Como cada Navidad, no faltan en centros comerciales y muchos colegios las visitas de Papá Noel y los Reyes Magos. Para desilusión de muchos, ni Santa Claus ni sus majestades de Oriente tienen tiempo para visitarlos todos, por lo que han de contar con la ayuda de numerosos ayudantes.
Para saber lo que viven en su día a día, desde las situaciones más extrañas a las más entrañables, hemos hablado con diferentes Papá Noel y Reyes Magos que han trabajado en estas fechas en diferentes puntos de España (A Coruña, Vigo, Lugo, Santiago de Compostela, Pontevedra y Madrid).
Primeras reacciones
- Cuando llegué al colegio vestido de Papá Noel me encontré con una de las situaciones más raras que he vivido. Todos los ojos apuntando en mi dirección, decenas de niños mirándome de una manera extraña, con una mezcla entre desconfianza y nervios. Los mayores y espabilados trataron de averiguar quién estaba detrás del gorro y la barba mientras los más pequeños continuaban mirándome asustados. Cuando solté un par de “ho, ho, ho” ya se normalizó todo (y menos mal).
- La experiencia como Rey Mago no se paga con dinero, me lo pasé incluso mejor que los niños. En una ocasión una niña me riñó porque las Navidades pasadas le dejé bajo su árbol una muñeca que no había pedido, pero me contó que a pesar del error ella se conformaba por esta vez y lo dejaba pasar. (Tuve que aguantarme la risa mientras me gritaba enfadada con su dedo índice apuntando a mi barba).
- (Disfrazado de Papá Noel). Habría estado muy bien que me leyera un catálogo de juguetes antes de hacer la visita, porque en algunos momentos empecé a escuchar marcas, nombres de dibujos animados, personajes y superhéroes de los que nunca había escuchado hablar.
- Fui Papá Noel para unos niños de un equipo de fútbol. Ellos estaban encantados, no paraban de presumir de haber tenido la experiencia de jugar contra mí.
- Mi error fue comprar para mi disfraz una barba blanca demasiado larga, lo que hizo que muchos niños pasaran de largo y eligieran a otro rey, o que directamente me dijeran que parecía un hechicero o Gandalf, el mago de El señor de los anillos.
- Hubo niños que al verme de Papá Noel se asustaron muchísimo y lloraron de manera desconsolada sin importar lo que intentaban sus padres para que hablasen conmigo. Además también estuvo la variante de los pequeños que entraron en shock y me miraron durante varios minutos sin decir una palabra o mover alguna extremidad que me hiciera saber que seguían vivos.
- Muchos vinieron tensos, hasta con temor. Como se les dice que si no han sido buenos, Papá Noel no les traerá nada, algunos parecían venir preparados para un juicio.
Las peticiones más rocambolescas
- “Un supermercado, para poder tener de todo”.
- “La granja de los Playmobil, a ver si de este año va la vencida que ya llevo tres años pidiéndotelo, Baltasar”.
- “Un campo de fútbol de verdad como el del Barcelona”.
- “Una rinoplastia”.
- “Quiero que los chicos de Operación Triunfo vengan a cantar a mi casa. Los Reyes podéis conseguirlo, les espero debajo de mi árbol”.
- “Un globo de verdad gigante para viajar por ahí”.
- “Un saco gigante de galletas de chocolate porque mi padre me las esconde”.
- “Reunir a toda mi familia y papel de regalo de jirafas”.
- Un día un niño de unos 9 años se sentó en mis rodillas y jugando con mi capa me dijo en tono tímido que “era mucho pedir” pero quería todos los Fifa que existen. Le expliqué que lo que pedía era muy caro y que todos los juegos eran iguales, que solo cambiaban los jugadores de un año a otro. No hubo manera de hacerle cambiar de idea y pasados unos minutos se fue enfadado y con los brazos cruzados junto a sus padres.
- Uno de los niños que me hizo una visita se coló en la fila corriendo y ansioso porque “no vaya a ser que me quede sin los regalos que puse en la carta porque ya no me da tiempo a enviar otra a Papá Noel”.
- “De regalo de Navidad quiero que la niña que está en la barriga de mi mamá se transforme en un niño”.
