El escritor Boubacar Boris Diop contaba en un artículo para la revista Altaïr que, en una ocasión, un ciudadano europeo, al enterarse de que era senegalés, le respondió con una gran sonrisa que su yerno vivía en Chad, "pareciendo creer que por fuerza debo conocerlo". La distancia entre las capitales de ambos países es similar a la que hay entre Madrid y Moscú.
"¿Debe parecernos divertido?", se preguntaba a propósito de esta anécdota Boubacar Boris Diop, autor de África más allá del espejo. "Sí, si nos apetece, pero no demasiado porque esta imposibilidad de distinguir los contornos de una realidad humana compleja implica los peores prejuicios racistas", respondía.
En Asia y en África hay cerca de una cincuenta países, mientras que en Latinoamérica hay una veintena. Sin embargo, existe la tendencia a reducirlas a grandes bloques. "Hay una etiqueta muy peyorativa de africano para todo aquel de piel negra, del mismo modo que hay una de asiático para chinos, japoneses y personas del sudeste asiático", pone como ejemplos Luis Ángel Sánchez Gómez, antropólogo de la Universidad Complutense de Madrid.
Este tipo de generalizaciones causan efectos sobre las personas que pertenecen a colectivos de origen extranjero. La psicóloga En Wai Zhou Lin, que ha tratado a pacientes de distintos orígenes, habla de una "pérdida de identidad", que muchas veces tiene consecuencias a la hora de "entender y resolver" el presente.
Es el caso, por ejemplo, de Yaiza Ping, una española y china que se crió con una familia adoptiva en el País Vasco. Pese a haberse criado en España, no ha escapado a este tipo de generalizaciones, lo que provocó en ella una "crisis de identidad", agravada por el bullying sufrido de pequeña. Aunque se sincera y reconoce haber contribuido en alguna ocasión a la difusión de estas generalizaciones: "Me ha ocurrido caer en la misma trampa porque he crecido sin referentes", afirma.
Esta joven fotógrafa de 20 años, de origen chino y con nacionalidad española, encarna una España mucho más diversa, donde las generalizaciones responden cada vez menos a la realidad. El territorio cuenta, según los últimos datos disponibles del INE, con 4,6 millones de personas que a nivel administrativo son "extranjeros". Pero, además, ha ido sumando unos 119.000 nacionalizados de media cada año entre 2008 y 2017. Durante este mismo periodo, dos de cada diez nacidos en España tienen al menos un progenitor extranjero, según datos del INE de la última década analizados por Verne.
¿Qué provoca este tipo de generalizaciones? "Es un mecanismo cultural que refuerza la identidad del grupo de referencia y reduce la diversidad de los otros a un modelo de alteridad mucho más manejable. Todo resulta más fácil, aunque sea xenófobo", analiza Sánchez Gómez. Según este experto, la consecuencia fundamental de estas generalizaciones "es la creación de estereotipos e incomprensiones y la articulación de políticas erradas, aunque sean útiles para algunos políticos".
Fernando Barbosa, también antropólogo y especializado en psicología social, ahonda en esta reflexión y señala: "Es un discurso del nosotros contra el vosotros". Barbosa explica que el continente africano es especialmente rico, que en él conviven culturas muy diferentes. Sin embargo, "estos patrones sirven para deshumanizar al otro y facilitar que sea una diana de tus ataques".
Fangmu, ciudadano chino de 38 años residente en Madrid desde 2005, se lo toma con filosofía y propone una solución: "A todos nos puede pasar. Yo no conozco Australia ni Nueva Zelanda y me costaría distinguirlos, por eso es mejor cosas diferentes. La mejor manera para no causar ninguna mala impresión y evitar confusiones es no asumir nada porque cada persona es un mundo. De hecho, hay personas que son dos mundos, como el caso de muchos inmigrantes o la segunda generación de inmigrantes que cabalgan entre dos culturas"
Entre las causas de estas generalizaciones, Bryan García, de 26 años y origen colombiano, habla de "falta de diversidad en tu zona de confort". De hecho, nos cuenta que, en su caso personal, le han confundido con dominicano, cubano, estadounidense, marroquí o africano. Este tipo de problemas se alimenta de una escasa exposición e interacción con el otro. Para romper con esta dinámica, Bryan García cree que es muy útil que se celebren eventos en espacios públicos.
Un modelo de éxito reciente es el Año Nuevo Chino del barrio madrileño Usera, subraya Barbosa, donde "no cabía un alfiler". Barbosa habla del conocimiento mutuo como mecanismo para superar las tensiones entre quienes abrazan la diversidad y los que la temen por ver amenazados sus privilegios. "Nuestras biografías están llenas de accidentes. No vamos a estar de acuerdo en todo, pero somos capaces de pensar, de evitar el estigma".
La afrofeminista Desirée Bela-Lobedde, por su parte, echa en falta que la información sobre países africanos tenga más profundidad. "La información que nos llega es muy sesgada y parcial, y presentan a las personas de ese continente como una masa uniforme". Es lo que pretenden algunos proyectos, como el blog África no es un país, pero es un propósito que aún queda lejos de cumplirse en la información generalista.
Para superar estas concepciones, apunta a la importancia del conocimiento mutuo: "Hay que entender que las personas tenemos identidades diversas, que no somos una cosa o, por exclusión, otra. Nuestra personalidad está formada por un cúmulo de cosas. Las vías de esa concienciación son hablar, escuchar, aprender y desaprender", afirma la autora de Ser mujer negra en España.