¿Por qué la mayoría de las personas que hacen dieta recuperan el peso, con creces, pasado el tiempo? ¿Cómo dejar de procrastinar? ¿Por qué es tan importante mantener buenos hábitos y tan difícil deshacerse de los malos? “Cambiar nuestros hábitos nos permite alterar nuestro destino”, dice Gretchen Rubin. La autora del exitoso Objetivo felicidad la emprende ahora con los hábitos, ya que “conforman la arquitectura invisible de la vida cotidiana”.
¿No está exagerando un poquito? “Las investigaciones sugieren que el 40 por ciento de nuestra vida cotidiana está gobernada por hábitos”, señala la autora por teléfono desde Nueva York, donde vive. “Si los hábitos te funcionan, es más probable que seas feliz y productivo. Si te fijas únicamente en lo relacionado con la salud, verás que muchos hábitos que conducen a la enfermedad (o, en última instancia, la muerte) están relacionados con cómo comemos, bebemos, etc. Así que creo que son un gran elemento en nuestro futuro”. En su nuevo libro Better Than Before (Mejor que antes), Rubin sostiene que los hábitos nos libran de la tortura de tener que tomar decisiones a cada momento, algo muy útil en este mundo plagado de encrucijadas. “Los hábitos eliminan la necesidad de autocontrol”, indica.
Primer paso: conócete a ti mismo
Ya nos gustaría a algunos, pero no hay una fórmula mágica apropiada para todo el mundo. “Cómo formes tus hábitos varía mucho dependiendo de tu personalidad”, apunta Rubin. “Si eres una persona diurna o nocturna, si te va más la simplicidad o la abundancia, el maratón o el sprint”. Pretender madrugar para salir a correr cuando se es tipo búho es, además de inútil, frustrante. “Me llevó tiempo entender que hay gente que no es capaz de formar un hábito que le gustaría tener. ¿Por qué? Porque es contradictorio con su verdadera identidad. Tienes que conocerte bien y trabajar a partir de ahí”. Esto la autora se lo toma muy en serio. De hecho, cuando estaba inmersa en Objetivo felicidad y se regía por los 12 mandamientos de su cosecha, “Ser Gretchen” (ser tú mismo) era el primero.
Para empezar, puedes hacer el test (sólo en inglés) en el que Rubin clasifica a las personas en cuatro grandes grupos en función de cómo reaccionan ante los hábitos:
- Mantenedores. Son aquellos que están siempre listos para responder a las expectativas. Cuando se levantan por la mañana piensan: ¿qué tengo en mi lista de asuntos para resolver hoy?
- Inquisidores o preguntones. Ponen en tela de juicio todas las expectativas y cumplirán con ellas solo si creen que están suficientemente justificadas. Cuando se levantan por la mañana se preguntan: ¿qué necesito hacer hoy, y por qué?
- Complacientes. Responden rápidamente a las expectativas que vienen de fuera, pero tienen más dificultades en cumplir con las expectativas internas. Cuando se levantan piensan: ¿qué debo hacer hoy?
- Rebeldes. Se empeñan en resistirse a todas las expectativas. Rechazan cualquier forma de control y disfrutan saltándose las reglas. Cuando se levantan por la mañana se preguntan: ¿qué quiero hacer hoy?
Segundo paso: los cuatro pilares de los hábitos
El trabajo de conocerse a uno mismo es extraordinariamente difícil, reconoce la autora, y dura toda la vida. Pero no hay otro remedio, ya que no sirve copiar los hábitos de otros, ni siquiera de los genios. Lo que no cambia tanto, sostiene Rubin, son los pilares en que se apoyan los buenos hábitos, que vienen a ser los cuatro siguientes:
- Monitorizar. La monitorización (de lo que comemos, el ejercicio que hacemos y la cantidad de horas que vemos la televisión, por ejemplo) conlleva más conciencia, y la conciencia permite el control y reduce el autoengaño, frecuente con la comida y el deporte.
- Sentar las bases. Con frecuencia comenzamos la casa por el tejado. Los aspectos básicos que sientan las bases de una vida mejor son, de acuerdo con Rubin: el sueño; el ejercicio; la alimentación saludable y, en cuarto lugar, el orden. A partir de ahí llega todo lo demás.
- Planificar. La planificación automatiza las actividades, lo que contribuye a solidificar los hábitos (a menos que seas un rebelde, en cuyo caso la planificación no es lo tuyo).
- Tomar responsabilidad. Para que sea efectiva, la planificación ha de estar acompañada de un cierto control. No basta con colocar en nuestra agenda “levantarse pronto y salir a correr”. También hay que cumplirlo.
Tercer paso: no te hagas trampas
Rubin, que se convierte en sujeto de pruebas para escribir sus libros, recopila un sinfín de trampas que, quien más quien menos, utiliza para echar al traste un buen hábito. Entre ellos se encuentra “alcanzar la meta”, la trampa que da respuesta a la pregunta con que iniciábamos este artículo (¿por qué la mayor parte de las personas que hacen dieta recuperan con creces el peso perdido?).
“Una razón poderosa y, a primera vista, ilógica”, apunta Rubin, “es que muchas veces tenemos un objetivo y esto es precisamente lo que puede estropearlo. Una vez que llego al peso ideal, ya he alcanzado mi objetivo. Entonces volvemos a comer normalmente, y engordamos. Se trata de cambiar para siempre, indefinidamente". A veces hay que abstenerse para siempre de algo.
“Sólo se vive una vez”, "esto no cuenta”; "estoy de vacaciones”; “para eso están los fines de semana”. Una excusa casi tan utilizada como la llamada “trampa de la licencia moral”, por la que justificamos las cervecitas y la pizza después del gimnasio. Uno de los favoritos es lo que Rubin califica de “falsa elección”, que consiste en colocar dos actividades en directa oposición como si tuviéramos que elegir una de ellas cuando, en realidad, no tienen por qué estar en conflicto, como en: “No puedo hacer ejercicio. Estoy demasiado ocupado escribiendo”.
Tampoco hay que fustigarse. Somos humanos. (¿Serán estas vulgares excusas también?). Resumamos la cuestión con las palabras de William James (1842), probablemente el psicólogo más citado de todos los tiempos: “El principal descubrimiento de mi generación es que los seres humanos pueden alterar sus vidas modificando las actitudes de la mente”.