Hace años que no vas a clase, pero estás en el autobús de camino a un examen. Llegas tardísimo y encima el autobús ha cambiado su ruta sin avisar. Consigues que pare y te bajas para ir corriendo a la facultad, a pesar de que vas descalzo. De hecho, vas desnudo. Cuando llegas, no eres capaz de encontrar la clase y además tus compañeros no saben de qué examen hablas.
Es habitual soñar que llegamos tarde a un examen o a una prueba importante. Con variantes, este sueño es casi universal, igual que soñar que estamos desnudos, que se nos caen los dientes o que nos caemos. ¿Por qué hay tanta gente que ha soñado alguna vez lo mismo aunque no sea nada habitual salir a la calle sin pantalones?
El sueño del examen y la simulación de amenazas
De los sueños sabemos poco, comenta a Verne el doctor Francisco Javier Puertas, miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Sueño (SES) y responsable de la unidad del sueño del Hospital de Lieja (Bélgica). Pero sí sabemos que dormir y soñar “tienen un papel importante en la regulación de las emociones y en la consolidación de la memoria”.
Una de las hipótesis más aceptadas considera los sueños como “un mecanismo adaptativo. Facilitan a nuestro cerebro la gestión de las emociones y nos ayudan a enfrentarnos a situaciones nuevas”.
Según esta “teoría de simulación de situaciones amenazantes”, cuando soñamos ensayamos situaciones y escenarios. Si estamos preocupados por el trabajo, por ejemplo, a lo mejor soñamos con una situación en la que todo sale mal para intentar ensayar y anticipar nuestras reacciones. ¿Sonará el despertador? ¿Estaremos preparados a tiempo? ¿Sabremos encontrar el sitio? ¿Lograremos expresar nuestras ideas? Puertas también relaciona las ensoñaciones en las que vamos sin ropa o en ropa interior con el síndrome del impostor, es decir, el miedo irracional a que alguien identifique nuestros logros como inmerecidos y fruto del azar.
“Nos enfrentamos a miedos y a preocupaciones”, explica Andrea Murru, psiquiatra de la Unidad del Sueño del Hospital Clínic de Barcelona. Por eso es frecuente que estos sueños aparezcan en momentos de estrés.
¡Se me están cayendo los dientes!
No hace falta haber ido a clase para tener sueños que respondan a la teoría de la simulación de amenazas. “Hace siglos alguien podría soñar que llegaba tarde a una audiencia real”, explica Murru, que recuerda las sociedades occidentales son cada vez más homogéneas y que por eso “cada vez compartimos más imágenes".
Más allá del contenido, "hay una base que es la vivencia emocional que el sueño conlleva”. El psiquiatra compara los sueños con leer a Shakespeare: la ambientación puede cambiar, “pero los grandes conflictos son siempre los mismos”.
Murru también apunta que muchos de estos escenarios no son recientes, como en el caso de soñar que se nos caen los dientes. “Estos sueños arquetípicos están presentes en todas las culturas --resume Puertas-- porque proyectan nuestros miedos ancestrales”.
¡Me persiguen!
Un 6% de los adultos tiene una pesadilla al mes y entre un 1% y un 2% sufre “pesadillas frecuentes”, que pueden llegar a darse cada semana, según datos que recoge Alice Robb en su libro Why We Dream (¿Por qué soñamos?). “El escenario más común de una pesadilla es el de la persecución, seguido del ataque”.
Según escribe la periodista en su libro, las emociones más habituales mientras soñamos son “miedo, impotencia, ansiedad y culpabilidad”. Este hecho refuerza la mencionada teoría de la simulación de las amenazas: nos preparamos para escenarios difíciles.
Caer y despertar
Soñar que uno vuela o se cae tiene otra explicación, apunta Puertas. En la transición entre el sueño y la vigilia se pueden solapar experiencias oníricas. Es decir, aún no estamos despiertos o dormidos del todo y quedan imágenes y sensaciones de los sueños. En estos momentos a veces se pierde la sensación táctil de estar apoyados sobre un colchón y nuestro cerebro interpreta que nos estamos cayendo. O que estamos volando.
No es el único caso en el que la fisiología puede influir en el contenido del sueño: Murru explica que tener sed puede llevar a soñar con el desierto o con un incendio, por ejemplo. “El cuerpo va incorporando información mientras dormimos”.
Y, claro, por eso a veces soñamos que estamos buscando un cuarto de baño.
Los sueños y la creatividad
Robert Louis Stevenson soñó con la transformación del doctor Jeckyll y Mister Hyde y Mendeleyev soñó con la organización de su tabla periódica después de haber cometido el error de pasar tres días trabajando sin apenas dormir. No es raro que muchos artistas y científicos hayan encontrado la solución a un problema tras unas buenas horas de sueño, recuerda el doctor Francisco Javier Puertas, miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Sueño, ya que mientras dormimos, nuestro cerebro se entrena para enfrentarse a diferentes problemas.
No se trata de ningún método místico: cuando dormimos y soñamos, asociamos ideas. Como recuerda Matthew Walker en Why We Sleep (Por qué dormimos), nuestro cerebro está más activo durante la fase REM del sueño (cuando soñamos) que cuando estamos despiertos. Durante esta fase se activan las regiones visuales, motoras, emocionales y autobiográficas, pero se desactivan las del pensamiento racional. Alice Robb explica en Why We Dream (Por qué soñamos) que esto ayuda a que consideremos ideas "que de otra forma rechazaríamos" y nos enfrentemos así "a verdades emocionales a las que nos resistiríamos en otra situación”.