Gary Bedell nació en Canadá en 1954, aprendió español de joven y desde 1988 trabajaba en el Servicio Diplomático de su país. Durante la Exposición Universal que se celebró en Sevilla en 1992 fue parte del personal directivo del pabellón de Canadá en la capital de Andalucía.
Al tiempo que los seis meses de la Expo 92 se desarrollaban dentro de la isla de la Cartuja de Sevilla, el directivo canadiense iba mirando cada vez más hacia fuera. Poco a poco, empezó a salir de costalero en la Semana Santa, descubrió las marcas andaluzas de cerveza, se hizo frecuente verlo callejeando por el centro de la ciudad. Ha vivido durante más de 20 años en España y ha declarado en alguna entrevista: “Los andaluces tenemos de todo”. Bautizado Gary en su nacimiento, Bedell ha terminado siendo conocido como Guiri en el ambiente local sevillano. Se apropió del apodo, lo usó con capacidad en su beneficio y durante un tiempo mantuvo como propia la web de viajes por España El rincón del guiri.
Un guiri no es meramente un extranjero, extranjeros son también los inmigrantes y nunca los llamamos así. Un guiri es un extranjero turista que hace un recorrido monumental o festivo por una ciudad y que, incluso, se instala en ella durante años, por ejemplo para su jubilación.
La palabra guiri ha sido presa de corrillo tuitero esta semana y por eso la traemos aquí. Se quejaba el usuario Alex Rawlings de que le parecía un problema que los españoles la usásemos porque (traducimos desde el inglés de sus mensajes) la asociamos al estereotipo de quien se pasea por España comiendo “paella fluorescente”, acudiendo a bares que jamás serían frecuentados por gente local y, en resumen, la usamos como forma de marcar que alguien es ajeno a nuestro grupo y no se integrará en él.
Una palabra que viene de las guerras carlistas
En su origen, bien es cierto, la palabra guiri sí tenía un sentido muy fijado y una marcación poco positiva. La palabra se empezó a usar en el siglo XIX en el contexto de las guerras carlistas. Los carlistas vascos llamaban a sus adversarios, los liberales, guiris. Por eso, aunque hay quien ha relacionado la voz con el turco gaurí (infiel, extranjero), es común derivarla de una abreviación del vasco giristino que sería una derivación a su vez de la palabra cristino, o sea, partidario del bando de la reina María Cristina. Los guiris eran los soldados del frente contrario, y así aparecen en la literatura de fines del XIX.
Es Emilia Pardo Bazán una de las primeras en documentar la palabra en la literatura. Su relato Un viaje de novios (1881) pone esta frase en boca de un vasco, siempre como forma despectiva de llamar a los del bando liberal: “A mí me daba, vamos, tanta tristeza de ver corretear las columnas guiris por aquellos picachos adonde solo subíamos, con la ayuda de Dios, los mozos del país y las fieras de los montes...”. Benito Pérez Galdós, por su parte, también la emplea en Zumalacárregui (1898).
Este ambiente de uso, en que guiri tiene un indudable significado político, da lugar a que la palabra entre en el diccionario de la Real Academia Española en 1925 justamente con esa definición: “Nombre con que, durante las guerras civiles del siglo XIX, designaban los carlistas a los partidarios de la reina Cristina, y después a todos los liberales, y en especial a los soldados del gobierno”.
Pasadas las guerras carlistas, guiri va a ser ya en el siglo XX la voz de jerga para denominar al guardia civil. La transición hacia el significado de “turista extranjero” que le damos hoy es, pues, de la segunda mitad del siglo XX y de hecho se refleja en los diccionarios españoles muy al final del siglo pasado.
Hay otro significado de la palabra guiri; la voz da nombre en la zona almeriense a un tipo de arbusto llamado en otros ámbitos hispánicos retamo o espinillo. Es un significado raro, pero tiene su guiño que en Almería, donde tantas pelis de vaqueros se rodaron en los años sesenta hubiera, a su manera y por vía de la flora, un buen puñado de guiris plantados y una buena cifra de guiris actuando.
Cierto es que cada cual usa la palabra guiri con las connotaciones y el valor que le apetece, y es difícil dar un sentido absolutamente positivo a esta voz. De hecho, los usuarios que respondieron a este mensaje de Rawlings no fueron precisamente conciliadores con él, si bien todos parecían insistir en que guiri no era una palabra insultante.
La propia palabra turista no es insultante, pero si decimos que un espectáculo o un restaurante es para turistas estamos concediendo a esa realidad un valor de poca autenticidad o precio abusivo. Incluso el reciente fenómeno de la turistofobia está haciendo que muchos turistas prefieran ser denominados viajeros. Manejamos las palabras a nuestro antojo: su significado no está fijado para siempre en un mapa de los que usan los guiris. En un país con una economía fuertemente dependiente del turismo, habría que ser necio para no dejar en nuestro corazón un rincón para todo guiri.