Venus brilla más en el cielo nocturno que otros compañeros de mosaico y por ello puede que haya atraído a los humanos durante miles de años. El reciente descubrimiento de gas fosfina en su atmósfera ha devuelto todas las miradas hacia él, porque abre la posibilidad de que haya alguna forma de vida en el planeta. Aunque se ha especulado sobre esta posibilidad desde hace más de 50 años, donde más se ha cultivado la idea de un Venus con vida ha sido en la ficción. En la literatura, el cine y los cómics, este planeta ha tenido selvas amazónicas, dinosaurios y todo tipo de vida inteligente.
Las representaciones del planeta Venus en la cultura existen desde el siglo XIX, cuando la ciencia trataba de describir la atmósfera de Venus y su impenetrable cubierta de nubes. Esta capa nubosa dio las primeras ideas a la ciencia ficción, que empezó a especular sobre la habitabilidad del planeta: teniendo en cuenta que está más cerca del Sol que de la Tierra, se tendía a retratar como más cálido, pero aún habitable para los humanos.
El modelo monzónico
En 1918, el químico Svante Arrhenius determinó que la capa de nubes de Venus indicaba la presencia de una gran cantidad de agua y una superficie llena de pantanos, comparando su humedad con las selvas tropicales del Congo. Hasta principios de la década de 1960, esas fueron las coordenadas para imaginar el planeta, un campo de cultivo en el que los escritores de ciencia ficción crearon todo tipo de formas de vida, desde fauna similar a nuestros dinosaurios hasta plantas carnívoras inteligentes, con algunas bases en la descripción de la vida en la tierra durante el período Carbonífero.
Uno de los ejemplos más populares de ese Venus selvático lo encontramos en Edgar Rice Burroughs. Este escritor de ciencia ficción escribió una serie de novelas (La serie de Venus) en las que imaginaba toda una civilización venusiana, además de fauna gigante y otras criaturas propias de la fantasía literaria.
También Ray Bradbury se ciñó a esta visión en relatos como La larga lluvia (1950), que describían Venus como un planeta habitable y selvático con lluvias casi perpetuas y una extraña vegetación. Pudo verse en la película que adaptaba una antología del autor, El hombre ilustrado (1969).
Esta misma visión llegó hasta el cine de ciencia ficción soviético en la modesta El planeta de las tormentas (1962) de Pavel Klushantsev, un importante director cuya obra influyó en 2001: una odisea en el espacio (1968). Klushantsev intentó representar de una forma más seria y hostil una expedición a Venus, con océanos, lluvias torrenciales, una atmósfera densa y venenosa... Sin embargo, también incluyó planta carnívoras, hombres lagarto, un pterodáctilo y algunos otros dinosaurios.
Otra variación más alocada y divertida de este planeta la planteaba Destino Espacial: Venus (1960), en la que una nave de la Tierra vuela a una misteriosa Venus envuelta en vapor y totalmente inhabitable y quemada. Por estas circunstancias ambientales, los venusianos se han destruido a sí mismos, dejando solo las sombras de sus cuerpos desintegrados.
Verduras del espacio exterior en son de paz
Pero la mayoría de creaciones relativas a la vida en el planeta no pasan tanto por la especulación científica como por el espectáculo propio de lo fantástico. Empezando por las tiras cómicas del héroe de ciencia ficción Buck Rogers al universo de DC Comics, en el que Venus es el hogar de millones de gusanos que controlan la mente. Como Mister Mind, que aparece brevemente en la nueva película del personaje de DC Shazam!
También Superman, en el número 151 de su colección, viaja a Venus encontrándose un mundo habitado por chicas tomate, hombres calabaza y otros seres vegetales cómicos.
La representación vegetal no fue ajena al cine, que a menudo propuso criaturas con formas más similares a hortalizas que a seres antropomórficos. En Conquistaron el mundo (1956), por ejemplo, encontrábamos a Lee Van Cleef contactando con un gran pepino volador venusiano con ojos que busca hacerse con el control de la Tierra. Algo parecido a los planes de Zontar, la cosa que llegó de Venus (1967), una producción de bajo presupuesto que copiaba la trama de la anterior.
