Todo empezó con un lado muy pequeño de la cabeza para Myriam Moreno. Hasta que un día, repasándoselo con la maquinilla de su novio, se rapó la cabeza entera al uno. Su decisión no respondía a ningún arrebato. Tampoco estaba ligada a un gran cambio en su vida ni a una debacle emocional. Siempre había querido probar, saber cómo se vería rapada. Poder ducharse y estar lista enseguida. Era consciente de que pasar de llevar el pelo muy largo a que, de repente, se le viera el cráneo iba a causar algún tipo de reacción en su entorno, aunque no la que causó.
Desde ese momento tuvo que aguantar a allegados que prejuzgaban su orientación sexual e ideas políticas, personas que le cedían el asiento en el metro pensando que estaba enferma, cajeros de supermercado que la felicitaban por su valentía y lo que más le molestaba: "Todo el mundo estaba muy, muy, muy preocupado por lo que pensara mi pareja. Querían saber cómo había reaccionado, qué había dicho", según nos cuenta por teléfono. El pasado mes de abril analizaba todos estos comportamientos en un hilo de Twitter que acumula más de 9.000 interacciones.
La insinuación de que su novio tenía que darle permiso también fue uno de los comentarios recibidos por la youtuber Xuri Fenton. Hace cinco meses, ante la inminente llegada del verano y tras una decoloración fallida en casa, decidió poner tijera de por medio y compartir el momento con sus más de 300.000 suscriptores. Algunos abandonaron el canal ofendidos. Argumentaban que ya no les parecía guapa y otras faltas de respeto que decidió borrar por su dureza. Pero, ¿por qué esta reacción?
Por un lado, como cuenta a Verne Júlia Maresma, socióloga e impulsora del Projecte ella, el pelo largo siempre ha estado ligado a la feminidad y a la construcción de la belleza. Por otro, también cree que en el imaginario colectivo tenemos muy pocos referentes positivos de mujeres con la cabeza rapada. De hecho, hacerlo como reafirmación estética es un fenómeno relativamente reciente.
Aunque afeitarse la cabeza por higiene era una práctica generalizada en el antiguo Egipto (para después ponerse peluca, eso sí), durante algunos periodos de la historia, una cabeza femenina rasurada ha sido sinónimo de castigo. Sucedió así en la Edad Media para quitarle "su feminidad" a la mujer "pecadora", o después de la Segunda Guerra Mundial para humillar públicamente a las francesas acusadas de haberse acostado con soldados alemanes. No fue hasta hace poco, como nos explica por teléfono la historiadora Guiomar Sánchez, con los movimientos feministas de comienzos del siglo XX, que empezó a llevarse el pelo corto, o con el punk, cuando directamente muchas mujeres se lo raparon.
La humorista Patricia Sornosa es otro ejemplo de mujer que está resignificando el rapado femenino en España. "Así vengo ya castigada desde casa", declara a Verne. Para ella, una mujer rapada es una mujer que ha tomado las riendas de su destino. Hace cuatro años decidió hacerlo siguiendo una intuición interior. Enseguida percibió el potencial de su nueva imagen para sus espectáculos y supo que había tomado el camino correcto. Porque, a nivel profesional, su peinado también es una declaración de intenciones. Una forma de alejarse del rol tradicional que se le ha dejado a la mujer en la comedia: "El papel de 'puedes hacer risa pero, por favor, no expreses tu opinión'".
Xuri Fenton también transformó el impacto negativo de su pelo en una herramienta el día que dos chicos quisieron robarle. De repente se dio cuenta de que podía usar a su favor aquello que provocaba que algunas mujeres mayores se cambiaran de acera. "Empecé a actuar como la más mala del Bronx y se achantaron un montón".
Myriam y Xuri también percibieron otro cambio en la conducta de los demás: dejaron de recibir piropos por la calle o miradas más allá de la extrañeza. No sentir el acoso callejero le has hecho sentirse más seguras. Aunque, sobre este efecto invisibilizador, Xuri añade: "El día que yo me afeité la cabeza, de repente, empecé a cruzarme con muchísimas chicas con el pelo muy corto. Pasan superdesapercibidas. A menos que vayan con medias y tacones no te fijas en ellas. Todo el mundo da por hecho que son un chaval más".
Aunque la gente a su alrededor no siempre pareciera pensar lo mismo, ella se sintió muy guapa con la cabeza rapada desde el primer momento. "De repente, para estar a la última moda no tenía que hacer nada más que ponerme unos pendientes grandes y un pintalabios rojo".
"Qué mona estoy" también fue el primer pensamiento de Myriam nada más terminar de pasarse la maquinilla. Por eso nunca entendió los comentarios, supuestamente positivos, que admiraban su arrojo: "Llega un punto que los 'Ay, pues yo no me atrevería' también te agobian porque llevan implícito que no les gusta". Para Patricia Sornosa, el egoísmo imperante de pensar que es muy importante dar tu opinión es la clave de todo. Aunque como ella misma apunta: "Afortunadamente el mundo está cambiando y, si lo está haciendo, es porque nosotras hemos cambiado".