Hay pocas teorías de la conspiración tan persistentes como la que sostiene que la llegada a la Luna fue un montaje. El último en reabrir el debate sobre la hazaña de la NASA ha sido el futbolista Iker Casillas, en un tuit que incluye una encuesta en la que un 40% de los 200.000 votantes asegura que “nos la colaron”.
Aunque alguno sugiere que este tuit de Casillas podría formar parte de una campaña publicitaria, esta idea no es ni mucho menos nueva: ya se publicaron sospechas en 1969, el año en el que se llegó por primera vez, y hoy en día hay libros, páginas web y artículos dedicados a sostener esta teoría de la conspiración en la que, como apunta Jordi Pereyra, autor de El universo en una taza de café y Las cuatro fuerzas que rigen el universo, hay tanto desconfianza hacia la ciencia como razones políticas.
En su libro Bad Astronomy, el astrónomo Philip Plait resume la teoría: la NASA descubrió un error fatal en su cohete, así que lo lanzó sin tripulación mientras envió a los astronautas a un plató del desierto de Nevada para simular toda la misión espacial.
Hay quien añade que el propio Stanley Kubrick rodó el falso alunizaje a cambio de unas lentes especiales que necesitaba para el rodaje de Barry Lyndon. No sabemos qué piensan sobre quién habría rodado las otras cinco misiones tripuladas que llegaron a la Luna entre 1969 y 1972.
5 argumentos habituales
Plait apunta que quienes defienden estas teorías se apoyan sobre todo en lo que toman por inconsistencias en las fotografías de la propia NASA para sostener sus ideas. Es decir, defienden que la NASA ha publicado más de 14.000 fotos llenas de pruebas de su incompetencia . Las dudas de los conspiranoicos se centran en cinco puntos, que Plait rebate uno por uno en su libro:
1. No hay estrellas en las fotos. Plait apunta que esta es una de las quejas habituales de los negacionistas, pero una de las más fáciles de explicar: la superficie lunar y los trajes reflejan con mucha intensidad, por lo que el tiempo de exposición de las fotos fue demasiado corto como para recoger la luz mucho más débil de las estrellas. Jordi Pereyra recuerda a Verne por teléfono que esto también ocurre en la Tierra: “Cuando haces fotos nocturnas de un paisaje muy brillante, el cielo también sale negro”. Y apunta que si se sube la exposición en Photoshop de algunas de las fotos de la NASA sí se pueden ver las estrellas.
2. Hay demasiado radiación en los cinturones de Van Allen como para que los astronautas sobrevivan al trayecto. Tal y como explica Plait, estas dos zonas que están a 1.000 y 15.000 kilómetros de la Tierra se atraviesan en apenas una hora de camino a la Luna y el metal de la aeronave bloquea la mayor parte de la radiación.
3. No se levantó polvo durante el alunizaje, que tampoco causó un cráter. Como también escribe Plait, se trata de una capa de polvo de apenas milímetros en un ambiente sin aire. La velocidad del módulo lunar tampoco es la que se afirma, por lo que no levantó tanto polvo ni se creó ningún cráter.
4. La temperatura en la Luna puede llegar a los 120 grados y habría matado a los astronautas. No, si tenemos en cuenta que la misión se planificó para que los astronautas llegaran a la superficie lunar durante la mañana (en la Luna), por lo que la temperatura no era, ni mucho menos, tan alta.
5. Las sombras deberían ser totalmente negras, ya que el sol es la única fuente de iluminación. Plait recuerda que hay otra fuente de luz: la propia Luna, cuya superficie es brillante y refleja la luz del Sol. Los trajes y el módulo lunar también reflejaban esta luz.
Plait se detiene en la famosa foto de Buzz Aldrin, que según los conspiracionistas es sospechosa por muchos motivos, especialmente porque las sombras reflejadas no son paralelas y, por tanto, habría más de un foco de luz. Como recuerda Plait, lo único que ocurre es que “la curvatura del visor distorsiona los objetos reflejados”.
En otras fotos, las sombras no son paralelas por la perspectiva de los objetos a diferentes distancias. Como comenta por teléfono el físico Eugenio Fernández, “parece que no hayan pisado una calle en su vida”. Fernández, por cierto, ha contestado a Casillas en Twitter, ofreciéndose a enviarle su libro, La conspiración lunar, ¡vaya timo!
Estos cinco puntos no son los únicos que se usan para poner en duda la llegada a la Luna del Apolo 11 (y de las misiones posteriores). El libro de Fernández recoge un total de 50. Y, por poner otro ejemplo, el divulgador Álex Riveiro le recordaba a Casillas un hilo que publicó el año pasado, en el que repasaba muchos de estos asuntos y se detenía también en la foto de la bandera, que según los conspiracionistas no debería ondear.
En su blog Ciencia de Sofá, Pereyra también da el motivo que explica que no se haya vuelto a la Luna desde 1972, otra fuente de sospechas: el alto coste no justifica otra misión similar. De hecho, simular otro falso alunizaje sería muy barato y se podría haber hecho de nuevo varias veces, en caso necesario y si hiciera falta seguir disimulando.
Otra prueba de que llegamos a la Luna son los reflectores que siguen estando allí y que pueden reflejar un haz de luz láser disparado desde la Tierra con el objetivo de medir la distancia hasta el planeta. Lo recordaba en Twitter el exastronauta y actual Ministro de Ciencia, Pedro Duque.
La conspiración que nunca muere
Da igual todo lo que se conteste: las dudas de los conspiracionistas nunca terminan. Siempre hay una sombra o un reflejo que no cuadran con lo que, según ellos, debería estar pasando. Si se refutan 999 de sus afirmaciones, podrán encontrar otro indicio sin una explicación satisfactoria y que demostraría que todo es falso.
De vez en cuando todos somos víctimas del sesgo de confirmación, que nos lleva a estar atentos solo los datos que apoyan nuestras ideas preconcebidas (no llegamos a la Luna), mientras que se ignoran todos los argumentos que las niegan o los que sustentan otras ideas.
Eugenio Fernández recuerda además que las explicaciones que refutan las sospechas de los conspiranoicos “son más complejas y requieren tiempo”. Es normal que no sepamos si la radiación del espacio es o no peligrosa, o a qué velocidad iba el módulo lunar en el momento de tomar tierra.
Además y como apunta Plait en su libro, si estuviera tan claro que todo se trata de un montaje tan chapucero que se ve incluso una bandera mecida por el viento, ¿por qué la Unión Soviética no lo denunció hace 49 años, en plena Guerra Fría? “Ahora parece que cualquier persona con internet puede destapar lo que todo el gobierno soviético no pudo descubrir hace casi 50 años”, apunta Pereyra.
Tanto Peryra como Fernández defienden la importancia de seguir refutando estas ideas, incluso aunque sea muy difícil hacer cambiar de opinión a quien está convencido: “La divulgación científica sirve para quien tiene dudas y quien quiera dedicarle tiempo a este asunto”, dice Fernández.
Eso hasta que podamos ir a la Luna a hacer turismo y veamos que al sacarnos un selfi no se ven las estrellas.