Los madrileños empezaron a encontrar patinetes eléctricos aparcados por las aceras de sus calles el pasado agosto. La empresa de vehículos compartidos Lime llenó el centro de la ciudad con este medio de transporte cuando todavía no se había legislado sobre ellos. ¿Debían circular por la calzada? ¿Por la acera? Otras localidades como Valencia ordenaron su retirada, pero no la capital. Este 24 de octubre ha entrado en vigor la nueva Ordenanza de Movilidad madrileña que, entre otros aspectos, regula el uso de este vehículo. Hemos realizado cuatro viajes para probarlos ahora que, por fin, sabemos por qué calles podemos circular. Un resumen: pueden ir por las calles de 30 km/h de un solo carril por sentido, pero no por la acera. Son rápidos y fáciles de usar, pero también caros.
Un equipo de cuatro periodistas de EL PAÍS ha realizado tres trayectos en Lime y uno en Voi, ambas empresas de patinetes compartidos que operan en Madrid. También se han realizado en transporte público. Estos han sido los trayectos escogidos.
- De Lavapiés a Ciudad Universitaria, en Lime.
- De Lavapiés a Ciudad, en Voi.
- De Chueca a El Carmen, en Lime y utilizando carriles bici segredados.
- De Chamberí a Suanzes, en Lime y transporte público. Lime no opera fuera de la M-30 y penaliza a los usuarios que aparquen fuera de esta zona con 25 euros. Desde Ventas –zona límite de Lime– hasta Suanzes, hemos utilizado Metro.
Plaza de Lavapiés - Metro de Ciudad Universitaria
Calle San Marcos (Chueca) - Calle San Marcelo (El Carmen)
Calle Santísima Trinidad (Chamberí) - Calle Valentín Beato (Suanzes)
Cómo se usa: listo en cinco minutos
Antes de subirse a uno de estos patinetes, es necesario bajarse la aplicación, registrarse y facilitar una cuenta bancaria a la que se efectuarán los pagos del servicio. Se tarda menos de cinco minutos. Una vez descargada, toca buscar patinete: la app muestra un mapa con todos los vehículos disponibles geolocalizados. Llegar hasta uno no suele suponer mucho tiempo en el caso de Lime, la más extendida, pero no ha sido así en Voi: 18 de los 48 minutos del viaje corresponden al tiempo caminando hasta localizar uno.
Por dónde se usa: olvídate de la acera
Según la ordenanza madrileña de movilidad, los patinetes pueden circular por: las calzadas de un carril o de un carril en cada sentido que tengan la velocidad limitada a 30 km/h o menos, carriles bici, ciclocalles, pistas ciclistas y calles integradas dentro de zonas 30. No puede utilizarse por carreteras con más de un carril por sentido –eso sí, los carriles bus/taxi no se cuentan– ni por las aceras, pero no es complicado encontrar calzadas adecuadas. Otra de las novedades de la ordenanza es el límite de 30 km/h en el 80% de las calles de la ciudad. Eso sí, para llegar de una a otra, no queda más remedio que ir empujando el patinete a pie. Y pesa mucho.
El número de calles por las que circular con los patinetes es alto, pero ojo: no todos los ciclocarriles –los que tienen límite de 30 y una bici pintada– son aptos para los patinetes eléctricos. Solo lo son en caso de tener un único carril por sentido. Uno de nuestros probadores ha cometido este error, utilizando los ciclocarriles de Génova, Velázquez y Alcalá. A pesar de haberse cruzado con varias unidades de Policía Municipal –una de ellas regulando el tráfico, a escasos centímetros del patín– nadie lo ha sacado de su error.
Seguridad y tráfico: bien integrado, poco estable
Los patinetes eléctricos parecen pocos estables, aunque se les coge rápido el truco: solo hay que pegar un impulso con el pie y presionar el acelerador para que el patín coja velocidad suficiente como para circular fluido. Alcanzan los 30 kilómetros por hora y pueden subir las cuestas a 20 kilómetros por hora. El patinete Voi que hemos probado era algo más lento tanto en velocidad punta (25 km/h) como en cuesta arriba.
La aceleración de estos patinetes es uno de sus fuertes. En bicicleta, arrancar después de un parón –en un semáforo o stop– lleva unos segundos que, en ocasiones, pueden provocar los bocinazos de algún conductor estresado. La salida de los patinetes es mucho más fluida. Prueba de ello es que, en los cuatro trayectos realizados, no han pitado a ninguno de los cuatro periodistas. Milagro en Madrid.
Aunque existen modelos con ruedas hinchables, tanto Lime como Voi tienen ruedas compactas de plástico. La parte positiva es que no se pinchan, pero tienen un inconveniente: no amortiguan nada, y todas las vibraciones pasan al conductor. Los adoquines –inevitables en zonas como Lavapiés–, la tierra suelta o los parches del asfalto se traducen en sacudidas para el piloto y dolor de hombros y espalda tras un rato conduciéndolo. En pavimento mojado, además, resbalan mucho.
La percepción de seguridad de los cuatro periodistas que han efectuado la prueba es similar: poca. A diferencia del coche o del autobús, no existe ninguna estructura que proteja al patinador del resto del tráfico, y tampoco se conduce tan elevado como en moto o bicicleta, lo que acentúa esta sensación. El casco, por cierto, es obligatorio para menores de 16 años.
Precio: cinco veces más caro que BiciMAD
Los patinetes eléctricos compartidos tienen algo en común con los taxis: da igual que el trayecto sea largo o corto, la bajada de bandera vas a tener que pagarla igual. En el caso de los patinetes –tanto de Lime como de Voi– es de 1 euro. Después, cada minuto tiene un cargo de 15 céntimos. Es decir, un viaje de 10 minutos cuesta 2,50 euros. Media hora, 5,50 euros y una hora, 10 euros. No es barato: un billete sencillo para bus o metro cuesta entre 1,50 y 2 euros y permite hacer recorridos mucho más largos (y en menos tiempo). En BiciMad, el servicio de bicicletas eléctricas de Madrid, los primeros 60 minutos tienen un coste de entre 1,10 y 2 euros. Si te entusiasma, puedes hacer como muchos madrileños y comprarte el tuyo propio: cuestan entre 100 y 1.000 euros y te ahorras quebraderos de cabeza con el aparcamiento.
Con información de: Miguel Ángel Medina, Pablo León y Lucía Franco.