- ¿Puedes sacar la basura?
- ¿Podrías levantarte tú con los niños?
- ¿Puedes ir a comprar? He puesto tres lavadoras, hice el desayuno y el almuerzo, recogí los libros del colegio...
Los amigos de Constance Hall, una bloguera australiana con más de un millón de seguidores en Facebook, le recomendaron que si necesitaba ayuda en casa, la pidiera. Y eso hizo, con algunas de las frases que acabas de leer: pidiendo cosas concretas, haciendo una lista a su marido con lo que tenía que hacer. “¿Y qué pasó cuando dejé de recordarle sus tareas? NADA. Otra vez. Y he llegado a la conclusión de que no es mi trabajo escribir listas”.
Hall publicó el 29 de enero en Facebook un texto explicando la frustración que sentía al tener siempre la mente ocupada con cosas de su hogar: qué hay que hacer, quién lo hace, qué hace falta en la nevera, ¿esto está hecho? El post acumula en nueve días 200.000 reacciones, más de 100.000 compartidos y 31.000 comentarios, entre los que destacan los de otras mujeres que narran historias semejantes. “Parece que no estoy sola”, escribía la bloguera días después.
Efectivamente, Hall no está sola. Y reconoce estar agotada. ¿Por qué? Porque tiene que aguantar la carga mental que supone estar pendiente de todas las tareas de su familia (planificarlas, coordinarlas, tomar decisiones…). Todos somos capaces de reconocer situaciones que están ligadas con este concepto, aunque no se le haya puesto nombre hasta hace poco tiempo. La ilustradora francesa Emma Clit fue una de las impulsoras del concepto carga mental a través de su cómic Me lo podrías haber pedido (aquí puedes leerlo español), en el que lo visibiliza con viñetas de escenas cotidianas que despiertan más de un “a mí me ha pasado lo mismo”.
La psicóloga Ana Kovacs explica a Verne que “es agotador y frustrante tener siempre presente en la cabeza la idea del ‘tengo que ocuparme yo". La actitud, la motivación, el cansancio y la manera personal de abordar las situaciones juegan un papel determinante a la hora de gestionar la carga mental Tanto para ellas, como para ellos. En ese modo personal de abordarlo, Kovacs incide en que aún hoy existe un hándicap fundamental para las mujeres: “El modo de actuar de las personas es en gran parte heredado, de ahí que muchas mujeres asuman como propias las tareas de la casa y el cuidado de los hijos, les resulta extraño y poco común pensar en la posibilidad de compartirlo porque no lo han visto antes”.
La dedicación media diaria de las mujeres españolas a la casa y a los niños siempre es mayor, en todos los tipos hogares. Lo desvelan los últimos datos del INE, que se apoyan en la Encuesta del Empleo del Tiempo de 2010: en el caso de los hogares formados por una pareja e hijos, la dedicación de la mujer asciende a 4 horas y 45 minutos diarios y la de ellos, a 2 horas y 34 minutos. Esta diferencia de tiempo es casi la misma en el caso de las parejas sin hijos, en las que ellas invierten 4 horas y 37 minutos cada día y los hombres 2 horas y 34 minutos.
La carga mental puede considerarse un factor de riesgo para la salud. Según Kovacs, el mundo actual nos brinda “mayores recursos pero también más exigencias”. “Y nuestra capacidad sigue siendo, por el momento, limitada, por eso tenemos que cuidar nuestro recurso más valioso: nuestra salud mental”, afirma. Según un informe de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), el 48,7% de las mujeres sufre estrés frecuente, frente al 31,5 % de hombres.
Aunque cada hogar es un mundo distinto y no hay métodos infalibles para fomentar la conciliación, que los dos miembros de la pareja tengan responsabilidades es fundamental: “Cada vez que no dejamos espacio para que el otro actúe le impedimos hacer y lo descalificamos, lo ahogamos y lo despojamos de su valía”, dice Kovacs. Además, es muy fácil que uno de los dos se acomode a la situación de que sea el otro quien soporte la carga mental del hogar, tal y como visibilizaba la ilustradora Clit con frases como “nunca me pediste que lavase los platos” o “si no lo he hecho es porque no me has pedido ayuda”.
La invisibilidad de la carga mental fomenta que muchas mujeres no lo contabilicen como trabajo, pero lo es. Y eso, sumado a las tareas remuneradas, al cuidado personal, a la formación, o al ocio es inasumible para una persona. Kovacs advierte que muchas mujeres consideran que compartir las funciones de coordinar, pensar y tomar decisiones puede ser sinónimo de “pérdida de poder”, incluso se sienten culpables por no ocupar “el lugar principal”. Pero esas sensaciones hay que combatirlas con dos realidades: la primera, que somos limitados, y la segunda, que somos dos y que el hogar es de ambos.
Una semana después de que Hall publicase su frustración en redes sociales, subió otro post contando que su marido se había disculpado y que habían comenzado a organizarse para llevar el peso de la planificación doméstica entre los dos. Además él ha dejado de fumar.