Si algo no fallaba al terminar las clases en México era que llegaba el momento para muchos de salir de la ciudad. Por su proximidad, Acapulco se convirtió en el lugar más visitado por los capitalinos que buscaban sol y playa a un precio económico sin necesidad de tomar un avión. A 400 kilómetros de la Ciudad de México, lo que antes fue un pequeño pueblo de pescadores acabó convertido con los años en uno de los principales destinos turísticos del país. Tras cuatro horas manejando por la autopista del Sol y después de pasar dos grandes puentes colgantes, aparecía ante los ojo el mar. Tampoco nadie se olvida de los sandwiches o tortas sudados que su madre preparaba para el camino, normalmente guardados en la misma bolsa del pan de caja para que resistieran, pero esa es otra historia.
Desde la década de los 50, esta ciudad de Guerrero, bañada por el Océano Pacífico, fue elegida como el primer experimento turístico y vacacional de México. Acapulco se transformó en el destino más recurrido de las familias que decidían pasar unos días en sus conocidas playas, y que supuso el boom vacacional durante los años 80 y 90. Imposible olvidar Caleta y Caletilla, su mar donde no cabía un niño más con sus flotis y donde era un goce estar aunque tu abuela decidiera no meterse al mar porque te vigilaba desde la palapa o la sombrilla.
No había familia mexicana que se resistiera a un auténtico picnic en la playa. Había de todo: neveras llenas de hielo y chelas [cervezas], jugos y hasta el garrafón de agua. Para comer, tus padres no escatimaban y siempre caía algún coctel de camarón, almejas recién preparadas o taquitos de pescado.
Además de que el señor de los cocos y los mangos andaba siempre cerca y le echaba bien de chilito, limón y chamoy a tu vaso recién preparado para que te relamieras los bigotes llenos de arena, sal y tamarindo.
Alma, Oscar, Priscila y Alejandro, cercanos a los 30 años, pertenecen a la generación que creció vacacionando en Acapulco y cuentan a Verne cómo fueron aquellos años. Los viajes a la playa podían convertirse en toda una expedición con la familia al completo. "Regularmente íbamos solo mi mamá, mi papá y mis hermanos, en un Topaz de color guinda", cuenta Priscila. "Una vez fuimos con mucha de la familia de mi papá: mis tíos rentaron un camión para irse todos juntos, éramos como 25 personas", recuerda.
"Acapulco en los 90 era la playa más famosa y más visitada del país. Todos queríamos ir allí a vacacionar", añade Alejandro quien pasó allí todos sus veranos entre los 8 y los 10 años.
"Era hermoso. La costera Miguel Alemán tenía muchos hoteles y pasando la zona hotelera estaba la zona de discotecas y bares. Mi sueño siempre fue entrar al Acapulco Beach, que era subterráneo y estaba pintado todo de blanco, lo más cerca que llegué fue tener una playera del antro", dice Oscar.
Esta ciudad también significó para muchos la primera vez que vieron el mar en su vida, algo que nunca olvidarán. "Me tocó ver cómo mi prima se emocionaba al ver el mar por primera vez, tenía como 17 años, empezó a gritar cuando logró verlo entre tanta sombrilla y lo señalaba", cuenta Alma. "Es la primera vez que vi el mar, creo que tanto para los defeños como para los mexiquenses, morelenses, hidalguenses, Acapulco ha sido su primera playa", dice Oscar.
Todos aquellos que disfrutaron de sus vacaciones en Acapulco tampoco podrán olvidar algunos de estos recuerdos:
La Banana
Montarse en esta embarcación de goma era solo para audaces. De color amarillo y alargada, todo el mundo la popularizó con ese nombre. El reto parecía sencillo, sujetarse todo lo fuerte que se pudiera para que cuando la lancha que tiraba de ella, agarrara velocidad no acabaras cayendo al agua. Aunque como siempre acababas cayendo al agua, el salvavidas te ayudaba a flotar hasta que te recogía de nuevo el lanchero [esos lancheros eran unos loquillos]. Otra opción era rentar un paracaídas para sobrevolar las playas mientras una embarcación te elevaba sobre las olas.
Un día de playa ideal
"Recuerdo el puerto de Acapulco en general y las clásicas playas de Caleta y Caletilla. Un día ideal era salir del hotel listo con el traje de baño debajo de la bermuda, con toda mi familia; desayunar en el restaurante del hotel, ir al mar y más tarde, cuando se nos “bajara” la comida, ir a la alberca y estar ahí durante horas, hasta que llegaba la hora de la comida" rememora Alejandro.
