Unos estudiantes de la facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid están fotografiando el cartel de una conferencia que va a tener lugar en la sala de actos. No es para menos: es una llama con el vestido.
¿Qué vestido? Pues el único que podría lucir una llama: el que era azul y negro, o blanco y dorado. De hecho, a medida que los asistentes entran en la sala, aún se pueden oír discusiones sobre el color: “Yo también lo veo blanco -reconoce uno-... Blanco azulado”. “Blanco roto”, propone otro, sin mucha seguridad.
El título de la conferencia es "Sobre vestidos y daltonismos: el color depende de quien mira y de dónde está lo que se mira". Tuvo lugar el martes 10 de noviembre y la impartió Julio Lillo Jover, catedrático de Ergonomía y Percepción de la Universidad Complutense de Madrid, y coautor de Percepción del color y daltonismo. Por cierto, el montaje de la llama es original del fotógrafo James Martin.
No es la primera vez que el vestido llega a las universidades, aunque hasta ahora había sido en Estados Unidos. En mayo, la revista Current Biology publicó tres estudios académicos sobre cómo interpretamos la información de color del vestido y por qué nos costó tanto ponernos de acuerdo, haciendo hincapié en que la foto proporcionaba muy poca información.
Tampoco es la primera vez que se habla de memes y viralidad en las universidades, aunque se suele estudiar, sobre todo, qué contenidos compartimos, además de por qué y cómo. En este caso, Lillo utiliza el vestido para explicar procesos fisiológicos.
De hecho y según apunta al inicio de la charla, el vestido no fue solo un meme de internet, sino que hizo que nos hiciéramos la pregunta: “¿Por qué un mismo estímulo da un resultado tan distinto?”. La foto no estaba trucada ni se trataba de una ilusión compleja. Solo era una foto normal. Espantosa, pero normal.
La respuesta, como ya explicamos en su momento con la ayuda del propio Lillo, está sobre todo en la constancia parcial del color, que hace que tendamos a ver los mismos colores aunque la iluminación varíe. Si llevamos una camisa blanca, la veremos blanca con independencia de si estamos al aire libre o bajo una bombilla de luz más amarillenta, por ejemplo. El cerebro compensa la iluminación del entorno y produce un resultado similar. Si no lo hiciera, “funcionalmente sería un desastre”.
En el caso del vestido, en la foto vemos el mismo color que mostrarían un vestido blanco iluminado con luz azulada o un vestido azul con luz blanca. La fotografía no proporciona la suficiente información como para que nuestro cerebro pueda interpretarla sin ambigüedades. No estamos preparados "para una imagen como la de la foto, sin contexto. En condiciones normales, tenemos más información", explica Lillo.
De hecho y a pesar de su utilidad, la constancia parcial de color también hace que sea muy fácil engañarnos. Lillo pone como ejemplo las empresas que se dedican a iluminar comercios. En las carnicerías juegan con tonos y filtros más rojizos para que los filetes aparezcan más apetitosos, mientras que en las panaderías y pastelerías juegan con dorados, por ejemplo. No nos damos cuenta mientras estamos en el establecimiento, pero cuando llegamos a casa vienen las decepciones.
No sólo influye la luz, sino también la comparación con el entorno, como ocurre por ejemplo con la conocida ilusión de Adelson. Da igual que sepamos que los cuadros A y B sean del mismo tono de gris: no hay forma de que nuestro cerebro los vea iguales.
Lillo añade algo más respecto al vestido: a pesar de lo que puede parecer, “no todos vimos lo mismo”. Sí, era la misma foto, pero estábamos frente a pantallas diferentes, cada una con su configuración de brillo y contraste. “La primera vez es especialmente importante”, asegura, ya que lo más habitual era ver durante todo el día el vestido del mismo color que esa primera vez. Era muy fácil que quien lo viera blanco por la mañana, lo siguiera viendo blanco por la noche.
Eso sí, el hecho de ver el vestido de un color o de otro no tenía nada que ver con el daltonismo, como alguno apuntó en un primer momento, sugiriendo que los daltónicos lo veían de un color determinado y no del otro.
Por cierto, el vestido sigue siendo una referencia que entiende casi todo el mundo cuando hablamos de asuntos de colores e ilusiones ópticas. Por ejemplo, cuando el pasado martes publicamos la fotografía de las 550 ovejas (que ni siquiera era una ilusión, solo una foto simpática), uno de los primeros comentarios en la página de Facebook de El País fue, cómo no, que veía a las ovejas blancas y doradas. Otro lector le contestó que ni hablar, que eran azules y negras. Yo sigo pensando que no eran ovejas, sino llamas.