Amalia Ulman (Argentina, 1989) recuerda que, durante su adolescencia en Gijón, su madre leyó en una ocasión su diario personal. Aunque solo fue un suceso puntual, a partir de ese momento siguió completándolo pensando en que alguien podía leer sus textos. "En vez de contar lo que sentía, empecé a escribir lo que quería que leyeran sobre mí", comenta desde Madrid, donde participa en Tentacular, festival de cultura digital que se celebra en el Matadero de la ciudad hasta el sábado 24 de noviembre.
La forma en que las relaciones se construyen a partir de las apariencias es uno de los temas principales de sus trabajos artísticos, basados en narrativas ficticias creadas en Internet y englobados en una corriente llamada net art.
El más celebrado de sus proyectos hasta la fecha es Excellences and Perfections. Durante seis meses de 2014, Ulman construyó una historia a través de posts de Instagram que no era la suya, aunque la firmara con su nombre.
Relataba las vivencias de una veinteañera buscando triunfar en la ciudad de Los Ángeles. Rompía con su novio, se inyectaba botox, caía en las drogas, se sometía a una operación de cirugía estética, sufría una crisis nerviosa y, tras tocar fondo, resurgía. Construyó un relato completo hecho a golpe de hashtags y a imagen y semejanza de los perfiles de muchas chicas de su edad que encontraba en la red social.
Mientras enganchaba a miles de seguidores con su ficción, ya había propuesto el proyecto a varias instituciones artísticas de Nueva York y terminó exponiéndolo en la Tate Modern y la WhiteChapel Gallery de Londres. Así estableció un debate en el mundo del arte sobre si Instagram debía entrar en los museos.
Aunque esperaba los ataques de los trolls y los comentarios machistas, hubo algunas reacciones que no entraban en sus planes: "Me sorprendieron mensajes privados de mujeres, algunas de ellas pertenecientes al mundo del arte, para preguntarme por el nombre de mi cirujano. Se supone que viven en un entorno de libertad e igualdad, pero en realidad están en el armario; siguen subyugadas a cierto machismo", comenta.
"Internet no es la vida real"
Para ella, Instagram fue un medio y no un objeto de crítica; una herramienta para desarrollar una reflexión más global, "como un director de cine usa una cámara y una pantalla para hacer su trabajo", apunta. "Las redes sociales no son ni más ni menos peligrosas que la propaganda en la películas de Hollywood o los periódicos con una postura política sesgada".
Considera que los usuarios más jóvenes comienzan a cansarse de Internet porque se intenta vender como si fuera la vida real. "Yo vengo de un internet que era de frikis. Era un modo de escape durante mi adolescencia en Gijón, con el que descubría personas y realidades que no encontraba en mi instituto. Si las redes sociales copian a la realidad, ¿para qué las queremos?", se pregunta.
Ese juego de apariencias aplicado a la vida cotidiana también forma parte de lo que ahora conocemos como fake news, asunto que Ulman trató en 2016, durante la campaña electoral estadounidense, en su trabajo Privilege. Esta vez interpretaba a una mujer embarazada encerrada en una gris oficina; era lo opuesto a lo que imaginamos cuando pensamos en el centro de poder de una ciudad como Los Ángeles. La propuesta que, además de Instagram, recurría a muchas otras disciplinas, como el vídeo-arte y la performance.
"Retrataba lugares banales y bizarros, como reflejo de esa sensación de fin del mundo que tuvimos en esas elecciones. Aunque intenté ser algo más biográfica que en Excellences and Perfections, al final la actualidad del momento, esa agresividad entre los candidatos a través de vines y memes en Internet, influyó en el proceso", recuerda durante su participación en Tentacular.
"No me esperaba que fingir un embarazo fuera a ser tan tabú. Me llegaron a retirar ayudas para el proyecto por ello. Supongo que, por desgracia, todo lo que tiene que ver con el cuerpo femenino sigue siendo problemático. Es una burrada que tengamos que seguir luchando por ser dueñas de nuestro propio cuerpo, como ocurre con el aborto en Argentina", dice la artista.
Al igual que artistas femeninas como la fotógrafa Cindy Sherman, que lleva posando para sus propias imágenes durante décadas e interpretando diferentes personajes en ellas, Ulman es la modelo de todos sus trabajos. "Actuar me llama la atención y trabajar sola me parece más práctico", explica. "Me fastidia que se juzgue cuando una mujer artista se usa a sí misma en su trabajo mientras parece normal que un hombre use a modelos y actrices para el suyo".
Ella es un claro símbolo de la globalización, ya que también vivió en Reino Unido, mientras estudiaba en la escuela de arte Central Saint Martins de Londres. "También paso tanto tiempo en China -donde trabaja a menudo- que intento aprender algo de mandarín. Además mi marido es un ruso viviendo en Estados Unidos", puntualiza. "He aprendido a desarrollar la empatía y saber que las cosas se pueden ver desde muchas perspectivas distintas", asegura.
FE DE ERRORES
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