Recuerdo la primera vez que me pasó, hace ya unos cuantos años. Desperté de una siesta en casa de mis padres. Estaba de lado, mirando al respaldo del sofá. Y no podía moverme. Nada: ni darme la vuelta, ni mover los brazos, ni girar la cabeza. Ni siquiera podía gritar, y ganas no me faltaban. Solo podía mover los ojos.
No sabía qué me ocurría, pero en ese momento lo que más miedo me daba era que mis padres no se dieran cuenta de que ya estaba despierto y pasara horas inmóvil, con la mirada fija en el respaldo del sofá, antes de que nadie llamara a un médico.
Al cabo de unos segundos pude moverme de nuevo.
Lo que me había pasado no era nada raro, a pesar de aquel mal rato de angustia: fue un episodio de parálisis del sueño. Tal y como explica a Verne el doctor Francisco Javier Martínez Orozco, de la unidad del sueño del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, esta parálisis transitoria no es más que “un despertar incompleto” que se produce durante la fase REM del sueño.
Una de las características de esta fase es “la ausencia de tono muscular. Hay una parálisis de la musculatura estriada, que es la que permite los movimientos”. Siguen funcionando, claro, músculos como los que permiten nuestra respiración, pero por lo demás “estamos completamente paralizados. No está claro por qué se produce, pero podría ser para protegernos del contenido del sueño”. Así no nos hacemos daño si nos movemos mientras pasamos por una pesadilla.
En ocasiones despertamos antes de recuperar el tono muscular, y es cuando ocurren estas parálisis del sueño. Además, “frecuentemente se da una sensación de peso en el pecho, que se produce porque tenemos los músculos de las costillas paralizados”. No solo eso: “No es raro que haya alucinaciones”, que pueden ser tanto visuales como auditivas y táctiles. “El cerebro sigue procesando imágenes del sueño, que se superponen a las imágenes reales”.
Es muy divertido, como se puede apreciar.
Que no cunda el pánico
Pero no hay nada que temer. La parálisis del sueño es inofensiva. Y, por suerte, breve: “Normalmente dura pocos segundos. La recuperación es rápida y espontánea”. Eso sí, “cuanto más se angustia uno, más puede durar”. No más de uno o dos minutos, aclara el doctor, pero, como es comprensible, “se hacen eternos. Uno no sabe qué está pasando, si se está quedando paralítico o se está muriendo”.
Cualquiera puede pasar por algún episodio de este tipo a lo largo de su vida. Según escribe el psicólogo Richard Wiseman en su libro Paranormality, hasta un 40% de las personas explica haber pasado por una experiencia similar.
Aunque lo normal es que se trate de episodios aislados, la gente con un sueño más inquieto puede ser más propensa a pasar por esta divertida experiencia. “Cuando se dan microdespertares durante la fase REM, podemos pasar por una parálisis del sueño”, añade el doctor Martínez Orozco. El estrés no ayuda: “Cualquier circunstancia estresante puede propiciar que haya más microdespertares a lo largo de la noche”.
No suponen ni un peligro ni un problema. Con una excepción: pueden ser un síntoma de la narcolepsia. “En este caso no son esporádicas, sino muy frecuentes y asociadas a alucinaciones muy complejas”.
Es decir, las parálisis del sueño no tienen más consecuencia que el mal rato y “revierten esporádicamente”. Martínez Orozco recuerda que cuanto más nos angustiemos más durarán, así que lo mejor es intentar relajarse. Si dormimos con alguien y sospechamos que le está ocurriendo algo así -tiene los ojos abiertos, pero no se mueve- podemos ayudar: “Basta con tocarle para que recupere el tono muscular de forma casi instantánea”.
Para prevenir estas parálisis en caso de que estemos pasando por una pequeña racha de despertares incompletos -que puede pasar-, lo mejor es evitar cualquier excitante que pueda interferir o alterar el sueño, como el café, el té, los refrescos con cafeína y el chocolate. También es recomendable mantener una higiene del sueño correcta, con regularidad en las horas y evitando el uso de las pantallas antes de dormir.
Posesiones demoniacas
El doctor Martínez Orozco comenta que algunos de sus pacientes le han contado que creían ser víctimas de posesiones demoniacas tras haber pasado por uno de estos episodios. Algunos, por ejemplo, veían a sus abuelos ya fallecidos en el umbral de la puerta, mientras no podían moverse. Además de eso, “al no tener referencias visuales podemos tener una sensación de pérdida de contacto con el colchón”, lo que nos daría la impresión (pausa dramática) “de estar flotando por encima de la cama”.
No se trata de anécdotas aisladas: como escribe también Wiseman en Paranormality, lo que ahora llamamos parálisis del sueño a menudo se ha interpretado como una prueba de la existencia de demonios, fantasmas y alienígenas que nos visitaban durante la noche.
Esto incluye a los íncubos, un demonio con forma masculina que se colaba en casa por las noches y, por decirlo con la expresión suave del diccionario de la RAE, “tenía trato carnal con una mujer”. Para evitar que se su víctima se moviera, escribe Wiseman, el demonio se sentaba sobre su pecho, como se ve en La pesadilla, el cuadro de Johann Heinrich Füssli que ilustra este artículo.
Wiseman explica que estas criaturas existen en muchas culturas. En Alemán son los mare o Alpdruck (presión de duende), en Checoslovaquia son las muera y los franceses los llaman cauchemar, palabra que además de significar pesadilla, literalmente sería “presión de un fantasma”. Esa terminación es también la del nightmare inglés, palabra que no significa "yegua de la noche", sino "demonio nocturno".
¿Y en español? No hay espectros en la palabra “pesadilla”, pero según la RAE, el término es un diminutivo de “pesada", que a su vez quiere decir “opresión del corazón y dificultad de respirar durante el sueño”.
Pero, vamos, que nadie se preocupe: la parálisis del sueño es inofensiva y no la causa ningún demonio. Eso es lo primero que tienes que recordar si despiertas paralizado y a tu lado tienes a un familiar que murió hace años. Tranquilo. O durará más.
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