“¡Menos pasos!”, “¡Más la derecha atrás!”, “¡Pararse ahí!”. Son frases que los aficionados -y a quienes no lo son tanto- a la Semana Santa sevillana identifican con las órdenes que dan los capataces cada vez que guían un paso. Una terminología con la que este fin de semana se han familiarizado jugadores, no solo de la capital andaluza o de la región, sino de otras zonas de España, que este fin de semana han instalado Chicotaz en sus móviles. En menos de dos semanas, ha superado las 100.000 descargas en Android, superando con creces las expectativas de sus creadores, Ismael Vázquez, Carlos Gamero y Martín Sanz, tres jóvenes sevillanos de 30 años que nada tienen que ver con el mundo de la programación profesional.
“Sabíamos que podíamos tener un tirón de hasta 10.000 descargas, pero hemos superado las 150.000 entre Apple y Android”, explica Ismael Vázquez, farmacéutico y programador de Chicotaz. El juego de estética muy simple consiste en hacer las veces de capataz y completar la estación de penitencia (el trayecto de un paso desde que sale de la Iglesia o hermandad hasta que regresa) sin que este se choque con las aceras, los árboles, contendores, alguna señora despistada o sin acabar con los costaleros "reventados”. Hay 10 niveles, que se corresponden con los diferentes tramos, y la dificultad aumenta conforme se avanza, lo que propicia las risas de los usuarios y que estos se enganchen.
Tanto los pasos, que no se llaman exactamente como los reales para evitar conflictos con las hermandades, como los trayectos son perfectamente reconocibles para los sevillanos. El éxito ha sido tal que este fin de semana, las consultas para ver cómo se podía sortear “a la vieja del Baratillo” o como “avanzar a ciegas por el Arco del Postigo”, monopolizaban todas las conversaciones en los bares de la capital.
En Sevilla, cualquier cofrade ha fantaseado con mandar un paso, pero lo que no podían esperarse sus creadores es que el juego haya interesado en otras zonas del interior de España, a priori, nada vinculadas a la Semana Santa de la capital hispalense. “Atribuimos el éxito a que nadie había hecho, ni existía nada similar”, explica Vázquez. “Pensamos que podía tener tirón, pero no nos imaginamos esto”, añade.
Chicotaz comenzó a pergeñarse hace un año, cuando Vázquez empezó a estudiar programación. “Cuando vi que era capaz de hacer dos o tres cosillas empezamos a plantear un proyecto serio”, señala. Fue en mayo de 2018 cuando él y sus dos amigos del instituto, Carlos Gamero, recepcionista de hotel y responsable del diseño gráfico, y Martín Sanz, técnico de sonido municipal en Almendralejo, y responsable de la música y la parte sonora, se pusieron “a trabajar a tope”, utilizando los sistemas de programación más sencillos y básicos del mercado: Unity, Photoshop, Illustrator… Ya han amortizado el coste del proyecto y los beneficios que están obteniendo, de momento, son bajos. Ellos reconocen que no idearon el juego para ganar dinero.
Un grupo reducido de amigos colaboró con las voces de los capataces. “El resultado es artesanal pero muy digno”, dice Vázquez. La buena acogida les ha obligado a avanzar en mejoras a marchas forzadas para poder incluir novedades de cara a Semana Santa.
“Acabamos de publicar en el Facebook una encuesta para votar qué nuevo paso quieren que incorporemos y nos estamos plateando insertar un ranking para que la gente se pique”, cuenta el programador. El hecho de que el futbolista Joaquín, con seis millones de seguidores en redes sociales, o el exportero del Betis, Adrián San Miguel, se hayan hecho eco de Chicotaz en sus cuentas también ha sido una gran publicidad, que ilustra la buena recepción del juego.
Quienes sí les piden consejo a través de redes son los jugadores. “Cómo sortear balcones, qué hacer con el calvo de la calle Sierpes… Solemos contestar a todo el mundo”, dice Vázquez. No todo han sido alabanzas. Algunos aficionados cofrades ya les han llamado la atención sobre alguna terminología incorrecta que utilizan los capataces, “pero de buen rollo”, reconoce el farmacéutico, que tiene en mente otras ideas relacionadas con La Feria. “Pero ahora estamos desbordados, no nos da tiempo”. Habrá que esperar.