La irrupción de Vox en el escenario político español ha trastocado la campaña electoral del 28 de abril y la estrategia de comunicación de muchos partidos. Parte de su impacto se debe a su estrategia de comunicación en redes sociales, que busca llamar la atención y causar indignación para amplificar su mensaje.
La conversación en redes se centra en Vox más de lo que podría parecer si tenemos en cuenta que es un partido sin representación en el Parlamento. Se han publicado casi 3 millones de tuits durante el último mes mencionando a este partido, según datos de Digimind. Por comparar, 2 millones de tuits mencionan al PSOE y otros 2,2 millones al PP. Y no es solo Twitter: con más de 200.000 usuarios, Vox es el partido político más seguido en Instagram.
Su estrategia ha sido comparada por analistas con los tuits de Donald Trump en Estados Unidos. De hecho, Rafael Bardají, miembro de la ejecutiva de Vox, contaba a EL PAÍS antes de las elecciones andaluzas que se reunió con Steve Bannon, jefe de campaña del presidente de Estados Unidos: “Nos ofreció su aparato tecnológico para movernos en las redes sociales con los mensajes adecuados, probar ideas y hacer una campaña electoral al estilo americano”. (Nos hemos puesto en contacto con Vox para elaborar este artículo, pero el partido ha optado por no contestar).
“Trump usa las redes sociales para controlar el ciclo de la información”, contaba en Twitter George Lakoff, profesor de Lingüística en la Universidad de California, en Berkeley, y autor de No pienses en un elefante. En este libro analiza cómo el lenguaje político activa marcos mentales que evocan valores concretos.
En enero del año pasado, Lakoff detalló las cuatro estrategias de Trump en Twitter: el marco preventivo —ser el primero en dar un marco a una idea—, la distracción —desviar la atención sobre los asuntos reales—, la desviación —atacar al mensajero— y el globo sonda (poner a prueba la reacción pública).
Para Cristina Monge, politóloga de la Universidad de Zaragoza, la estrategia de Vox en redes es similar a la de Trump, sobre todo desde la campaña electoral andaluza: “Todos reaccionamos a la barbaridad del día de Vox, ya sea sobre los inmigrantes o sobre la Reconquista”, del mismo modo que en Estados Unidos se responde al tuit que publica Trump cada mañana. ¿Hay más paralelismos en los cuatro puntos que destacaba Lakoff?
El marco preventivo y las burbujas reforzadas
Según Lakoff, Trump a menudo quiere sentar los términos del debate incluso antes de que este exista. Cita como ejemplo un tuit en el que el presidente decía que los demócratas habían perdido las elecciones por un amplio margen, lo que no es cierto.
¡La única razón por la que se habla del hackeo de la muy mal defendida Convención Nacional Demócreata es porque la derrota de los demócratas fue tan grande que están totalmente avergonzados!
Pero, como recuerda el analista político Antoni Gutiérrez-Rubí, “incluso cuando niegas la acusación o la provocación, lo que haces es alimentar ese marco”. Es decir, se acaba hablando de lo que quiere Trump (o Vox, o el político de turno) y en los términos que él considera adecuados.
Otro ejemplo de estos intentos de enmarcar el debate se da cuando Vox ataca al feminismo y lo presenta como supremacista. En una línea similar, también hablan de la “dictadura progre”. Negar estas provocaciones solo lleva a que se refuerce el marco que han presentado, apunta el analista.
“El objetivo de Vox no es ganar el debate, sino marcarlo”, recuerda Edgar Rovira, politólogo especializado en comunicación pública. Y añade que Vox se beneficia del hecho de que las redes sociales premian las interacciones con visibilidad, aunque estas sean negativas. Las reacciones airadas hacen que se difunda aún más su mensaje.
“Una parte del éxito de Vox no es solo mérito suyo, sino consecuencia de los errores de sus adversarios”, explica Gutiérrez-Rubí. “Vox estimula la reacción de los demás, para luego presentarse como víctima de esa respuesta”. Estos mensajes ayudan a crear lo que este analista describe como “burbujas reforzadas”, en referencia al término filtro burbuja acuñado por Eli Pariser, que se refiere al hecho de que en redes sociales estemos expuestos sobre todo a mensajes con los que estamos de acuerdo.
No solo influye el contenido de los tuits, sino también que tanto Vox como sus líderes siguen y retuitean a tuiteros anónimos, práctica nada habitual en el resto de formaciones. Esto provoca “sentimiento de pertenencia”, apunta Gutiérrez-Rubí, y lleva a que las burbujas funcionen casi como un enorme grupo de WhatsApp.
La distracción como arma para llamar la atención
Lakoff pone un ejemplo de cómo Trump usa la distracción: un tuit publicado en plena investigación sobre las interferencias rusas en las elecciones estadounidenses se centraba en el discurso de Meryl Streep en los Globos de Oro de 2017. El debate y muchos titulares dejaron de ser sobre la investigación para centrarse en esta respuesta de Trump, que llamó “sobrevalorada” a la actriz.