La idea del extraterrestre en son de paz o con intenciones pacificadoras se hizo muy popular en los 50 con el clásico Ultimátum a la tierra (1951), que tuvo dos adaptaciones apócrifas con personajes venusianos: Stranger from Venus (1954) y Supersonic Saucer (1956), donde un grupo de escolares se encuentra con un extraterrestre de Venus y le ayudan contra una banda de criminales que intenta secuestrarlo. Un genuino precedente de E.T. el extraterrestre.
El planeta de las amazonas
La interpretación más festiva y menos científica de la vida en este planeta se inspira en la diosa Venus y sus atributos: fertilidad, el amor, la belleza… En esta visión venusiana, el planeta está habitado solamente por mujeres, normalmente, guerreras amazonas con poderes. Una de las primeras interpretaciones gráficas de este Venus aparece en el número 12 del cómic Wonder Woman, en 1945. En él, la superheroína se encontraba con venusianas aladas cuya Reina transforma a malvados hombres fabricantes de armas en buenos ciudadanos que respetan la ley.
Este Venus habitado solo por mujeres también llegó al cine, como en la comedia fantástica Abbott y Costello van a Marte (1953) que, pese a su título, tiene a la pareja de cómicos viajando a Venus. También en La reina del espacio exterior (1958) o Viaje al planeta de las mujeres prehistóricas (1968), hecha con restos del metraje de El planeta de las tormentas.
Monstruos gigantes y cine de zombies
Estas representaciones más cómicas convivieron con otras más cercanas al cine de terror. El cine de monstruos de los 50 tenía todo tipo de variaciones, desde mutaciones atómicas a ataques interplanetarios, algunos procedentes de Venus. Como en La bestia de otro planeta (1957), en la que un cohete venusiano cae en el mar de Sicilia. En su interior, transporta un pequeño organismo que acaba creciendo y convirtiéndose en un destructivo monstruo.
Hay venusianos incluso en el cine japonés de criaturas gigantes. En Godzilla contra Ghidorah, el dragón de tres cabezas (1964), secuela de Godzilla, una alienígena de Venus con cuerpo de princesa advierte a la humanidad de la llegada del rey Ghidorah, un dragón de tres cabezas proveniente de su planeta que acabará luchando con el famoso rey de los monstruos. Aunque las versiones americana y española identifican a la princesa alienígena como marciana, la versión original de Japón establece su origen en el planeta Venus.
Alejada de este tipo de aparatosas invasiones masivas, Venus también es culpable de todo un subgénero del terror en cine, televisión y videojuegos. Según La noche de los muertos vivientes (1968) de George A. Romero, la posible causa de la vuelta a la vida de los cadáveres es un satélite que realizaba labores de investigación en Venus. Todo el imaginario de Romero, que inspiró tanto videojuegos como la serie The Walking Dead, vendría de un experimento más o menos como el que acaba de encontrar posibles indicios de vida.
El ocaso de la vida en Venus
La explosión de cine y cómics que retrataban la vida en Venus se fue apagando paulatinamente conforme la magia y especulación se sustituyeron por astronomía. Los gustos del cine se aclimatan a la revolución de la industria de los años 70, con lo que la visión festiva y despreocupada de las expediciones galácticas se ve dañada de muerte por una exigencia de verosimilitud en la ciencia ficción empujada por 2001: una odisea en el espacio (1968). Entre otras, el planeta queda relegado a trabajos de manga –cómic japonés– como Venus Wars, adaptado al cine en 1988 y en el que un asteroide de hielo choca con Venus haciéndolo habitable para los humanos.
La animación japonesa también ha dado cabida a una de las venusianas más relevantes de la cultura pop, la Sailor Venus, o Guerrero Venus, compañera de Sailor Moon (1992), formando parte del grupo de guerreras que se unían para proteger en conjunto a todo el Sistema Solar. La televisión también dio cabida al planeta en algún episodio de The Twilight Zone o de The Outer Limits. E incluso el tercer Doctor Who se postuló como experto en artes marciales procedentes de Venus.
Una de las últimas muestras fue la serie Gravedad cero (2009), que narraba la llegada del hombre a este planeta. Si bien no mostraba ninguna forma de vida, sí que proponía unas condiciones atmosféricas que provocaba terroríficas visiones a los astronautas. Quizá ahora, con el descubrimiento de fosfina, la ficción recupere el interés por los posibles vecinos y resucite lo venusiano como el subgénero merece.