jugueterías? Y, sobre todo, ¿qué riesgo comportan estas especies para nuestro ecosistema?
Los triops
Empecemos hablando de los triops longicaudatus, que son los diminutos y principales protagonistas de esta polémica. Estos crustáceos, que son los que se incluyen en los juguetes, también reciben otros nombres, más fáciles de pronunciar y que suenan hasta entrañables, como "tortuguita colilarga" o "gambas dinosaurio".
La referencia a los dinosaurios no es casual, porque se trata de una especie con un linaje evolutivo antiquísimo, lo que hace que comercialmente se hable de ellos como "fósiles vivientes".
Otra de sus características es que se trata de una especie muy resistente, cuyos huevos pueden permanecer en estado de latencia casi deshidratados y que se reproducen con facilidad en condiciones artificiales.
La suma de estas dos características (la alusión a los dinosaurios y la facilidad para su reproducción) hace que, desde el punto de vista comercial, sean especialmente atractivos.
El problema radica en que esta especie no existía en España antes de su comercialización. Y que su presencia, al ser más resistentes y competir por los mismos recursos, pone en peligro a las dos variedades de triops que ya existían en España, el cancriformis y el mauritanicus (los cuales, por cierto, también están amenazados por los excesos en la aplicación de productos fitosanitarios, según han denunciado algunas asociaciones).
Recordemos que, según un informe elaborado en 2010 sobre la venta de especies invasoras en tiendas de mascotas gallegas, la irrupción de estas especies constituye la segunda causa de pérdida de diversidad en el planeta. "Se calcula que cuatro de cada diez extinciones actuales están causadas por la introducción de especies exóticas invasoras", se lee en el informe.
De ahí que el Gobierno incluyera en 2013 a esta especie en el Catálogo de Especies Exóticas Invasoras, que es la versión ecológica de la lista de criminales más buscados. Este listado, que recoge el nombre de las 181 especies (aves, mamíferos, reptiles, anfibios, algas...) potencialmente más peligrosas para nuestro ecosistema, también informa sobre otro peligro de los triops longicaudatus: "En Estados Unidos esta especie causa daños en los cultivos de arroz".
Efectivamente, si se extendiera, el triops longicaudatus pondría en peligro los arrozales españoles, que precisamente sufren el azote de otra especie exótica invasora, el caracol manzana, que "ya nos ha costado millones de euros", según explica a Verne Luis Mariano González, jefe del Área de Acciones de Conservación de la Subdirección General de Medio Natural del Ministerio de Medio Ambiente. Estas palabras nos recuerdan el enorme coste económico, y no solo para la biodiversidad, que puede tener la proliferación de una especie exótica invasora.
Por suerte, aún no es el caso del triops longicaudatus, según el mismo especialista del Ministerio. "Hemos encontrado ejemplares en tres lugares de España [en Girona, Valencia y Huelva], pero aún no constituyen poblaciones estables que supongan un riesgo grave". Pero tampoco hay que bajar la guardia, nos recuerda Luis Mariano González.
El caso de los juguetes navarros
El hallazgo de juguetes que contenían huevos de esta especie invasora -y del que informa ahora el Gobierno de Navarra- se produjo el pasado 8 de febrero, según fuentes del Seprona que participaron en la inspección.
Dos de los juguetes intervenidos pertenecen a la juguetera zaragozana Cefa Toys. Según la explicación a Verne de Juan Fernández de Lis, responsable de marketing de la empresa, el juguete Triocefa empezó a comercializarse en el año 2007, seis años antes de que se aprobara el Catálogo de Especies Exóticas Invasoras.
Según Fernández de Lis, la empresa tomó tres medidas cuando, en 2015, cuando una inspección del Seprona en jugueterías permitió que se conociera la irregularidad: la sustitución en los nuevos productos de los huevos de especies invasoras por otros autóctonos, la eliminación de los juguetes afectados en su catálogo, así como la petición a sus clientes de que no vendieran los que aún quedaban en stock.
Si a partir de esa fecha se han seguido comercializando algunas cajas, según Fernández de Lis, se debe a que "en algunos establecimientos debieron de quedar ejemplares antiguos". Las jugueterías que sigan vendiendo esos ejemplares se exponan a multas de entre 3.001 y 200.000 euros, según establece la Ley 42/2007, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad. Por cierto, es la misma sanción que le puede caer a quienes intenten vender los huevos a través de internet, porque una simple búsqueda arroja como resultado unas cuantas propuestas.
Para conocer el ciclo vital de la especie, los agentes del Seprona navarro que participaron en las inspecciones hicieron crecer, de manera controlada, los huevos de triops longicaudatus. Y así descubrieron que, efectivamente, se desarrollan rápido y crecen hasta alcanzar el tamaño de unos renacuajos.
Tras estas comprobaciones, los agentes llevaron los triops al Centro de Recuperación de Fauna Salvaje de Ilundain, donde acostumbran a entregar las especies exóticas invasoras que interceptan en su trabajo.
Sí, ellos se deshicieron de los crustáceos con responsabilidad. Pero, por desgracia, no todas las personas que crían los huevos de triops longicaudatus actúan de la misma manera. Una vez que sus dueños se han cansado de lo que consideran un juguete, lo normal es que se deshagan de ellos a través del desagüe, las fuentes o los ríos. Y esta es la manera en la que, casi sin darse cuenta, muchas especies exóticas invasoras acaban asentándose y alterando nuestro ecosistema.
Nuestra relación con el medio ambiente
La amenaza de los triops longicaudatus, por suerte, se encuentra más o menos controlada. Y la venta de juguetes que los contienen actualmente es residual -recordemos que el caso que acaba de conocerse es de una inspección en febrero-. Sea como sea, si los encuentras en una juguetería, el Gobierno de Navarra recomienda que no los compres.
Sin embargo, este caso nos sirve como invitación a plantearnos nuestra relación con el medio ambiente. "Existe una actitud frente a la naturaleza y los animales un tanto extravagante", explica a Verne Fernando Cobo, director de la Estación de Hidrobiología Encoro do Con, en Galicia.
Recordemos que la promesa publicitaria de uno de los juguetes con triops es que permitía "recrear una selva de la era jurásica". Sin embargo, para Fernando Cobo, estas oportunidades de recrear ecosistemas pasados o presentes en nuestra propia casa, "están más relacionados con el afán de posesión que con el amor por la ecología, la biología o la conservación".
Luis Mariano González, el experto entrevistado de la Subdirección General de Medio Natural, mantiene una opinión semejante: "Durante mucho tiempo, algunas personas han encontrado en la posesión de animales exóticos una forma de distinguirse de los demás. Es un impulso humano hasta cierto punto comprensible. Pero debemos dejarlo atrás porque es arriesgado y claramente negativo para todos".