Desde su nacimiento en San Francisco en 2009 y su llegada a México en 2013, Uber ha trabajado para cumplir con su eslogan: ser el chofer privado de todos. Para inicios del 2016, ya suma 1.200.000 usuarios en ocho ciudades de la república (806.000 pertenecen a la Ciudad de México). Su innovador modelo de consumo colaborativo no solo ha cuestionado la efectividad de los taxis concesionados en la ciudad, sino que también ha logrado granjearse una imagen de seguridad que la distingue de su competencia.
Esta imagen de seguridad depende en gran medida de sus conductores. Luis de Uriarte, director de Comunicación de Uber México y Centroamérica, nos asegura que el perfil de sus choferes es amplio: “Tenemos expilotos de Mexicana (la aerolínea), madres solteras, amas de casa que van, dejan al niño, prenden la aplicación, trabajan unas horas y regresan. También tenemos estudiantes que trabajan en sus tiempos libres. En general, un 70% de nuestros socios conductores están por primera vez en la economía formal y el 40% estaba desempleado”.
Aunque el perfil suene variado, todos los conductores deben cumplir con una serie de requisitos: “tener un auto reciente y en regla, estar dados de alta en Hacienda, estar bancarizados y pertenecer a la economía formal”, dice de Uriarte. El representante de Uber nos dice que, además, deben pasar por un examen psicométrico, entrevistarse con un psicólogo, tener una carta de antecedentes no penales y aprobar un test toxicológico.
Pese a que la empresa no revela la cantidad de personas que solicitan un puesto ni el número de las que aprueban, nos aseguran que ya hay 32.000 socios conductores en la república.
Más allá de los requisitos de acceso, Luis de Uriarte recuerda que los choferes también se ven sometidos a una calificación constante por parte de los usuarios. “Las oficinas de atención a los socios avisan a quienes tienen un promedio inferior a 4.5. La mayoría mejora, aunque también pueden ser cesados si no mejoran después de una segunda oportunidad”.
La presión y el estrés al que están sujetos los conductores se encuentran conectados no sólo con la evaluación constante del usuario o el tiempo que pasan entre el tráfico. Durante los primeros días de este 2016, Uber implementó una disminución en el costo de sus tarifas e ideó Uberpool (la posibilidad de que los clientes compartan trayectos), con el fin de incentivar el uso de Uber entre los mexicanos. Esto ha ocasionado quejas entre los conductores, quienes aseguran que su ingreso será menor.
Antonio Ramírez conducía un taxi de sitio hasta que comenzó a trabajar para Uber. Según él, “Uber parecía buena opción, sobre todo porque prometía un ingreso superior. Pero, a la hora de la verdad, con el aumento de la comisión y con Uberpool, acabó siendo lo mismo”. Por eso Ramírez decidió abandonar Uber, según relata a Verne. También nos dice que la evaluación constante de los clientes, que podían puntuar incluso si les ofrecían agua, suponía una dosis añadida de presión.
Jorge Negrete, psicólogo e investigador clínico de Servicios de Salud Pública del DF, afirma que “como con cualquier otro trabajo, la sobrecarga y un alto nivel de estrés siempre resultarán nocivos para la salud”.
Además, en este caso, Jorge Negrete reconoce la singularidad de un modelo como el de Uber. “Al final, el protagonismo del cliente puede llegar a ser más significativo que las políticas o las decisiones de la empresa. En lo que respecta al trabajador, habrá quienes, con pobre autorregulación, no podrán ocultar su descontento y lo volcarán en los usuarios en grados diversos. Así que para que el cliente se vea satisfecho, a la empresa le conviene agudizar la capacitación de los conductores”.
Desde la perspectiva de la empresa, Uberpool trae más beneficios que desigualdades. “Los clientes podrán reducir un 25% el costo de sus viajes y, como conductor, en una misma ruta tendrás más viajes”, nos dice De Uriarte.
Más allá del descontento de algunos choferes, Uber afronta una creciente competencia, con aplicaciones como Cabify, Yaxi, Easy Taxy y los taxis mismos. Sin embargo, Uber asegura que ni su seguridad ni su eficiencia se encuentran en riesgo.
“Nuestra competencia no tiene que ver tanto con el taxi. Uber no es dueño de coches ni es el empleador de los choferes, el sistema facilita que alguien que quiere ser su propio jefe, trabajar en sus propios tiempos y términos como chofer privado pueda acceder a sus clientes. Esa diferencia es muy importante”, asegura Luis de Uriarte a Verne.
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