¿De verdad se sienten tristes los animales en los zoológicos?

Cada vez más expertos apoyan la teoría del antropomorfismo

Detrás de un objetivo parece que todos los gatos ríen

Cortesía de Toni Amengual de su serie 'Necrofilia I'

El fotógrafo Toni Amengual compró en 2013 un bono anual para el zoológico de Barcelona y comenzó a acudir con frecuencia a fotografiar a los animales, sobre todo los días nublados y fríos. El resultado de aquella experiencia fueron unas fotos tremendamente melancólicas. No era la primera vez que este fotógrafo observaba con detenimiento a un grupo de animales.

Amengual estudió Biología y su trabajo final de carrera trató sobre los grandes primates en Camerún. Allí tuvo la posibilidad de verlos y estudiarlos en su hábitat natural. Vivir esa experiencia en África le hizo pensar que "todo ser vivo tiene derecho a vivir en libertad, sea lo que sea lo que signifique libertad", explica por correo electrónico. "Creo que hay formas de conservación animal mucho menos agresivas que los zoos”.

Hipopótamos en el zoo de Nueva York (circa 1900)

Sus continuas visitas tenían un objetivo: "Captar a través de los animales enjaulados la sensación que uno tiene al vivir en una gran ciudad porque estos lugares son una reproducción a escala de la vida de los humanos en las ciudades”.

Este fotógrafo no es el único que un día decidió retratar esa atmósfera de pesadumbre que con frecuencia se encuentra en las que comenzaron llamándose casas de fieras. Si echamos un vistazo al blog Feature Shoot, un buen sitio para conocer las tendencias fotográficas del momento, varios profesionales han convertido a los animales en su objeto de disparo. Oscar Ciutat también ha trabajado en el zoológico de Barcelona captando las miradas de los animales. Samantha Friend, una fotógrafa norteamericana, ha plasmado el ambiente decadente del zoo de Nueva York en invierno. O las fotos de Captive Landscapes tomadas por Daniel Kukla, que muestran las peculiares escenografías de estos recintos.

Mono del zoo Lincoln (1900)

Pero el que quizá sea el proyecto fotográfico más cautivador de los realizados en los últimos tiempos sobre animales en cautividad es el del fotógrafo parisino Eric Pillot. En su libro In Situ plasma la tristeza que parecen sentir los animales privados de libertad.

Estas imágenes plantean un interrogante: ¿puede un animal expresar sentimientos o simplemente tendemos a proyectar nuestros rasgos humanos en ellos? Un recurso muy utilizado por divulgadores científicos como Félix Rodríguez de la Fuente. En la serie de televisión El hombre y la Tierra, este periodista solía realizar símiles entre el comportamiento animal y el comportamiento humano. En uno de los capítulos comparaba las relaciones entre hombres y aves: "Se ha podido comprobar durante más de 10 años que los cuervos constituyen auténticos matrimonios indisolubles”. Era su estrategia para llegar al gran público.

Uno de los tigres del zoo Lincoln (1900)

Miriam Salcedo, especialista en comunicación científica, abordó en su tesis doctoral el fenómeno del antropomorfismo (atribuir rasgos, características, cualidades y motivaciones propias de los seres humanos a cualquier otro ente animado). La experta cree que en los últimos años "los defensores de estas teorías ganan terreno a los detractores". Entre ellos está el estadounidense Marc Bekoff, para quien el antropomorfismo nos hace accesibles los comportamientos y emociones de los animales. "Este profesor asegura que muchos animales pueden experimentar emociones como alegría, felicidad, miedo, enfado, pena, resentimiento, celos, vergüenza, empatía o compasión; sin embargo, esa sensibilidad no es necesariamente idéntica a la de los hombres”, apunta Salcedo.

Un grupo de canguros del zoo de Sídney

Toni Amengual también se suma a esta corriente. Con sus fotos busca demostrar que los animales tienen sentimientos. "Estoy convencido de que los tienen", opina. "Si eso se transmite o no en las fotografías que lo juzguen los espectadores”.

También es cierto que existe una enorme tendencia a exagerar las expresiones humanas en las imágenes de muchos animales que circulan por Internet. Al fin y al cabo es mucho más fácil ver sonreír a un gato o un perro en una pantalla que en carne y hueso.