Vox hizo algo parecido, salvando las distancias, con un tuit sobre la conquista de Granada. Durante unas horas ya no se hablaba de sus propuestas ni de la campaña electoral andaluza, sino sobre historia y si tenía sentido seguir usando términos como “Reconquista” o “invasor musulmán”.
“La mayor palanca de Vox ahora mismo es que todos les estamos haciendo caso y ellos saben que son una noticia que genera audiencia. Y cuanto más gorda la digan, más caso les vamos a hacer”, explica el sociólogo Jorge Galindo.
Un descontento canalizado hacia los demás
Vox y Trump usan la estrategia de atacar al mensajero cuando califican de fake news toda la información que no les deja en buen lugar. Vox habla, por ejemplo, de los “medios progres”, término comparable a los liberal media a los que Trump se refiere a menudo.
Coincide Monge, que apunta que el carácter provocador de Vox “recoge el descontento de mucha gente contra lo establecido”, una especie de élite difusa en la que estarían “medios, empresas, ONG y partidos políticos”, entre otros actores sociales de los que muchos recelan.
Globos sonda: ¿propuestas o provocaciones?
Lakoff recuerda un tuit en el que Trump planteaba la posibilidad de incrementar la capacidad nuclear de Estados Unidos. Se trataba en su opinión de un globo sonda: lanzar una idea descabellada, para ver si encuentra una reacción favorable.
En opinión de Jorge Galindo, Vox recurre constantemente a esta técnica. “Se vio por ejemplo en las elecciones andaluzas con el tema de la ley de la violencia de género, con el que establecieron un marco que ellos piensan que les es ventajoso”.
Monge y Rovira apuntan que lanzan estos globos sonda con otros temas que ellos tienen identificados como efectivos para llamar la atención, como la unidad de España y la inmigración.
La función principal de sus propuestas es la de “ver cómo responden partidos y medios”, en un comportamiento que Galindo compara al de los troles clásicos de Internet.
¿Demasiada atención?
Monge entiende la atención que se le dedica a esta formación: es excesiva si tenemos en cuenta las encuestas e incluso los resultados obtenidos hasta ahora, pero no tanto si valoramos “el impacto en el resto de partidos”. De hecho, la estrategia de comunicación de Pablo Casado y el PP también está siguiendo un modelo similar, un movimiento que Galindo advierte que es peligroso: “Les están regalando el marco”.
Todo esto viene reforzado por el uso cada vez mayor de las redes en la comunicación de todos los partidos. Galindo recuerda que las redes refuerzan las cámaras de eco, el peso de las emociones y las posiciones maximalistas e identitarias, en las que los adversarios políticos son “abominables”. No es algo que solo pase en España y Estados Unidos, también ocurrió en Brasil, donde Jair Bolsonaro ganó las elecciones con mucha comunicación en redes y WhatsApp, por donde además se difundieron muchísimos bulos.
¿Nos acostumbraremos a estas provocaciones constantes? Para Galindo, si Vox no es necesario para la investidura o gana el bloque de izquierdas, su capacidad para llamar la atención se verá mermada. En cambio, Gutiérrez-Rubí opina que la puesta en escena en el Congreso le puede favorecer a la hora de intentar condicionar la agenda pública. Rovira también tiene dudas acerca de la evolución del partido: “Por sentido común, deberíamos pensar que cuando entren en las instituciones moderarán su discurso, porque es lo que suele pasar. Pero, por ejemplo, con Trump, Orban y Salvini no ha sido así”.
¿Hay que alimentar al trol?
La comparación de Vox con los troles de Internet que hace el sociólogo Jorge Galindo no es accidental: si, como dicen los expertos, su principal objetivo es llamar la atención, ¿qué debería hacer alguien que quiera oponerse a su mensaje?
El experto en comunicación política Edgar Rovira explica que “entrar en el debate con los términos que plantea Vox es un error”. Lo que no está tan claro es si la mejor respuesta es ignorar el debate o, como sugiere George Lakoff, crear un nuevo marco introduciendo conceptos diferentes.
Tanto Rovira como el analista Antoni Gutiérrez-Rubí ponen como ejemplo una campaña de los medios estadounidenses tras las acusaciones de Trump. Se unieron a principios de 2017 con el eslogan “no somos el enemigo”. Lakoff lamentaba en un artículo que no se hubiera recurrido a un debate en positivo, como “protege la verdad”, para no reactivar el marco mental de los medios como “enemigos”: “¡No repitas las acusaciones!", escribía el lingüista. "En lugar de eso, usa tus propias palabras y valores para dar un nuevo marco a la conversación”.