Squirt, BDSM, footjob, garganta profunda, la cruz noruega... son algunos ejemplos de cosas "novedosas" que se pueden hacer en el sexo. A poco que uno esté mínimamente interesado en el tema, encontrará muchos artículos que nos animan a probar placeres varios y diversos. Estas nuevas prácticas nos ayudarán, supuestamente, a llevar nuestra vida erótica a otra dimensión. Y es que toda idea parece buena si sirve para innovar en el sexo y no caer en la rutina, maldita palabra cuando se relaciona con los asuntos de cama.
Tras épocas en que el sexo tenía un único fin reproductivo, los años 60 del pasado siglo nos trajeron la reivindicación del sexo fuera del matrimonio y del placer como un objetivo legítimo. A esa revolución sexual se le suma, ahora, animar a probar nuevas prácticas. "Se está dando una revolución sexual en toda regla, las personas tienen ganas de abrirse a la sexualidad y de probar cosas nuevas", cuenta a Verne Ángela Sánchez de Ibargüen, psicóloga y sexóloga.
El sexólogo Iván Rotella pone fecha de inicio a esta tendencia: "La aparición del fenómeno 50 Sombras de Grey que parecía invitarnos a todas las personas a tener habitaciones con ambientación BDSM (sin saber realmente qué era eso) y a probar todo tipo de prácticas eróticas para no ser convencionales y aburridos". Recordemos que la publicación del libro trajo un importante aumento en las ventas de estos productos en tiendas especializadas. Pero ¿se nos está animando, quizás, por encima de nuestras posibilidades? ¿Estamos innovando bien?
En primer lugar, cabría matizar qué es innovar, porque hacer cada día una postura diferente no lo es. Eso significaría continuar enfrascados en el coitocentrismo que, como explicamos en este artículo, se trata de una concepción de la sexualidad enfocada hacia lo genital. Explorar el vasto territorio erótico implica probar otros juegos, otras sensaciones, otros sabores... ¡Incluso el Kamasutra habla de muchas más cosas y no solo de posturas!
Además, como explican los dos expertos consultados, hay una tendencia actual a ver el sexo como un objeto de consumo. Según Ángela Sánchez de Ibargüen, "parece ser más 'moderno' aquel/aquella que conoce más términos, más etiquetas y presume de realizar más peripecias cuando lleva a cabo su relación sexual".
Una muestra de esto último sería el documental de Netflix Liberated: The New Sexual Revolution, que muestra a un grupo de jóvenes en un festival de música a quienes solo parece importarles contar con cuántas se lían y qué "hitos sexuales" alcanzan. El sexo se convierte en algo más a devorar (junto con alcohol y drogas) y no es visto como parte de una relación emocional. Si a esto se le suma una visión machista de las relaciones, el cóctel final no es nada recomendable.
Visibilizar otras opciones y ampliar posibilidades de placer es positivo. Pero, según Iván Rotella, lleva aparejado el riesgo de "intentar innovar no porque te apetezca, sino porque toca, por parecer una persona moderna. Claro que si te apetece incorporar algún producto o juguete puede ser estupendo. Pero lo importante no es ese complemento, lo principal sigue siendo tu piel y su principal motor, el deseo".
Innovar o no innovar, esa es la cuestión
A pesar de toda esta propaganda por reinventarnos, no a todas las personas les gusta probar cosas nuevas. Ya sea por desconocimiento de otras posibilidades, por miedo a lo nuevo o por simple comodidad, a veces el sexo se queda en más de lo mismo. "Sigue habiendo mucha falta de educación y, en algunos casos, miedo a abandonarse al placer y conflictos interiores con la forma de entender el sexo", apunta Ángela Sánchez de Ibargüen.
Pero hay que tener en cuenta, como señala Iván Rotella, que "cualquier práctica erótica, repetida constantemente, acaba aburriendo y perdiendo su interés y su atractivo. Es cierto que no es necesaria mucha variedad si tu deseo está focalizado, pero el placer erótico ofrece un mapa tan amplio de posibilidades tanto conocidas como por descubrir que no explorar puede parecer un desperdicio".
Vivir el sexo de forma positiva y satisfactoria es, sobre todo, cuestión de actitud. Esta idea es la que refleja el movimiento sex-positive. Carol Queen, sexóloga norteamericana que lleva 30 años usando este concepto, define ser sex-positive como una actitud abierta, respetuosa y positiva hacia el sexo. No tiene que ver con lo que se hace o no se hace en la cama, sino con la forma como se entiende la diversidad y los derechos sexuales.
Ahí tienen cabida todo tipo de personas que comparten, además, el denominador común de vivir la propia sexualidad de forma sana, entendiéndola como un elemento más de crecimiento y satisfacción personal.
Compartiendo esa actitud positiva, luego nos encontraremos con personas más o menos exploradoras en su particular viaje sexual. Habrá quiénes no salgan de su casa, algunos que querrán conocer Europa y otros que darán la vuelta al mundo. Iván Rotella concluye: "Todos los viajes son perfectos cuando se hacen por gusto, sin presiones y cuando, además, sabemos que existen otros destinos, por si nos apetecen".
De exploración
¿Y por dónde empezamos? El campo de trabajo es el cuerpo de cada uno. Así que antes de embarcarse en expediciones que impliquen a otra(s) persona(s) lo primero es conocerse a uno mismo, tanto a nivel mental como físico. Los múltiples artículos con placeres varios y diversos pueden darnos ideas, pero si no nos conocemos, no podremos discriminar qué puede servirnos y qué no.
La autoexploración física busca conocer nuestro propio cuerpo y sus sensaciones. Pero hay que hacerlo teniendo en cuenta, como decíamos, que el sexo – y el placer – no está solo en los genitales.
Las fantasías eróticas nos darán una pista de por dónde van nuestras inquietudes. Películas y libros nos pueden ayudar en esta tarea. Y para conocernos bien, dejemos que la imaginación vuele libre. El freno ya lo pondremos al aterrizar en la realidad y valorar qué se quiere probar y cómo.
Luego, partiendo de uno mismo, se pueden compartir juegos y sensaciones con otros. "Abandonarse al placer sin miedos, descubrir, quererse a sí mismo, relacionarse de forma saludable, conocer y conocerse", apunta Ángela Sánchez de Ibargüen. Y si después de todo eso, uno prefiere quedarse con el misionero, adelante, "puede tener un disfrute y gozo pleno".