Este año todos los vecinos de Gualba (Barcelona) han podido disfrutar de la Nit de Bruixes (Noche de las Brujas) que celebra por cuarto año consecutivo. Incluido Ervin López, un niño sordo de 11 años que esta vez sí ha podido entender íntegros los cuentos y la obra de teatro de la noche. Los organizadores han garantizado por primera vez que la fiesta fuese accesible para los 1.500 habitantes, sin excepción, y le han señalado el camino a quien quiera seguir el ejemplo.
La velada del pasado 30 de julio terminó con 5.000 personas -los vecinos y visitantes- agitando sus manos al aire, como se aplaude en lengua de signos. "El pueblo estaba emocionadísimo. Además vinieron otros sordos, entre ellos unos 20 niños, y todo el mundo lloraba", cuenta a Verne Marian González, madre de Ervin. "Él estaba alucinado, no sabía dónde meterse cuando subió al escenario a dar las gracias al pueblo".
"Entre todos -su madre, la Plataforma Volem Signar i Escoltar, el Ayuntamiento y la Asociación cultural 12+1- trabajamos para adaptar las fiestas para que el niño pudiera participar más activamente", explica a este diario Marc Uriach, el alcalde de Gualba. La celebración, que arranca por la tarde y termina de madrugada, incluye un mercado con puestos de comida, artesanía y productos esotéricos. También hay cuentacuentos, talleres para niños, un desfile de gigantes y cabezudos y otros espectáculos callejeros, y por la noche, la representación de la leyenda local de Las brujas de la Gorge Negre.
El año pasado la madre de Ervin tuvo un papel en la obra de teatro, que representó hablando pero también en lengua de signos. Este año el director de 12+1, Miguel Herre, se le adelantó al anunciarle: "Ya está el foco preparado para el intérprete de lengua de signos". Ella, que es vocal de la plataforma que defiende que los niños sordos tengan las mismas oportunidades que los oyentes, se ocupó de lo demás y el Ayuntamiento facilitó el resto. "El resultado fue espectacular", asegura González.
La inclusión es más sencilla en los pueblos
La iniciativa recuerda a la que Samsung organizó en un pueblo turco, Muharrem, en el que los vecinos aprendieron lengua de signos para darle una sorpresa a un vecino sordo. Aquella experiencia, aunque real, se hizo para un anuncio, pero en la aldea indonesia de Bengkala donde 46 de sus 2.000 habitantes no oyen, casi todos los residentes usan las manos para comunicarse en la vida diaria.
La familia de Ervin vive en Hospitalet, pero lleva tres años yendo a Gualba los fines de semana y en vacaciones. La vida allí es más fácil para su hijo, que es sordo profundo pero tiene restos auditivos y se comunica tanto en lenguaje oral como en lengua de signos catalana. "Es un pueblo muy pequeño, todo el mundo le conoce y hace el esfuerzo de comunicarse con él", cuenta, y señala que "Hospitalet, como todas las ciudades en general, tiene problema de accesibilidad". "El Gualba Ervin baila en un esbart dansaire [un grupo de danzas populares catalanas], sale solo a comprar, va en bici. Es uno más en el pueblo".
El alcalde tiene claro que después de esta primera experiencia, repetirán. "Es una vía que hemos abierto y en todo lo que se pueda y sea factible, la exploraremos y ampliaremos", dice Uriach, que hace una valoración muy positiva del evento.
La Plataforma Volem Signar i Escoltar trabaja para que la fiesta de Gualda no sea una excepción -para su campaña por la incluisión han participado también con 12 niños sordos en un videoclip para la canción de Les mans de la Irene de Pep López-, y sobre todo, para que los niños sordos tengan una educación inclusiva y una infancia feliz. Tienen mucho trabajo por delante. En Cataluña, cuenta González, hay 1.580 niños sordos y solo 80 reciben una educación bilingüe, con intérpretes de lengua de signos en todas las asignaturas.
El cole de Ervin, el Tres Pins de Barcelona, es el único en el que todos los niños, incluidos los oyentes, aprenden lengua de signos catalana, que está en peligro de extinción. Otros centros educativos también tienen intépretes, pero el sistema educativo solo garantiza la mitad de las clases accesibles a partir de Bachillerato y Ciclos formativos, "como si se hiciesen oyentes de repente", denuncia González.