Lo diré pronto: el idioma es como el amor. Se hace. O para decirlo de otro modo: se construye; y para bien o para mal lo construimos entre todos. Nuestra, exclusivamente nuestra, es la responsabilidad de acariciarlo y brizarlo (acunarlo) o de maltratarlo y triturarlo. Lo digo por la inveterada costumbre española del ‘que inventen ellos’ o de escurrir el bulto criticando y aun critiquizando (abusando de la crítica) a nuestra tricentenaria y benemérita Real Academia Española (la única de las reales academias así adjetivada, por cierto).
Nuestro diccionario ¿es sexista, racista, misógino? El pan no engorda: engordas tú. Las palabras no son sexistas, racistas o misóginas: lo eres tú. Con las palabras seducimos y hasta conseguimos una hipoteca, pero también zaherimos. Imagino nuestro DRAE como un cajón del que entran y salen palabras siendo nosotros, los hablantes, quienes con nuestro uso o desuso fijamos su suerte: entre la primera y la última edición hay una diferencia de más de 50.000 palabras: muchas nacen y muchas mueren: nosotros las traemos al mundo, nosotros las condenamos al olvido
Es verdad que a veces la Española anda remisa u olvidadiza para incluir términos de uso más que común, cosa que, como no podía ser de otra manera, poco importa al hablante (citemos algunas palabras que no aparecen en el diccionario, pero están presentes en nuestro lenguaje habitual: madridista, chuche, ricachón o cornalada) y que otras veces encontramos palabras hijas de su tiempo, de una sociedad que –espero- ya no somos (periquear, hazana). Y también nos topamos con palabras (condenadas a desaparecer, cierto) tan absurdas como pasagonzalo, buzcorona o clinero; o con definiciones hilarantes del tipo de capetonada: vómito violento que ataca a los europeos que pasan la zona tórrida o ajear: dicho de una perdiz: Repetir, como quejándose, aj, aj, aj, cuando se ve acosada.
Tengo la impresión de que estamos dentro de un círculo vicioso: leemos mal, escuchamos mal, escribimos mal y hablamos mal. Un vocabulario escaso nos aboca a un pensamiento romo. Opino como San Juan: al principio fue el verbo. Y a diferencia de Gandhi creo que si cuidas tus palabras cuidarás tu pensamiento.
Puedes comenzar cuidando estas 23.
1. Apotropaico, ca. Dicho de un rito, de un sacrificio, de una fórmula, etc.: Que, por su carácter mágico, se cree que aleja el mal o propicia el bien.
2. Bienquisto, ta. De buena fama y generalmente estimado.
3. Cerúleo, a. Dicho del color azul: Propio del cielo despejado, o de la alta mar o de los grandes lagos.
4. Decumbente. Persona que yace en la cama o la guarda por enfermedad. Llegó tarde al colegio porque estaba decumbente y se quedó albanado (dormido).
5. Egresar. Salir de alguna parte. Aunque todos ingresamos de vez en cuando en algún sitio, no nos atrevemos a egresar y preferimos simplemente salir.
6. Filis. Habilidad, gracia y delicadeza en hacer o decir las cosas.
7. Glabro, bra. Calvo, lampiño. Como el glabro de la lotería.
8. Hebdómada. Espacio de siete años. Las setenta hebdómadas de Daniel. También, semana.
9. Íncola. Habitante de un pueblo o lugar.
10. Jingoísmo. Patriotería exaltada que propugna la agresión contra otras naciones.
11. Leticia. Alegría, regocijo, deleite. Y letífico: que alegra.
12. Morigerado, da. Bien criado, de buenas costumbres.
13. Nesciencia. Ignorancia, necedad, falta de ciencia.
14. Ojizarco, ca. Que tiene los ojos azules.
15. Prónuba. Madrina de boda.
16. Quirurgo. Cirujano.
17. Regolaje. Buen humor, buen temple de una persona.
18. Satis. Vacación, especialmente de estudiantes.
19. Tribadismo. Lesbianismo.
20. Uxoricidio. Muerte causada a la mujer por su marido.
21. Vagido. Gemido o llanto del recién nacido.
22. Yactura. Quiebra, pérdida o daño recibido.
23. Zurupeto. Intruso en la profesión notarial. Corredor de bolsa no matriculado.
(Miguel Sosa es el autor de El pequeño libro de las 500 palabras para parecer más culto).
* También puedes seguirnos en Instagram y Flipboard. ¡No te pierdas lo mejor de Verne!