De pequeños, hacer amigos era fácil. Eran tus vecinos, tus compañeros del cole o tus primos, gente de tu edad con la que compartías mucho tiempo y a la que muchas veces bastaba con preguntar directamente si querían ser tus amigos. En la adolescencia y como veinteañero, la situación seguía propiciando la aparición de nuevas amistades: en el instituto, de noche, en la universidad... Sin embargo, una vez cumplidos los 30 mucha gente empieza a sentir que hacer nuevos amigos es casi imposible. Además, muchos de los amigos de toda la vida han empezado a desaparecer, justo como cantaban Celtas Cortos en 20 de abril: "Hoy no queda casi nadie de los de antes, y los que hay, han cambiado".
Un estudio realizado por las universidades de Aalto (Finlandia) y Oxford (Reino Unido) en 2016 confirmó esa sensación de que con la edad se reduce nuestro círculo de contactos. Los investigadores analizaron las llamadas que hacían desde sus teléfonos móviles quienes participaron en el estudio y concluyeron que nuestros círculos de amistades alcanzan su máximo sobre los 25 años. Desde ahí se inicia una caída en picado, especialmente en el caso de los hombres, que mantienen menos amigos conforme se adentran en la treintena. El problema no es solo que perdamos contactos, sino que además no los reponemos.
Natàlia Cantó, experta en sociología de las emociones y profesora en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), también confirma que la sensación de que es más difícil hacer amigos pasados los 30 es cierta. Pero cree que "no tiene tanto que ver con la edad como con las circunstancias de vida". No es que perdamos habilidades sociales, sino que normalmente "empezamos a trabajar de forma regular" y a veces "pasamos de vivir con nuestros padres, por nuestra cuenta o en un piso compartido a vivir con nuestra pareja y/o con nuestros hijos".
Según la investigadora, esto hace que "el horizonte de nuestras responsabilidades" cambie totalmente y "el tiempo que podemos dedicar a cultivar nuevas amistades, e incluso a cuidar las que ya tenemos, sea escaso".
Maternidad y afinidades
Cristina Vidal, psicóloga y directora del centro asistencial Centre PsiCo Lleida, explica que las amistades adultas vienen más de las afinidades que de la casualidad infantil. "Para conocer gente a partir de los 30 es más sencillo buscar personas en contextos afines o que desempeñen roles similares a los nuestros", cuenta. "Si tenemos hijos, con personas con hijos; y si no, con personas sin hijos". Del mismo modo, si por ejemplo se sigue "una vida saludable y se practica deporte", se encajará más "con personas que lleven este estilo de vida".
Borja Carrasco, un madrileño de 35 años, es consciente de que a su edad es más difícil hacer amigos porque socialmente "te relacionas con menos gente". No obstante, cuenta que él lo ha conseguido "a base de ir todos los fines de semana al mismo bar" y encontrarse siempre "con la misma gente". Ahora quedan también fuera de ese contexto: "Salimos a comer y nos invitamos a los cumpleaños y todo", dice.
Otro ámbito en el que pueden surgir amistades a partir de los 30 años es en el trabajo. Aunque la investigadora Natàlia Cantó advierte que "a veces es un entorno tramposo para la amistad", no deja de ser el lugar en el que se pasan más horas cada día. Juan Vázquez, de 45 años, encontró a uno de sus mejores amigos ahí de forma inesperada. "Al principio me caía fatal, cosas del trabajo. Después, empecé a ver que teníamos un sentido del humor parecido, nos reíamos con las mismas cosas y que teníamos intereses similares. Y, charleta a charleta y con tiempo, llegó la intimidad. ¡Y era mi jefe!".
Marta Cabrera es de quienes han encontrado amistades entre otras madres. Esta gallega de 35 años afincada en Zaragoza se rodeó de "otras madres con las que compartir estilo de crianza". Y después, al empezar "el colegio, o la piscina, o música, entre los cientos de padres y madres" con los que se trata, se descubren dos que son afines a una "y surge la amistad".
Antía Paz, también de 35 años, se encuentra en una situación vital parecida. Para ella, "la maternidad es muy solitaria", especialmente cuando no se está cerca de la familia. "Noté mucho la necesidad de crear nuevas amistades", cuenta. Y lo consiguió un poco por casualidad, cuando le regalaron un fular de porteo y no tenía ni idea de cómo utilizarlo. Entonces se apuntó a unas clases en las que no solo aprendió sobre este sistema de transporte que asegura un contacto constante entre el bebé y el adulto, sino que la chica que impartía el curso le explicó que entre todas las madres hacían "un poco tribu". Ahí encontró gente afín y, poco a poco, fue surgiendo la amistad.
