Fernando Alonso fue el primer invitado en Desafía tu mente, el programa de Antonio Lobato en TVE que adapta Brain Games, de National Geographic, y que desde la noche del martes presenta juegos y retos para aprender cómo funciona nuestro cerebro.
En la primera prueba del programa, Lobato mostró el dibujo y el nombre de varios animales. El piloto de McLaren tenía que nombrar todos los que podía en 15 segundos. La cosa se complicó cuando el siguiente cartel le mostró los nombres de estos animales, pero asociados a otras imágenes. Es decir, la palabra “elefante” estaba impresa sobre la fotografía de un flamenco y “tortuga” sobre un camello, por ejemplo. La tarea era más difícil debido a la incongruencia entre el texto y la imagen.
El programa llevó esta prueba a las calles de Oviedo y la única que lo consiguió hacer a la perfección fue una niña. No porque tuviera un cerebro extraordinario (que también podría ser): “No sabe leer”, explicó Lobato.
¿De qué color es esta palabra?
Se trata de un buen ejemplo del llamado efecto Stroop. El psicólogo John Ridley Stroop publicó en 1935 publicó un estudio sobre cómo las interferencias afectaban al tiempo de reacción mientras llevamos a cabo una tarea.
Sus dos experimentos originales, que se han repetido en muchas ocasiones y con muchas variantes, consistían en mostrar palabras impresas en diferentes colores. Los participantes tenían que decir cuál era cada color. Tardaban más cuando aparecía, por ejemplo, la palabra “azul” impresa de color rojo.
Este efecto es muy consistente. Se extiende también a palabras asociadas a colores determinados (como “cielo”) e incluso a términos que no tienen significado, pero que suenan como los nombres de los colores (en inglés se ha probado con werd, en lugar de red, y bloo, en vez de blue, por ejemplo). Y, aunque Alonso insiste en probar una segunda vez, con la práctica no mejoran nuestros resultados (con series diferentes, claro, otra cosa es que la memoricemos).
Hay psicólogos que sugieren que esto se debe a que una vez aprendemos a leer, reconocemos las palabras de modo automático, sin que podamos apretar un botón de off en el proceso de lectura. En cambio, nombrar colores requiere más esfuerzo y es así como se genera la interferencia: leemos la palabra incluso aunque intentemos concentrarnos en la imagen.
Otras hipótesis hablan de diferentes velocidades de procesamiento de palabras y colores, o de una diferente intensidad en la actividad cerebral: hay interferencia cuando se activan dos procesos cerebrales paralelos y se nos pide que demos prioridad al que es más débil; en este caso, identificar el color o, como en el programa, decir a qué animal corresponde la imagen.
¿Y para qué sirve esta prueba?
Estas interferencias permiten encontrar apoyo a hipótesis difíciles de probar de otra forma. Por ejemplo, algunas pruebas basadas en este efecto han ayudado a mostrar cómo las personas solitarias están más atentas a estímulos negativos sociales (como las palabras “hostil” o “rechazo”). También, que nuestros cerebros funcionan mejor en invierno que en verano. O por qué somos tan malos con la multitarea. Incluso que los hombres experimentamos un deterioro de las facultades cognitivas cuando interactuamos con una mujer (en realidad, todos nos volvemos algo más torpes en cualquier situación en la que estemos preocupados por la impresión que estamos ofreciendo).
A veces incluso se usa para cansar mentalmente a los participantes en un estudio, sin más, como hizo Dan Ariely en un experimento que explica en Por qué mentimos, en especial a nosotros mismos. El verdadero test venía después, cuando les daba la oportunidad de hacer trampas en una segunda prueba. Los que llegaban cansados “eran más suceptibles que los no agotados de elegir la hoja que les inducía a hacer trampas”.
Mírame a los ojos
Este efecto también ha ayudado a demostrar que algunas personas son susceptibles a la hipnosis. Como hemos apuntado, es muy resistente a nuestros empeños por superarlo, pero sí parece vulnerable a la sugestión: el neurocientífico Amir Raz, que también es un mago aficionado, probó a hipnotizar a la mitad de las personas a las que sometió a un test de Stroop. A los hipnotizados les hizo creer que no entendían las palabras, lo que les permitiría concentrarse solo en los colores. Como explica Scientific American, le funcionó: estas personas pudieron identificar los colores mucho más rápido que los no hipnotizados.
Este experimento también se recoge en Los engaños de la mente, de Susana Martínez-Conde y S. L. Macknik. El libro recuerda que los magos de salón que practican la hipnosis solo ponen en escena poco más que un juego (ellos hablan de "timo", pero, vaya, es un espectáculo). Pero también apunta que, en las condiciones adecuadas, “entre el diez y el quince por ciento de los adultos son hipnotizables”. En los niños menores de 12 años, el porcentaje llega hasta el 85%.
La hipnosis no sirve para hacer creer a alguien que es una gallina, pero, según apuntan los autores, sí es una muestra de cómo “coloreamos la realidad basándonos en nuestras experiencias, expectativas, sugestiones y creencias”.
Y, hablando de colores, el programa de Lobato también mencionaba una curiosa ilusión óptica: se trata de un efecto clásico que incluimos en este otro artículo (es la número 9). Estos dos cubos son del mismo color, aunque uno parezca más claro que el otro.