Tras poner fin a una relación tortuosa, Aleida Belem Salazar se tiñó el cabello de rubio por primera vez. Para ella suponía una forma de deshacerse de todo lo que era en aquel momento. Tres meses después volvió a su color de siempre pero, durante ese tiempo, el simple hecho de llevar el pelo diferente asegura que la liberó de un peso.
"Como a él le gustaba mi color rojo sentía que tiñéndomelo me quitaba de encima una cosa más que tenía que ver con él. Luego me di cuenta de que en realidad era una parte de mi personalidad a la que no quería renunciar", nos dice Aleida desde México.
Aunque no siempre acaban bien, un cambio capilar probablemente sea el mayor cliché de un corazón roto. En inglés, hasta se ha acuñado el término "breakup haircut" (corte de pelo de ruptura) y si se hace una búsqueda del hashtag #breakuphair en Instagram pueden encontrarse fotos de usuarios, mayoritariamente mujeres, que lo han hecho y quieren compartirlo con el mundo. A este grupo se ha unido la cantante Ariana Grande, que recientemente, tras su ruptura con el cómico Pete Davidson, se deshacía de su coleta tan larga como icónica.
Para la psicóloga Jara Pérez este fenómeno se explica porque cortar el pelo tiene un simbolismo muy fuerte. "El pelo largo es pelo viejo, así que significa cortar literalmente con el pasado. También físicamente marcas una diferencia de cara a los demás y mandas el mensaje de que estás cambiando", nos cuenta vía telefónica.
Cree, además, que este tipo de cambios repentinos tras una ruptura no solo nos pueden ayudar a sentir que volvemos a tener el control sobre nuestras vidas, sino que también guardan relación con la necesidad del ser humano de rituales de paso. "Vivimos en una sociedad que cada vez presta menos atención a estos rituales, pero nos ayudan a marcar etapas y despedirnos de unas cosas y dar la bienvenida a otras".
A recorrer países
Sebastián P. trabajaba como dentista y vivía en una buena zona de Santiago de Chile con su novia y dos mascotas. Sin embargo, esta vida no le hacía sentirse realizado. Con el paso del tiempo, acabó entrando en una depresión. Después su pareja lo abandonó y, de la noche a la mañana, se encontró viviendo en una pensión desde la que iba a trabajar por inercia en algo que no le hacía feliz. Dejó su trabajo en la clínica y decidió gastarse sus ahorros para una casa en dar la vuelta al mundo.
"Me di cuenta de que podía usar esa nueva autonomía y la falsa valentía que da el no tener nada que perder en probar algo que me hiciese volver a sentir", nos cuenta desde el hostal de Barcelona en el que trabaja temporalmente como recepcionista. Dos años después de aquella decisión y tras 20 países visitados, se siente todavía en un paréntesis de su vida que espera poder convertir en el inicio de otra nueva.
Para la psicóloga y coach Maite Finch, actuamos de esta forma porque los cambios a corto plazo más visibles y tangibles, como emprender un viaje, no requieren tanto esfuerzo personal interno. Son acciones de emoción rápida que nos impactan positivamente y por los que es más fácil empezar.
No obstante, Finch nos advierte de que corremos el riesgo de utilizarlos como técnica de evitación. "Si los hacemos por escapar y evitar enfrentarnos a nuestras emociones negativas después vamos a estar igual o peor. Para que vuelva la alegría es necesario dejar que primero aflore la tristeza".
La proeza deportiva
Andréi V. acababa de salir de una relación de cuatro años cuando rescindió su contrato de alquiler y se fue a cruzar Nueva Zelanda en bici. Nunca antes había hecho nada parecido, pero pensó que sería una buena preparación mental para los tiempos de inestabilidad que se le venían encima. También era una forma de recobrar cierta autonomía perdida durante la relación y ponerse un reto: demostrar que no se necesitaba más que a sí mismo para resolver cualquier problema.
Por eso viajó sin tienda de campaña y con un equipaje mínimo. La falta de planificación le puso en serio peligro, llegando a pedalear 15 horas sin nada que comer y bebiendo sólo el agua que encontraba en el bosque. Con aquella experiencia cumplió una parte de sus objetivos: se demostró capaz de hacer cosas que no imaginaba y se mantuvo distraído. Sin embargo, Andréi V. reconoce que llegó a temer por su vida y que su proeza no le hizo superar la ruptura.
Como profesional, Jara Pérez siempre aconseja que en momentos de grandes crisis no se tomen decisiones importantes o, por lo menos, no de forma impulsiva. Según nos explica, son momentos en los que las decisiones racionales se ven muy condicionadas por emociones que lo inundan todo. Sin embargo, el sentimiento pasa y las consecuencias perduran.
En la misma línea, ya hablemos de un corte de pelo o de un viaje por Australia, para Maite Finch lo ideal también sería no hacer grandes cambios hasta cerrar el episodio negativo en cuestión y haber sufrido, gestionado y regulado las emociones.