¿Hace algún sonido el árbol que cae en el bosque donde nadie puede escucharlo? Las imágenes que David McMillan ha tomado durante los últimos 25 años en la zona de exclusión de Chernóbil recuerdan a esta paradoja budista. El fotógrafo canadiense no es el único, aunque sí uno de los pocos que ha paseado durante todo este tiempo por los espacios abandonados de la ciudad de Prípiat (norte de Ucrania), a 30 kilómetros de la planta nuclear.
"Me encontré con un mundo prácticamente invisible, que se va deteriorado sin que nadie repare en él", dice a Verne sobre la tragedia que ahora recrea con éxito la nueva miniserie de HBO.
En vez de capturar el antes y el ahora de la región maldita, registra "el antes, el después y el mucho después", tras viajar allí de forma recurrente. Su trabajo da un nuevo significado al concepto de naturaleza muerta y se resume en el libro de la editorial alemana Steidl, lanzado a principios de 2019, Growth and Decay: Pripyat and the Chernobyl Exclusion Zone (Crecimiento y decadencia: Prípiat y la zona de exclusión de Chernóbil).
La razón para regresar tantas veces al lugar es la más común que puede argumentar un fotógrafo. "Quería seguir tomando fotos para lograr las mejores imágenes posibles y, de tanto volver, terminé registrando el paso del tiempo", comenta por teléfono.
McMillan, nacido en 1944, pertenece a la generación de la Guerra Fría, para la que la energía nuclear era uno de los temores más comunes cuando se pensaba en el futuro. Al llegar a Prípiat, se enfrentó a ese miedo convertido en realidad: "La primera vez que llegué fue impactante y triste. Había escuelas y apartamentos completamente asolados. Ver esa pesadilla cumplida despertó mi curiosidad".
En sus primeros viajes el fotógrafo tomó precauciones. Pasaba muy poco tiempo en la zona y se hacía acompañar de científicos que intentaban evaluar sin mucho éxito el nivel de radiación, explica. Esa amenaza intangible invade también las imágenes. "Era una sensación extraña, de inquietud y al mismo tiempo de libertad al estar a solas frente a lo que quería fotografiar", recuerda.
La naturaleza se abre paso ante el desastre. David McMillan / Steidl
Un retrato de Lenin entre los escombros de una guardería. David McMillan / Steidl
Las omnipresentes referencias a Lenin de la ciudad fantasma siguen perennes en edificios en los que la decadencia ha hecho estragos. Pero la naturaleza ha ido invadiendo el espacio abandonado tras el estallido nuclear, como puede verse en las fotos más recientes de McMillan. A lo largo de estas décadas, el canadiense ha sido testigo de cómo el ciclo de la vida sigue su curso de una forma muy particular.
Primero fueron los habitantes de la ciudad, que regresaban a llorar su pérdida; luego se acercaron artistas como él, para aportar otra mirada a lo ocurrido; más tarde llegaron los turistas y ahora incluso se organizan raves en la zona. "Ha sido una evolución inesperada. Se ha convertido en una versión tétrica de Disneylandia", comenta.
Desde hace años, él ya no es la única persona con cámara que pulula entre los escombros. "Aparece gente que viene a hacerse selfis para poder decir en redes sociales 'yo estuve allí". El momento en el que confirmó esta extraña deriva fue durante un partido de fútbol que se celebraba en Kiev, a 180 kilómetros de distancia. "El día antes, algunos escoceses seguidores del equipo visitante alquilaron un autobús para conocer la zona afectada por Chernóbil. Fue muy extraño ver a hombres en falda haciendo turismo", confiesa.
Todavía recuerda a las primeras personas con las que coincidió en la ciudad, en los años noventa: "Eran padres y madres de familia, que huyeron con una maleta pensando que iban a ausentarse durante tres días. Una vez encontré a un soldado soviético que, tras la disolución de la URSS, se había quedado en paro. Regresó junto a su padre sin importarle las consecuencias. Vivían tranquilos, haciendo pan y vodka y cultivando miel".
Otra de las cuestiones que se cuelan en estas imágenes en apariencia vacías es la estética como valor políticamente incorrecto. ¿Se puede alabar la belleza de una imagen tomada en estas circunstancias? "Es un asunto que los artistas planteamos a menudo. ¿Acaso no hay belleza literaria en Guerra y Paz de Tolstoi aunque retrate un infierno? Los cuadros de Velázquez son pura belleza, pero muchos de los asuntos que muestra en ellos no son agradables", defiende.
La degradación de los edificios hace que varios componentes se mezclen en el suelo. David McMillan / Steidl
Un colegio abandonado en Prípiat. David McMillan / Steidl
Imagen que ilustra la portada del libro publicado por Steidl. David McMillan / Steidl
El acierto de HBO
La estrategia de programación de HBO para seguir manteniendo el interés del espectador/subscriptor tras Juego de tronos está dando sus frutos. Su miniserie histórica Chernobyl es uno de los éxitos de la temporada. A David McMillan, que conoce bien la historia, también le ha enganchado.
"Hay una gran labor de investigación detrás de ella. Algunos de sus protagonistas son una mezcla de varios personajes que existieron realmente, la estética soviética está muy bien lograda y es fiel a muchos detalles históricos", admite.
El fotógrafo recomienda el podcast de Craig Mazyn, responsable de la serie, en el que explica todo el proceso de producción. "No están intentando hacer caja de una tragedia, sino que son respetuosos con lo que ocurrió. hay licencias creativas, pero hay detalles que son imposibles de confirmar. Nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurrió", dice McMillan.
El antes (1994) y el después (2017) de la planta nuclear. David McMillan / Steidl
Sala de música en 1995 y en 2015. David McMillan / Steidl
Dos imágenes que muestran el paso del tiempo en la zona. David McMillan / Steidl
Hogar en 1994 y en 2016. David McMillan / Steidl
Tienda de libros en 2011 y en 2016. David McMillan / Steidl
La imagen de Marx desaparece en esta escuela. David McMillan / Steidl