Cuando María Salazar parió a su hija, nunca imaginó los malos tratos que iba a recibir por parte de los médicos y enfermeras del hospital público al que acudió. “Tenía 18 años, era joven y me regañaron mucho”, relata Salazar a Verne, vía telefónica. “No solo a mí, sino que a muchas nos decían ‘no llores, tú querías esto’ o ‘para qué abriste las piernas’ y en su momento yo pensé que era normal”, recuerda varios años después de haber dado a luz. Cuando regresó a su casa, Salazar notó algo raro. “Jalé lo que sentí y me salió el DIU que me pusieron sin preguntarme”, cuenta.
Salazar forma parte del 33% de las mujeres que sufren violencia obstétrica en México, según cifras de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, elaborada por el INEGI en 2016 y el estudio más reciente que se tiene en esta materia. “Me hicieron firmar un papel, pero no me dijeron nada de lo que estaba firmando y con los dolores y la presión, no me di cuenta”, detalla Salazar. “Los médicos te tratan como si fueras culpable de algo malo”, reflexiona.
Según el INEGI, los gritos y regaños a las mujeres embarazadas son las situaciones más comunes que viven las mujeres que acuden a atender su embarazo en instituciones de salud públicas y privadas, además de que se les colocan métodos anticonceptivos que no solicitaron o se les realizan procedimientos como cesáreas sin el consentimiento de la mujer.
Ser joven y no querer tener hijos
No solo las embarazadas sufren de violencia, sino que las mujeres sin hijos son juzgadas, ignoradas o maltratadas cuando buscan tomar decisiones sobre su salud sexual. Tal fue el caso de Esmeralda Mendez, quien acudió al ginecólogo al que había ido toda la vida y que también atendió a su madre. Tenía fuertes molestias en el área pélvica y pensó que podría tenerle confianza. “Demeritó mis síntomas y me dijo que seguramente era por estrés, me mandó un medicamento que no funcionó y me hizo el papanicolau”, cuenta la comunicóloga de 30 años. “Llegaron los resultados y me dijo que tenía VPH (Virus del Papiloma Humano) y me cuestionó por qué me había contagiado”, detalla.
Tras tres meses de tratamiento y sin mejoría, Mendez decidió buscar un nuevo médico. “Viví con miedo e incomprendida y fue hasta que encontré a una nueva doctora que me explicó muchas cosas y me trató con empatía”, dice la comunicóloga de 30 años.
Lejos de ser valoradas físicamente, muchas pacientes de médicos ginecólogos son juzgadas por su estilo de vida. Mónica Ramírez hoy tiene 24 años, pero a los 20 acudió al médico de su madre. “Nunca se dirigió a mí, solo consultó con mi mamá y entre ellos decidieron que me colocarían un implante subdérmico”, relata la publicista, quien pasó tres años con este método anticonceptivo. "Yo no tenía relaciones y al contrario, tuve muchos problemas de acné que aún hoy sigo padeciendo", cuenta.
“Existe la idea de que todo el mundo tiene que opinar sobre las decisiones sexuales y los procesos reproductivos de las mujeres: las madres, los padres, la pareja”, dice a Verne Rebeca Ramos, directora del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE). “Las mujeres tienen que lidiar con violencia de género, muy presente y asumida en muchos rubros, y adicionalmente con una violencia institucional desde los espacios donde buscan ser atendidas”, destaca la abogada.
Decidir sobre la reproducción es una de las cuestiones que menos se ha analizado en México, ya que no existe una cifra exacta de cuántas mujeres buscan métodos para no ser madres o procedimientos para no tener más hijos. Consuelo Castañeda, Ingeniera de 33 años fue a una institución pública buscando una OTB (Oclusión Tubaria Bilateral, un método anticonceptivo definitivo), pero le fue negado. “La doctora me dijo ‘si se muere tu hijo, vas a querer tener otro’ y yo no supe qué decir, aunque ya no podía seguir con anticonceptivos hormonales porque tenía problemas de salud”, cuenta vía correo electrónico.
Son pocos los médicos que deciden otorgar anticonceptivos libremente, sobre todo si se trata de mujeres jóvenes. Según cifras de la Organización de Naciones Unidas, 10% de las mujeres no tienen poder para decidir sobre el uso de anticonceptivos. “Mi médico siempre me estaba diciendo que mi reloj biológico seguía corriendo y me recetaba vitaminas para prepararme a un embarazo, aunque yo no quiero tener hijos”, dice Esperanza García, de 39 años. Según la directora del GIRE, muchos médicos no consideran la salud emocional de las pacientes. “Tener un hijo no solo depende de una salud física óptima, sino de las condiciones de vida de las mujeres”, comenta.
Aunque en Estados como Ciudad de México y más recientemente en Oaxaca, la interrupción del embarazo antes de las 12 semanas de gestación ha sido despenalizado, existen médicos que se niegan a realizar el procedimiento. María Simón experimentó un embarazo no deseado y al acudir con su médico inició las recomendaciones como si fuera a concluirlo, pese a su petición expresa de terminarlo. “Terminé yendo a una clínica de atención ginecológica, porque este doctor no me escuchó”, cuenta.
“Los sistemas de salud deben de respetar las decisiones de salud que tomen las pacientes mujeres, el personal médico no puede elegir sobre las decisiones de vida”, dice la directora de GIRE. En México, pocas mujeres acuden a recibir tratamiento ginecológico de modo regular. Según cifras del Consejo Médico de Especialistas en Ginecología, 40% de las mujeres va una vez al año y el 30% solo acude cuando siente algún malestar. “No todas piensan en tener hijos, lo importante es que se garantice el acceso a la salud de todas”, concluye Ramos.