Priscila también recuerda aquellos años "Por lo general estábamos siempre en los hoteles de la costera Miguel Alemán, un día íbamos a la playa Revolcadero pero más para comer y estar en la arena que para meterte al mar. Un día ideal era despertar muy temprano, desayunar en el hotel, bajar a la alberca un rato, ir a la playa por horas, subirnos a la banana, ver pasar a los vendedores, comer...", cuenta.
"Llegábamos temprano a la playa, rentábamos una palapa para estar ahí todo el día", dice Oscar quien recuerda que en su familia comían ostiones, ceviche, coctel de camarón en la Playa Puerto Marqués.
La virgen debajo del mar y las lanchas con suelo de cristal
Además de la banana, otro viaje imperdible que tenías que hacer en la bahía de Acapulco era montar en las lanchas y embarcaciones que te llevaban hasta la isla de La Roqueta, a medio camino, bajo el agua, había una estatua de una virgen que se podía ver gracias al suelo de cristal de los barcos y junto a la que se podía bucear. Los paseos en lancha también te llevaban a ver las casas de los famosos, "incluida la casa de Luis Miguel", recuerda Priscila. En estos años dorados, Acapulco también era el destino de muchos ricos, famosos, empresarios poderosos y políticos que buscaban un lugar para descansar.
El Cici
Cerca de la playa Pie de la Cuesta, este parque acuático de diversiones era el más conocido de todo Acapulco. Sus toboganes kilométricos y sus albercas fueron un sueño para aquel que decidía pasar el día en familia bañándose y deslizádose. "También había un show de delfines que era increíble. Ahora que lo pienso, qué malos fuimos, pobres delfines, tan cerca del mar y tan lejos..." dice Alma.
Parque Papagayo
Localizado en la zona del Puerto, este parque es conocido por los animales que viven en cautividad en él. La primera vez que muchos vieron aves tropicales y exóticas como garzas, tucanes y flamencos fue en el Parque Papagayo. Construido en 1981, este lugar es conocido también por la enorme escultura con forma de piñata del artista Alberto Chessal.
Las trencitas y los tatuajes falsos
En la playa era muy común llenarse toda la cabeza de pequeñas trenzas. Alma y Priscila recuerdan que además también podías ponerte tatuajes temporales por un módico precio. Varias señoras ofrecían este servicio y el look se popularizó en Acapulco entre las niñas y las jóvenes durante las vacaciones.
La Quebrada
Si existe un lugar icónico en la ciudad costera es la famosa Quebrada, un desfiladero de 45 metros de altura junto al mar que es utilizado como trampolín natural por clavadistas profesionales y amateurs para lanzarse al mar. Este espectáculo se realiza en el puerto de Acapulco desde los años treinta. Además del riesgo que implica la altura del acantilado, los clavadistas tienen que calcular el tiempo en el que llega la ola para poder zambullirse en el agua. "Aunque es algo que encuentras todo el año para nosotros era una atracción única", cuenta Alma. Priscila y Alejandro también coinciden en que este es uno de los puntos que jamás podía fallar en unas vacaciones en Acapulco.
Las puestas de sol
Si hay algo que se recuerde de unas vacaciones, es una bella puesta de sol frente al mar y Acapulco tiene unas muy hermosas que se han clavado en la retina de muchos visitantes. "La puesta de sol en la zona dorada es una de las más bonitas que recuerdo", explica Alma.
Pese a la ola de violencia que vive Guerrero, la ciudad de Acapulco ha seguido siendo un destino muy recurrido por aquellos que no quieren perderse sus playas. Durante los 90, sin embargo, la ciudad era percibida como segura. "En aquel entonces no escuchabas nada de asesinatos, y podías caminar en las calles aunque ya fuera tarde. Incluso podías andar en el transporte público de allá como si fueras local", menciona Alma.
"En aquel tiempo, durante el verano, era como trasladar un trozo del DF a Acapulco, porque mucha gente, mucha, íbamos para allá. Sobre todo la clase media, que ya no sé si hoy existe, pero entonces existía. Hoy quizá para los defeños Acapulco se ha vuelto un destino de segunda debido a su deterioro", comenta Alejandro.
Y tú, ¿qué recuerdas de tus vacaciones en Acapulco cuando eras niño?