La muerte de Harambe, el gorila del zoo Cincinnati que fue abatido después de que un niño de cuatro años cayese en su recinto el pasado 28 de mayo, ha generado una campaña de defensores de los derechos de los animales que exigen "justicia" para el primate. Los padres del niño están siendo sometidos a un linchamiento online que incluye una petición para que se les investigue por negligencia que han firmado más de 440.000 personas en Change.org. Entre los miles de mensajes que están circulando, a favor y en contra de los padres, ha llamado la atención un tuit de Sarah Kendzior, antropóloga que también es periodista en The Guardian y Quartz, que se ha compartido cientos de veces en un día. Contiene una reflexión y la llamada al sentido común sobre cómo sí y cómo no se puede ayudar a los gorilas.
De un antropólogo amigo mío que ha estudiado a los gorilas:
Cosas que ayudan a los gorilas:
1. Donar a la Fundación World Wildlife, el Instituto Jane Goodall u organizaciones similares.
2. Comprar maderas sostenibles (productos de bosques con la certificación FSC), para eliminar los incentivos a la explotación forestal ilegal que destruye el hábitat de los gorilas.
3. Fomentar que el Gobierno de EEUU deje de apoyar régimenes corruptos en Congo y otros países africanos, que generan corrupción en el sistema de protección legal de la fauna salvaje y delibita la ejecución de la legislación existente.
Cosas que no ayudan a los gorilas:
1. Ir a internet a criticar a una madre que acaba de pasar por la experiencia más aterradora de su vida.
Los que piden justicia para el gorila abatido no cuestionan en la petición la decisión del zoo y reconocen que el uso de un tranquilizante habría incrementado el riesgo de ataque al niño. Culpan de la muerte del gorila, sin ambages, a los padres, y en su petición de que sean investigados sugieren que "su negligencia [en el zoo] puede ser reflejo de la situación del niño en su casa".
Además de la demanda en Change.org, los que critican a los padres han abierto páginas en Facebook como Investigate Michelle Gregg (la madre del niño), que tiene casi 10.000 me gusta, y Justicia para Harambe, que tiene el apoyo de más de 136.000 usuarios.
Sus reclamaciones han sido escuchadas. La policía de Cincinatti ha anunciado este martes en un comunicado que abrirá una investigación a los padres.
Algunos medios y una página de apoyo a la madre en Facebook han publicado una explicación de lo ocurrido supuestamente escrita por ella, pero este miércoles no ha sido posible confirmar su veracidad porque el mensaje ha sido borrado. Ante la avalancha de mensajes recibidos una usuaria con el mismo nombre ha cambiado su foto de perfil para aclarar que "esta Michelle nunca ha estado en el zoo de Cincinnati" y su hijo de cinco años, tampoco.
El acoso empieza a recordar al que vivió Walter Palmer, el estadounidense que cazó al león Cecil, un felino que era todo un símbolo en Zimbabue. En aquella ocasión la furia de los animalistas pasó de las redes a la puerta de su casa y su consulta de dentista. Por ahora los internautas ya han averiguado que la madre del niño del zoo trabaja como administradora en una guardería llamada Little Blossoms Academy, que ya está recibiendo su ración de trols.
El comentario de la primatóloga más famosa
Jane Goodall, que ha dedicado su vida a estudiar a los gorilas pero no ha trabajado con este en particular, ha escrito una carta al zoo de Cincinnaty en la que duda de que el gorila pudiese suponer una amenaza para el niño. "Intenté ver qué estaba pasando exactamente; parece como si el gorila estuviese rodeando al niño con un brazo, como la hembra que rescató y devolvió a un niño en el zoológico de Chicago", deduce la antropóloga por las imágenes que se han distribuido. Se refiere a Binti Ju, una gorila que todavía vive y que fue considerada una heroína en 1996 después de rescatar a un niño de tres años que cayó a su foso y quedó inconsciente.
"Sea como fuere, es una pérdida devastadora para el zoo y los gorilas. ¿Cómo han reaccionado los otros?", pregunta Goodall. La especialista en estos primates muestra su empatía con la dirección del zoo, que en su opinión "tiene que defender algo que seguramente desaprueba".
El primatólogo Frans de Waal escribe este miércoles en EL PAÍS un artículo en el que también cree improbable que el gorila fuese a atacar al niño, pero considera la decisión del zoo un "dilema horrible". Aunque reconoce que no había ninguna opción de la que "el director hubiese podido fiarse plenamente", apunta que si se hubiese echado al público, apartado al veterinario y traído a sus cuidadores habituales, "es posible que hubiese vuelto la calma y, quién sabe, a lo mejor el niño habría salido ileso". Un "quién sabe" bastante caro cuando se trata de la vida de una persona.
De Waal termina su artículo exculpando al zoo y apuntando también a la negligencia de los padres. En un artículo en la sección De mamas & de papas, la periodista Cecilia Jan se pregunta en este diario "hasta qué punto se puede culpar a los padres por el comportamiento impredecible de un niño". La cuestión, además, es si eso ayuda o no a los gorilas.