“¿Estas de coña?”.
Nora suele escuchar este comentario cuando queda con alguien que ha conocido en Tinder y desvela que, a sus 30 años, hace dos que está divorciada. “La gente se piensa que es broma”, dice a Verne. “Es muy gracioso. Cuando le dices a alguien que estás divorciada, se ríe. No sabe qué decir. Después siempre te pregunta lo mismo: '¿pero cuántos años tienes?”, dice Laura, que se divorció con 27.
En 2017 se produjeron 97.960 divorcios en España, 96.922 entre personas de diferente sexo*. Había una mujer menor de 30 años en el 3,92% de los casos y un hombre en el 1,81%. Es normal que el porcentaje no sea muy elevado, si tenemos en cuenta que la edad media del matrimonio en España es de 33 años para las mujeres y 35 para los hombres. La mayoría de los divorcios se producen a partir de los 40.
Hace 10 años, los jóvenes se divorciaban más. El 10,8% de las mujeres que se divorciaron en 2007 eran menores de 30 años (siete puntos más que en 2017). Entre los maridos, el 5,65% tenía menos de 30 años (cuatro puntos más que ahora). En el siguiente gráfico comparamos a qué edad se divorciaban los miembros de matrimonios de diferentes sexos en 2007 y 2017.
Los treintañeros también se divorcian menos. Del total de divorcios que hubo en 2017, los de personas de entre 30 y 39 años representaron el 21,39%. En 2007, entre parejas de diferente sexo y con la edad de la mujer como referencia, eran el 37,83%. Ana se divorció con 32. “Mis padres lo acogieron de una forma bastante dolorosa. Tienen otro tipo de creencias, más tradicionales. A la edad a la que me divorcié es cuando ellos creen que se debe empezar a construir una familia. Quizá si hubiera tenido hijos no habría sido tan doloroso para ellos”, dice.
Manuel se divorció en 2017, con 28, tres años después de que naciera su hijo. “Pasar por un divorcio te hace madurar muchísimo. La mayoría de mis amigos sigue viviendo con sus padres y yo ya me he casado, he tenido un niño y me he divorciado. Me dicen que soy un señor mayor”. Laura tenía 27 años cuando se divorció, dos menos que ahora. “En mi Facebook y mi Instagram estaban todas las fotos de la boda. Bueno, y todas las de los ocho años que estuvimos juntos antes de casarnos. Decidí borrarlas todas”, comenta.
“En la juventud se vive todo más intensamente"
Nora, Ana, Manuel y Laura no están avergonzados por haberse divorciado. Nadie debería sentirse así por una ruptura sentimental, pero es una fase por la que pasan muchas personas tras divorciarse, como explica a Verne Teresa Moratalla, directora de la Escuela de Terapia Familiar del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona: “Creo que con el paso del tiempo ha cambiado mucho el peso social de un divorcio. No es como antes. Puede que con los padres sea diferente, pero los amigos de una persona joven divorciada no van a juzgarle”.
Un ejemplo de este estigma es que una de las bromas más recurrentes a costa de Ross en Friends es el hecho de que sea un divorciado joven. “No creo que estar divorciada sea un problema para cualquier relación que tenga en el futuro”, indica Nora. De momento no lo ha sido ni para ella ni para el resto de entrevistados, aunque todos han preferido no posar en la foto.
Asunción Jiménez, responsable del grupo Psicología del Duelo y la Pérdida del Colegio de Psicólogos de Andalucía Occidental, cree que la edad es un factor clave en el duelo por una ruptura: “En la juventud se vive todo más intensamente. Aunque el dolor emocional sea el mismo, es más potente”. Así lo recuerda Ana, que empezó su relación en el instituto, al igual que Laura y Manuel. Nora es la única que comenzó más tarde: al primer año de universidad. Para todos ellos, la persona con la que se casaron fue su primera relación estable. “Había gente que me decía que casarse con 26 años era muy pronto, pero es que ya llevaba ocho con mi pareja. Mi entorno me apoyaba”, comenta Laura.
“Hay muy pocas parejas jóvenes que se divorcian porque no suele haber boda hasta tenerlo muy claro. Entre las personas de menos edad, que viven en un entorno tan cambiante, es normal que haya menos matrimonios y, claro, menos divorcios”, comenta Moratalla. “Para estas personas es normal que el mundo parezca derrumbarse tras un divorcio. Tienes todo un proyecto con esa persona, con la que has estado tanto tiempo…. Te preguntas obsesivamente qué ha pasado. Además, al ser tan jóvenes, lo normal es que compartan amigos, de manera que la ruptura lleva a otros problemas”, añade Jiménez.
Manuel se siente identificado con esa situación, pero ha aprendido a gestionarla. “Éramos parte del mismo grupo antes de ser novios y seguíamos siéndolo al casarnos. Y no ha cambiado al divorciarnos. Durante un tiempo fue muy raro, pero ahora podemos encontrarnos en alguna quedada sin problema”, dice.
A Laura y a Ana, su divorcio les afectó de otra forma a nivel social. “Todas mis amigas nos casamos bastante pronto, pero ninguna se ha divorciado. Yo soy la única. Al principio lo pasaba fatal. Ir a una cena a la que acudían mis amigas con todos sus maridos era horroroso. Pero ya no me siento así, aprendes a estar sola, a disfrutarlo y a valorar otras cosas”, cuenta Laura.
"Creo en la importancia del matrimonio"
Nora tiene claro que volvería a casarse: “Soy católica, creo en la importancia del matrimonio, pero de momento no estoy preparada para tener una relación seria”. Manuel no lo tiene tan claro: “No creo que haga falta. Si la otra persona tiene muchas ganas podría hacerlo, pero con una vez he tenido suficiente”.
Según explican las psicólogas consultadas por Verne, un divorcio no tiene por qué ser necesariamente más duro que otras rupturas sentimentales. Según Moratalla, “hay parejas que no se casan y la ruptura es peor que tras un divorcio. Los terapeutas no consideramos menos pareja a una que no se ha casado. Los procesos sociales y psicológicos son idénticos”.
*Los datos del INE de divorcios en parejas homosexuales no son útiles en este análisis, ya que se estructuran en intervalos de cero a 24 años, de 25 a 44, de 45 a 64 y más de 65.
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