En 2004, David Méndez era fanático del fútbol y como cualquier adolescente aprovechaba toda oportunidad para practicarlo. Aunque el fútbol es el deporte nacional en México, el entonces joven de 14 años no encontraba un lugar para jugar. Ser gay representaba un obstáculo: “Me acuerdo que mis compañeros de secundaria me discriminaban por mis preferencias sexuales. Yo lo único que quería era hacer deporte”, relata Méndez a Verne vía telefónica. Fue en ese momento cuando decidió crear Lobos, un club deportivo para la comunidad LGBTTTI en la Ciudad de México.
“Quería crear un espacio en el que la gente se sintiera a gusto y en confianza, así que empecé a hacer convocatorias a través de un grupo de MSN y en chats de gente gay”, comenta Méndez, quien fundó este club en 2004. “La primera vez nos reunimos en Chapultepec y solo llegó una persona”, dice, soltando una carcajada. Doce años después, el Club Lobos México tiene sedes en la Ciudad de México y Guadalajara y está conformado por 70 personas.
“Al principio no nos querían ni tocar”
Lobos es uno de los deportivos gay pioneros en México, junto con el club Halcones, también de la Ciudad de México. Otros equipos deportivos con miembros LGBTTTI han surgido en México en la última década. Méndez recuerda que el inicio de Lobos no fue fácil: “De repente las personas que jugaban se acercaban porque veían que éramos muchos. Cuando notaban que éramos gays se alejaban o empezaban a insultarnos”, cuenta. “Una vez, unos chicos jugaron con nosotros, pero ni siquiera nos querían tocar. Nos querían humillar pateándonos o dándonos balonazos. Incluso en una ocasión nos llegaron a amenazar de muerte. Ahí sí nos asustamos”.
Con el paso del tiempo, el equipo fue creciendo y en 2011 se integraron a la Liga de la delegación Cuauhtémoc. La discriminación continuó por un tiempo. “En vez de lobos nos decían lobas. Soltaban comentarios como, No porque sean putos no les vamos a pegar, explica Aldo Peralta, actual coordinador de Lobos México. “Al principio no estábamos muy adaptados a la cancha y nos goleaban. Luego comenzamos a mejorar y se molestaban cuando les ganábamos. Poco a poco nos fueron aceptando y actualmente en esa liga el tema ya no es nuestra orientación sexual ahora lo es nuestro nivel de juego”.
Mariano Pizaña, jugador de 44 años y miembro de Lobos México, asegura que esta aceptación fue creciendo a medida que mejoraba su nivel. “Nos hemos ido ganando el respeto de los equipos. Ya no se trata de jugar contra el equipo de gays que no van a meter ni un gol. Ya es algo serio. Antes decían, ¿a poco nos van a ganar estas?, ahora te felicitan cuando haces una buena jugada”, dice a Verne.
Además de ser campeón de Copa de su liga Cuauthémoc—la cual está conformada por 35 equipos—el club Lobos ha jugado diversos torneos, nacionales e internacionales. En 2013 fueron campeones de los World Out Games en Bélgica (evento deportivo y cultural organizado anualmente a nivel internacional para deportistas LGBTTTI). En 2014 obtuvieron el bronce en los Gay Games en Cleveland (evento multideportivo que se realiza cada cuatro años) y en 2015 ganaron la copa Divermex (torneo internacional de fútbol organizado por la comunidad LGBTTTI en México). “Nuestro objetivo ahora es ir a los World Out Games que se realizarán en Miami este año y ganar, claro”, señala Peralta.
Lobos México ya no solo es fútbol, también es un club cultural y recreativo en pro de la diversidad sexual. Ahí se ofrecen clases de fútbol, de voleibol y hasta de teatro musical. “Esas son las disciplinas fijas, pero también viene gente a ofrecer clases o cursos ocasionalmente”, detalla Peralta. “Hemos realizado campañas de detección de VIH y de no discriminación. Queremos hacer de este proyecto algo más integral y poco a poco expandirnos a nivel nacional”.
Un paso importante para combatir la homofobia
Víctor Manuel Reséndiz, presidente de la liga de la delegación Cuauhtémoc, asegura en entrevista que la entrada del equipo ha logrado que la liga sea más diversa. “Al principio solo tenía ese equipo, pero con el tiempo se han ido registrando otros cuatro cuyos integrantes también son gays”. Reséndiz aún recuerda su primer encuentro con Lobos: "Llegaron varios chicos a pedirme permiso para jugar en la liga. Con un poco de pena me dijeron que eran un equipo de chicos gay. Yo no le vi ningún problema”.
El psicólogo del deporte, Jeffrey Saúl Romero, también explica Verne por qué cree que este tipo de iniciativas son sanas, pues permiten a los deportistas con preferencias sexuales diferentes ejercitarse sin ningún tipo de presión. “El hecho de tener que ocultar su orientación sexual por miedo a que lo traten diferente genera ansiedad en el deportista. Puede afectarle en su desempeño porque no solo están concentrados en rendir en su deporte, también están pensando en todas las consecuencias de su identidad”, dice. “Que existan estos equipos les permite ser más libres y enfocarse en el deporte y eso definitivamente es muy sano”.
El fútbol en México aún no está libre de discriminación. En los últimos tres años ha surgido un debate nacional sobre si es permisible para la afición gritar puto durante los partidos en torneos locales y mundiales. Para Genaro Lozano, iniciativas como Lobos pueden crear una mayor consciencia sobre la discriminación en el deporte mexicano. “Son muy valientes. Da gusto ver a jóvenes desafiar la creencia de que el fútbol sea uno de los juegos más heterosexuales y masculinos. Esa hegemonía de la masculinidad dominante está siendo reinterpretada”, señala. “Estos jóvenes gays forman sus propios equipos y luchan contra los estereotipos de género que dictan que las personas gays no quieren jugar deportes rudos o que no lo pueden hacer bien”.
Lozano añade que estas iniciativas son signo de que las cosas están cambiando, pero hay mucho por hacer. “Se combate contra una cultura que tradicionalmente ha privilegiado la masculinidad dominante. Incluso en la Ciudad de México todavía están pasando cosas que no deberían estar pasando: activistas trans que son golpeados en la calle, jóvenes gays que son acosados por la policía en la Zona Rosa o lesbianas que quieren vetar del vagón de mujeres”. Méndez concuerda con esta opinión. “Es una lucha que no va a terminar. No es una cosa de homosexuales, en México nos falta mucha igualdad e inclusión. Somos seres humanos y punto. Me encantaría que dejáramos de poner etiquetas a una preferencia sexual. Falta mucho, pero ahí vamos, poco a poco”.