"El que es pendejo al cielo no va, porque lo joden aquí o lo joden allá", dice la canción recogida en el Refranero parameño:contribución a la paremiología. En el español mexicano hay una palabra que nadie quiere escuchar: 'pendejo'. Decirla es una de las peores ofensas, por la carga peyorativa que tiene. Ser pendejo es ser cobarde, tonto, pusilánime.
En nuestros tiempos modernos se podría decir que la palabra ha evolucionado con tintes machistas. Viene del latín pecten, que también se usaba para definir al peine. Esta palabra tenía, en el latín vulgar, un diminutivo: pectiniculus, que era utilizado para referirse al vello púbico.
“Que haya tomado este valor despectivo principalmente en México nos indica que desde su origen tuvo que haber sido un término muy marcado, porque se refería a un lugar físico prohibido. Se hablaba de una forma despectiva de ese lugar físico o lo que con él se hacía”, explica Georgina Barraza, lingüista de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
La referencia al vello púbico informa Barraza, comienza a registrarse en castellano en 1737, en el diccionario de autoridades, pero también se registra un significado relacionado a un hombre que es cobarde. Ya en el siglo XX el se amplía y no solo se habla del vello, sino también de un hombre tonto o una persona de vida licenciosa. “Se comienza a hacer la asociación con la zona genital femenina con la cobardía, porque se considera que un hombre cobarde es una persona despreciable”, dice Barraza.
La experta explica que la palabra es usada en México también como un adjetivo y hasta como verbo. En el país norteamericano es común escuchar a la gente —principalmente jóvenes— usarla para definirse a una situación como “muy pendeja”, es decir tonta o absurda, pero también en frases como “hacerse el pendejo”, “no tengo un pelo de pendejo”, “a lo pendejo”. Convertida en verbo, se habla de “pendejear” (exhibirlo como tonto), “apendejar” (engañar) o “apendejarse” (atontarse).
“Es un proceso por el que pasaron casi todas las palabras latinas para llegar a ser usadas en nuestro idioma: saltaron primero por el latín vulgar, que hablaba la gente común, al español antiguo o medieval”, explica David Bowles, profesor de náhuatl y literatura de la Universidad de Texas en el Valle de Río Grande. En la España medieval, agrega, la palabra pendejo se pronunciaba como “pendeyo”. “Originalmente significaba vello púbico y con el tiempo se le decía a un joven que no era muy masculino, que no es un hombre todavía. De ahí comenzó a significar alguien cobarde, afeminado, hasta llegar a ser un insulto. Decir a un hombre pendejo es un insulto mayor con cada siglo que pasa, porque para la mayoría de los hombres que les digan que son como la parte púbica de una mujer es un insulto muy grave, es como restarles masculinidad”.
En México la palabra también puede hacer referencia a alguien haragán, flojo, a quien no le gusta el trabajo. O usando otro término muy mexicano: “un huevón”. Bowles explica: “A principios del siglo XX comienza a adquirir este matiz de alguien que no es muy sofisticado, que es ingenuo, que se deja embaucar, confundir, y para mediados de siglo se nota que es lo opuesto a un chingón, porque un hombre chingón es el que toma el control, el que manda, el que sabe las reglas del juego, mientras que su opuesto es el pendejo, el que no sabe lidiar con la vida, cómo ser un hombre, cómo tomar control de la situación y sacar ventaja”.
El experto afirma que son muy comunes estos ajustes semánticos en las palabras, que con el tiempo van adquiriendo otros significados. Pone por ejemplo el término nice, del inglés, que ahora se utiliza para referirse a algo lindo, pero que, dice, tiene el mismo origen que ‘necio’ en español. “La palabra llegó a usarse para referir algo repugnante, que no podías aguantar, y con el tiempo comenzó a perder su escozor hasta llegar algo que es realmente bueno. Así van a evolucionando las palabras”.
Bowles dice que ese cambio semántico se produce casi cada 100 años para las palabras más usadas. ¿Entonces se puede esperar que un tiempo pendejo adquiera una connotación positiva? “Es imposible pronosticar hacia dónde va a una palabra, pero una con una carga muy negativa puede saltar al ámbito positivo, incluso afectivo”, comenta Georgina Barraza. Quién sabe si dentro de unas décadas se encuentren dos amigos en México, se abracen y se traten con un cariñoso “pendejo”, dejando atrás el significado ofensivo de un término que originalmente hacía referencia a los genitales.