Nayib Bukele, el presidente que gobierna El Salvador a golpe de tuit

Con la frase “se le ordena” el mandatario transmite sus decisiones a los ministros para destituir o nombrar funcionarios públicos y acometer obras de infraestructura

“Oficialmente soy el presidente más 'cool' del mundo”, escribió en Twitter

Nayib Bukele durante su juramento como nuevo presidente de El Salvador REUTERS

El 6 de junio, apenas cinco días después de haber asumido la presidencia de El Salvador, Nayib Bukele lanzó una ráfaga de mensajes en Twitter con los que ordenaba a sus ministros destituir a funcionarios públicos nombrados durante la Administración del ahora expresidente Salvador Sánchez Cerén, del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), partido al que antes pertenecía el presidente. Cada trino comenzaba con un “se le ordena” que causó un terremoto institucional que hasta la fecha ha dejado al menos 27 funcionarios desempleados, incluyendo a tres hijos de Sánchez Cerén y varios de sus nietos.

La barrida desató una ola de felicitaciones en Twitter, red social en la que Bukele cuenta con 749.000 seguidores y se mueve con soltura. “Oficialmente soy el presidente más cool del mundo”, respondió el mandatario ante las loas por sus decisiones.

Sus ministros acatan las órdenes sin chistar. “Su orden será cumplida de inmediato Presidente”, respondió también en Twitter Alexandra Hill Tinoco, ministra de Exteriores, tras la orden de Bukele de que removiera de su cargo en la Dirección General de Desarrollo Social a Dolores Sánchez, hija del exmandatario. Bukele retuiteó la respuesta de su ministra y la acción recibió más de 5.000 “me gusta” en la red social.

El pasado 4 de junio, María Chichilco, ministra de Desarrollo Local del nuevo Gobierno, se quejaba también en Twitter de que 18 niños habían fallecido porque dos villas rurales del país no contaban con un puente que las comunicara con un hospital cercano. “Tengo tristeza y rabia”, se quejaba Chichilco directamente a Bukele. “Ministra @MariaChichilco, su solicitud fue atendida por el equipo multidisciplinario del Gobierno. El puente se empezará a construir dentro de 72 horas”, respondió el mandatario en un tuit que superó los 16.000 “me gusta” y registró 2.400 retuits.

Esta forma de gobernar ha generado un terremoto político en El Salvador, un país de 21.000 kilómetros cuadrados y siete millones de habitantes, que durante 30 años estuvo gobernado por la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y la antigua guerrilla del FMLN. Ambas agrupaciones —que durante la guerra civil de los ochenta estaban enfrentadas a muerte— vieron cómo en febrero un joven empresario de la mercadotecnia les arrebataba el poder tras ganar con el 53% de los votos.

“Lo que está haciendo es un acto de transparencia populista que le hace ver como un justiciero que vela por el pueblo, pero en realidad está vulnerando el Estado de derecho, el ordenamiento jurídico y los procedimientos internos de destitución de cada institución”, explica el politólogo Rafael Molina desde San Salvador.

“No pongo en duda la corrupción del FMLN, pero debe de existir un procedimiento de despido para los cargos públicos, no puede ser a través de un tuit del presidente. ¿Por qué mejor no empiezas con una política pública que haga transparente el acceso a estos puestos? Nos puede llevar a lo que es ahora Honduras, Nicaragua o Guatemala”, agrega Molina.

Sin precedentes, Bukele desarrolló una campaña basada casi exclusivamente en las redes sociales, apenas visitando el país o realizando mítines. Su mensaje a través de Facebook Lives, Twitter e Instagram conquistó a una gran masa de seguidores que aplaudieron su falta de etiquetas. El discurso del ahora presidente capitalizó el hartazgo de la población en un país donde la violencia, la corrupción y la pobreza azotan desde hace décadas.

En palabras del periodista de El Faro, Carlos Martínez, se alzó como “el adversario de toda la política que conocíamos”. Su forma de comportarse agarró a los dinosaurios políticos por sorpresa. Aquellos que le criticaron por su lengua afilada, sus gustos caros y aficiones recibieron de Bukele un mensaje contundente: “relajen el pastel”, una contestación que fue ampliamente aplaudida por sus seguidores en Internet.

Desde entonces Bukele se ha convertido en un showman que atrae a miles de jóvenes que ven en él una nueva forma de hacer política. “Está acercando la política al ciudadano a través de las redes sociales, es su sello. Genera emoción y adrenalina ver cómo despide a toda la cúpula del FMLN, también es una buena estrategia para hundirlo, debilitarlo más y salir reforzado”, comenta Rafael Molina.

A pesar de su gran popularidad en redes sociales, su particular forma de gobernar levanta alertas en el periodismo salvadoreño. Bukele es reacio a las críticas y en Twitter hay toda una maquinaria que responde a todo aquel que se decida a criticar al mandatario. Hasta ahora, más allá de sus tuits, el presidente no ha delineado cuál será su plan de gobierno o qué medidas tomará para sacar a El Salvador de la pobreza.

“Preocupa que en estos días de Gobierno solo haya despedido gente por Twitter antes que darnos alguna cifra sobre cómo va a atender el principal problema del país con las pandillas y la violencia”, señala Carlos Martínez quien espera ver al presidente gobernar fuera de las redes.

“No se somete al escrutinio, no permite que lo fiscalicen”, dice la periodista Suchit Chávez. “No creo que vaya a mejorar su relación con la prensa en el futuro inmediato, que vaya a conceder una entrevista”, agrega. La periodista relata que el ahora mandatario no respondió a los cuestionamientos sobre “proyectos fallidos” o el “enorme endeudamiento” que dejó cuando fue alcalde capitalino y tampoco responde por qué ha nombrado a socios, parientes y amigos en su gabinete. “Bukele busca golpes mediáticos. Tuitea cosas que son irrelevantes. Se ve muy fortalecido y eso es lo que él quiere lograr”.