¿Quieres leer otra vez la historia de una princesa prisionera en una torre que es rescatada por un príncipe o prefieres que te cuenten cómo Frida Kahlo llegó a convertirse en una de las artistas más importantes de su tiempo? La editorial argentina Sudestada lanza una colección de libros infantiles ilustrados que elige como protagonistas a Frida Kahlo o Violeta Parra en vez de a las princesas tradicionales de los cuentos.
Hablamos con Nadia Fink, la autora de las obras ilustradas por 'Pitu', de cómo se crean libros así. Aquí va su decálogo:
1. Definir en qué consiste una "antiprincesa". "El nombre de la colección nació como un juego, como otro concepto en la línea de antihéroes o términos similares. Sobre todo nos parecía que representaba otra forma de abordar a las mujeres, alejándonos de los estereotipos que no incluyen la diversidad de niñas e infancias que hoy habitan el mundo”, cuenta a Verne Nadia Fink. “Los relatos tradicionales marcan princesas a la espera de que alguien interfiera en su destino y, a pesar de que las mismas princesas Disney hoy están más aggiornadas (puestas al día), no dejan de apuntar al ideal femenino de belleza. Las nuestras son más reales, no para hacer desaparecer a las princesas, que a tantas niñas les gustan, sino para aportarles una mirada diferente, más cercana, un espejo más a mano”.
2. Mirar a tu entorno. Si sólo se puede ser universal desde lo particular, es en tu órbita más próxima donde encontrarás ejemplos a conocer y reivindicar antes que los empleados habitualmente. Como explica Nadia: “Las Antiprincesas seguirán siendo latinoamericanas porque decidimos contar la historia de Nuestra América, en un continente que nos late y nos identifica. Un poco es contraponerlos a los relatos de las princesas en un entorno continental de Europa, alejado de nuestra cultura y nuestro paisaje”.
3. Elegir personajes como Frida Kahlo y Violeta Parra. Mujeres con una fuerte personalidad que fueron capaces de trascender el destino que su época y el lugar de su nacimiento les había reservado, como Juana Azurduy, en cuya biografía ya están trabajando. Se han seleccionado personas activas que representan lo opuesto a una figura femenina que necesita que un hombre la salve de la desdicha.
4. Centrarse en su trabajo. Los libros relatan las vidas de sus protagonistas poniendo énfasis en aquello que las definió: su vocación artística. Se mencionan y explican varias obras representativas de la obra de Frida Kahlo y se disecciona el papel de Violeta Parra en la vindicación de la música popular chilena, señalando que además de cantar también pintaba, esculpía o tejía.
5. No dulcificar sus historias. La enfermedad, la muerte, la pobreza y las reivindicaciones sociales se adaptan y explican para que puedan entenderlos niños y niñas, pero en ningún momento se eluden. Así se trata, por ejemplo, la compleja relación entre Frida Kahlo y Diego Rivera: “No esquivamos el amor libre o el gozo del cuerpo porque nos parece trascendente marcar dos puntos: que Frida y Diego formaron una pareja en el contexto de un México posrevolucionario en el que nuevas ideas deambulaban en la sociedad y que a pesar de tanto dolor e incluso discapacidad, Frida puso el cuerpo a disposición del placer también”.
6. Cuidar el aspecto visual. Las ilustraciones de Pitu logran adaptar el profundo imaginario de las obras de Frida Kahlo y acompañar la música de Violeta Parra sin perder un estilo común. Se dibujan fotografías, cuadros o cerámicas en páginas llenas de color que se imbrican a la perfección con el texto.
7. Señalar que encontrar una pareja no es el fin del cuento. La historia de Frida no podría contarse sin Diego Rivera, pero no él es el centro de su existencia, ni el abandono del primer marido de Violeta Parra es narrado como una tragedia. El amor, que suele aparecer como la culminación de los cuentos infantiles, es aquí una circunstancia más, no el objetivo principal de las protagonistas.
8. Hacer que cada libro sea único. Los hasta ahora dos cuentos publicados juegan con distintos conceptos según se adapten mejor a la historia de una protagonista o la otra: en uno aparecen saltos temporales y en otro se narra la vida de una forma más lineal; el uso de metáforas también es distinto en cada relato. En palabras de su autora, “cada uno es un desafío y un juego”.
9. No subestimar a los niños. Los libros no eluden temas controvertidos que se suele creer que los lectores infantiles no están preparados para entender, como las diferentes formas de entender las relaciones, el sexo o la sociedad. Si bien los libros están pensados para lectores de entre 6 y 12 años, nos explica Nadia que se acercan a niños de menor edad e incluso se están empleando en jardines de infancia.
10. Animar al lector a buscar más información por otros medios. Así ocurre en el final del libro de Violeta Parra, en el que se propone que los lectores, acompañados de un adulto, sigan investigando y escuchando sus canciones, o cuando se explica el simbolismo en la obra de Frida para que el lector pueda interpretar y comprender por sí mismo los cuadros de la artista que busque más allá del libro.