Carlos Álvarez, de 46 años, también ha encontrado amistades entre los padres de los amigos de su hijo. Y, además, añade otro matiz: "La idea que tienen de ti los amigos que haces a partir de cierta edad es radicalmente distinta a la de los de toda la vida".
Más improbables, pero más seguras
Estas nuevas amistades de la madurez suelen ser distintas a las de jóvenes. Por lo general, como ya hemos mencionado, son amistades más basadas en afinidades. Pero, además, como explica la psicóloga Cristina Vidal, a esa edad se es "más selectivos" porque cada uno se "conoce mejor y conoce mejor lo que le gusta".
Esto frena un poco el paso de la amistad superficial a la íntima —no se hace con cualquiera—, convirtiéndolo en algo "menos probable", aunque "más seguro". "A partir de los 30, ya hemos acumulado decepciones y somos más prudentes también a la hora de confiar", añade Vidal.
Sobre estas nuevas amistades, Borja Carrasco, el entrevistado que se labró un círculo de amigos frecuentando un local, apunta que de mayor se tiene la ventaja de que uno se conoce mejor a sí mismo y no tiene que aparentar. "Eso lo agradecen los demás y tú agradeces que lo hagan. Si conoces a alguien que te cae bien y con quien tienes química es probable que se mantenga, ya que no vais a cambiar de la noche a la mañana", comenta.
Juan Vázquez, la persona que se hizo amigo de su jefe, dice que "una ventaja de cumplir más de 35 es que se ha ido dejando lastre: esas amistades que se tenían a los 20, con los que ni siquiera había mucho en común salvo ir al mismo instituto o colegio". Además, con estos amigos nuevos no hay "ninguna nostalgia absurda y nadie le juzga uno por ser alguien que no era".
¿Cómo hacer amigos pasados los 30?
No todo son siempre historias de éxito. Algunas personas también hablan de que, a partir de los 30, sienten mayor pereza a la hora de salir al mundo y poner en marcha el proceso para conocer a otras personas. Además, como apunta Cristina Vidal, también influye la personalidad de cada cual. "Si tengo más de 30 y soy una persona introvertida, tendré mayor dificultad para socializar".
Otra de las cuestiones que también influye es el entorno cultural. Kris Wyatt, de 34 años, se considera muy sociable y no tuvo problemas para hacer amigos cuando se fue a Sicilia. Pero desde que se mudó con su pareja a Bremerhaven, en el norte de Alemania, no ha logrado encajar con nadie. Isa, que se mudó hace un año de Madrid a Barcelona, también nota esa sensación de que "todo el mundo tiene la vida ya hecha".
Para hacer nuevos amigos es importante, en primer lugar, exponerse a situaciones en las que se vaya a conocer gente afín. "Hemos de elegir contextos en los que compartiremos ocio y podremos ser casi tan espontáneos como cuando éramos niños", dice Cristina Vidal. Clases de baile, grupos de deporte y clubes de lectura, entre otros, serían buenas opciones.
Muchas veces, son las circunstancias nuevas las que "obligan". Cuando Eva Castillo, de 34 años, se mudó de su Almería natal a Zaragoza, se apuntó a actividades y se obligó a hacer cosas nuevas tanto para entretenerse "como para hacer amigos".
Y después, hay que tener paciencia y dedicarle tiempo a la amistad incipiente. Según un estudio publicado en el Journal of Social and Personal Relationships, hacen falta más o menos unas 50 horas para considerar a alguien un amigo casual, 90 para considerarlo un amigo de verdad y 200 para una amistad íntima.
Antía Paz, la entrevistada que tejió amistades gracias al porteo, cuenta que, además de gracias a la maternidad, hizo amigos metiéndose "en saraos políticos".
Natàlia Cantó opina que se trata de un camino razonable. Esta involucración, además, podría servir, según la experta, para reclamar decisiones que devuelvan cierta dignidad a nuestras vidas: horarios laborales que nos permitan llegar a casa temprano, salarios que no nos lleven al límite cuando han pasado solo dos semanas del mes. "En circunstancias así es difícil tener la mente abierta para salir y conocer", concluye.