En este vídeo grabado con cámara oculta a lo largo de siete días, la estudiante de 20 años Andrea Wendel se acerca a 100 chicos por la calle y les dice: “Hola, ¿quieres acostarte conmigo?”. De los 100, 30 dicen que sí. Entre los que no aceptan, muchos se muestran desconcertados, pero también los hay disgustados, incluyendo un señor que le pregunta por qué una chica guapa como ella hace algo así. Y no falta quien pregunta si es una prostituta.
El mismo canal de Youtube, Whatever, probó en julio de 2013 el experimento inverso: un chico se acercaba a 100 chicas y les preguntaba si querían sexo con él. Resultado: le dijeron 100 veces que no.
Un experimento clásico
Estos dos vídeos repiten unos experimentos clásicos de 1978 y 1982, en los que los psicólogos Russell Clark y Elaine Hatfield enviaron a estudiantes voluntarios a acercarse a desconocidos en el campus de la Universidad de Florida y decirles lo siguiente:
-Te he visto por el campus. Creo que eres muy atractivo (o atractiva).
A lo que añadían una de estas tres opciones repartidas de forma aleatoria entre los 48 participantes:
- ¿Quieres salir conmigo esta noche?
- ¿Quieres venir a mi casa?
- ¿Quieres acostarte conmigo?
(Por cierto, como recuerdan en The Conversation, el grupo Touch and Go usó estas frases para su canción de 1998 Would You Go To Bed With Me).
Los resultados de los estudios son similares a los de los vídeos: la mitad tanto de hombres como de mujeres aceptaba la oferta de la cita, pero la cosa cambiaba cuando se trataba de sexo. Todas las mujeres se negaban, exceptuando un 6% que respondió que sí en 1978 a la oferta de ir a su casa. En cambio, entre el 69% y el 75% de los hombres dijeron que sí a la posibilidad de acostarse con una desconocida. Sí, preferían sexo a una cita. Es más, muchos hombres preguntaban si hacía falta esperar a la noche y los que decían que no, ponían excusas, casi pidiendo perdón. (Nota: después de la respuesta del desconocido, los voluntarios les explicaban que se trataba de un experimento).
Clark y Hatfield explican en las conclusiones a este experimento que las razones no están claras: “Puede ser, como sugieren los sociobiólogos, que las mujeres prefieran amor y compromiso”, mientras que los hombres estén más interesados en “la actividad sexual”. Los autores también añaden la hipótesis de que unos y otras estén interesados en el sexo del mismo modo, pero que los hombres asocien menos riesgos a la hora de aceptar una invitación de este tipo, al "tener más confianza en sus posibilidades de resistirse a una agresión física que las mujeres”. Los autores apuntan que las mujeres podrían rechazar estas ofertas también por efecto de la doble moral, por la que juzgamos de modo diferente a hombres y mujeres en estos casos.
La importancia del contexto
El estudio se ha repetido en varias ocasiones y si se modifica el contexto se llega a resultados diferentes. Al fin y al cabo, como apuntó la psicóloga Terri Conley en un artículo publicado en The New York Times, nadie sale de la nada y pide sexo porque sí, sino que “tiene haber un contexto”. En sus estudios de 2011 y 2012, Conley mostró que las mujeres bisexuales aceptarían antes sexo ocasional con un mujer desconocida que con un hombre, y hombres y mujeres mostraban la misma tendencia a aceptarlo en caso de personas a las que conocían (incluidos famosos). En estos casos no se percibía tanto riesgo y quedaban mitigados los prejuicios sociales.
Los resultados también varían dependiendo simplemente del lugar y de la hora del día. La revista austriaca Seitenblicke envió a un voluntario a Berlín, Hamburgo y Munich a preguntar a 100 mujeres si querían acostarse con él. Consiguió seis síes, que no parece mucho, pero que son significativos si tenemos en cuenta que de los seis, cinco ocurrieron en interiores (el lobby de un hotel, un bar o un café), y cuatro, de noche (22 de las 100 ofertas se hicieron por la noche). Otras diez mujeres rechazaron el sexo, pero se mostraron abiertas a la posibilidad de quedar para tomar algo. Tres le dieron sus números de teléfono.
Las circunstancias adecuadas
Los investigadores alemanes Andreas Baranowski y Heiko Hecht replicaron el estudio una vez más en 2015. La primera parte fue igual que el experimento original, con lo que se llegó a resultados similares, pero la segunda parte incluía dos cambios significativos para contrarrestar la percepción del riesgo, tanto el físico como el reputacional derivado del doble estándar antes mencionado. El objetivo era comprobar si las mujeres son más conservadoras en estos asuntos o si se ven obligadas a proyectar esta imagen por seguridad.
Lo que hicieron fue invitar a los participantes a un laboratorio con la excusa de que ayudaban a una empresa de citas a evaluar su algoritmo de compatibilidad. Les mostraron las fotos de diez personas que se suponía que ya habían aceptado o bien quedar con ellas o bien acostarse con ellas. Los participantes podían escoger si aceptarían alguna de estas ofertas.
En este caso, el 100% de los hombres dijo que sí. El porcentaje de las mujeres que aceptaban sexo casual con un desconocido sólo era tres puntos menor: 97%. Como dice el estudio, “aunque hay diferencias de género en ambos experimentos, las mujeres se mostraban más abiertas en una situación subjetivamente más segura”. Podían decir que sí sin miedo a una agresión sexual o a sentirse juzgadas.