- “Quiero de regalo la capacidad de volar porque siempre llego tarde a los sitios y si volase como Superman no me pasaría”.
- “Estas Navidades quiero un peluche tan enorme que no entre por la puerta de mi habitación”.
- Una niña me pidió “un gato teledirigido que fuese de verdad y con botón de apagado” para que su madre se lo dejara tener.
- “Como eres Rey Mago y me cumples los deseos quiero que me ayudes a secuestrar al hámster que tenemos de mascota en el colegio y llevármelo a casa”.
- “Un póster de Rudolph porque es el mejor reno del mundo”.
- A un niño le preocupaban poco los regalos, lo que más le interesaba era saber el tipo de galleta que tenía que dejarme por la noche, ya que su padre le decía que me dejara un trozo de turrón, su madre un polvorón y los profesores galletas, y estaba confundido.
- “Mucho chocolate, todo el que os coja en los sacos”.
- “Que mi abuela me haga todas las semanas un bizcocho”.
- En una ocasión vino a verme una pareja de treintañeros. Ella se acercó primero para pedirme un coche “porque había sido buena” y minutos más tarde se acercó él para pedirme que no le regalara a su chica el coche que me había pedido.
- Entre los adultos que se me acercaron algunos me pidieron un coche, una casa o ayuda para pagar la hipoteca. Hubo un día que me quedé sin saber qué hacer cuando se me acercó una chica y me pidió al oído “un novio con un carallo ben grande”.
¿Qué pueden hacer Papá Noel y sus Majestades en estos casos?
- En una ocasión se me ocurrió preguntarle a una niña pequeña si se había portado bien, acto seguido me miró fijamente y me dijo: “¡Sí, soy la campeona de hacer caca!”.
- Hubo veces que vino a verme algún niño que ya conocía (familiares, hijos de amigos y conocidos, alguno del que fui monitor en campamentos...) y cuando los trataba por el nombre, contándole cosas de su vida, se quedaban flipados.
- Casi terminando mi jornada, se acercaron dos hermanos que no tendrían más de cinco años. Ambos se sentaron en mis pies tapándose con mi capa mientras me preguntaban qué queríamos tener los Reyes para comer debajo de su árbol el día que les dejáramos los regalos en su casa. No podía parar de reír mientras los dos iban apuntando cosa por cosa en sus libretas con una letra incomprensible.
- Algunos pequeños se ponían a la cola dos veces para tener doble ración de caramelos (en la mayoría de las cosas hacemos la vista gorda).
- En algún momento me costó aguantar la risa cuando ya me había quitado el disfraz y venían los niños corriendo a contarme muy emocionados que les había visitado Papá Noel, que les había hecho muchas bromas, les había regalado chocolatinas e incluso que sabía hablar gallego.
- Pasas momentos de no saber lo que hacer cuando se acercan niños que a pesar de ser muy pequeños te piden cosas como “un trabajo para papá o para mamá” o “que se cure un familiar enfermo” porque para ellos tú eres el que lo puede todo.
- Lo complicado y a la vez emocionante y entrañable son las visitas de algunos niños y sus familias que están luchando contra alguna enfermedad. El ser capaz de regalarles unos momentos de felicidad es muy satisfactorio, recuerdo una visita de una niña de unos nueve años que venía acompañada por su madre y su abuela y ver la mirada emocionada de la abuela mirando la cara de su nieta llena de alegría en esos momentos tan duros que estaba pasando me puso los pelos de punta.
- Un momento difícil fue cuando un niño me pidió que su padre volviera.
- Uno de los días vino un niño con su madre y después de mucho dudar me regaló su chupete, según él me lo daba “para que se lo regalara a otro niño que lo necesitase”. Al rato vino su madre corriendo sin el niño para recuperar el chupete porque estaba preocupada si por la noche su hijo lo echaría de menos y no dormía.
- Una niña de unos 5 años me dijo que Gaspar era su rey favorito y que siempre había soñado con hacerle trenzas en la barba. Como no fui capaz de decirle que no, la pequeña se pasó 10 minutos jugando con mi barba mientras yo sudaba frío porque la cola de niños para pedir regalos no paraba de crecer.
- Uno de los niños me gritó preocupado que tuviera cuidado al salir con el trineo, que había helada y podía resbalar.