Ha sido durante años la foto que simboliza los estragos de la guerra, desde que el turco Fatih Özenbaş tomó un retrato de Zeliha cuando tenía dos años, en octubre de 2007. La imagen resucita cada cierto tiempo en redes sociales, cuando un conflicto bélico llega a los titulares. Los mensajes (y algún que otro artículo periodístico) sitúan a la niña en lugares como Siria o Gaza. Casi siempre cuentan que tapa los ojos de su muñeca para que no vea los desastres que ella presencia. Pero el contexto en el que se tomó la foto es diferente.
"Me sorprende que no empezara a contarse la verdadera historia de la foto hasta 2014, pero todavía prevalece el relato inventado frente al real", comenta a Verne por teléfono el autor del retrato, que tomó mientras recorría Bursa (Turquía) para dar testimonio de la pobreza del país. "Contactan casi a diario comentándome sobre la niña, pensando que es una foto de guerra. En especial de España, Argentina e Italia".
La imagen reapareció en redes tras el bombardeo de Estados Unidos sobre Siria del pasado 13 de abril. Se ha compartido más de 100.000 veces en cuatro días, con un texto que asegura que la imagen es actual.
Ni Zeliha ha vivido una guerra ni tapaba en ese momento los ojos de la muñeca para evitarle sufrimiento. "Me llamó la atención lo bonita que era la niña y, aunque era muy pequeña, entendió que iba a hacerle una foto porque me acerqué a ella y a su madre para pedirles permiso. Su muñeca, vieja y sucia, tenía los ojos extraviados, así que tuvo el impulso de taparlos para que no salieran en el retrato", recuerda Özenbaş.
Él trabaja desde hace años para las revistas Atlas y National Geographic, como fotógrafo de viajes y naturaleza. Nunca ha sido reportero de guerra ni ha viajado a Siria o Gaza, confirma desde Turquía.
Aunque no se trate de un testimonio antibélico, su retrato sí reivindica la precaria situación en la que vive parte de la población turca. En estos 11 años, tanto él como su familia han establecido un vínculo emocional con Zeliha, sus padres y sus cuatro hermanos.
"Me acerco una vez al mes a la zona. Poco después de hacer la foto, le regalé una muñeca nueva y solemos llevar comida y ropa. Mi hija quiere mucho a Zeliha, que ya tiene 13 años. Sabe que esta foto en la que aparece es conocida, pero no le da importancia", cuenta Özenbaş.
En sus continuas visitas a las montañas de Bursa, el fotógrafo ha seguido retratando a su modelo más conocida. Así era en 2016, más de ocho años después de la primera imagen.
El fotógrafo se ha convertido, según sus palabras, en un padrino para Zeliha: "Ahora va a la escuela y el alcalde de Bursa me prometió que va a continuar con sus estudios y va a ir a un buen instituto, aunque tenga que desplazarse un poco más".