El pasado 4 de diciembre, cientos de usuarios de la estación del Metro Balderas en el centro de la Ciudad de México comenzaron a formarse para esperar su turno y subir al vagón. ¿La razón? Obedecían a los señalamientos colocados en el piso que les indicaban en dónde formarse para subir al tren. Esta iniciativa forma parte del proyecto piloto Antes de entrar permita salir de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para agilizar el ascenso y descenso de las personas y mejorar los tiempos de espera.
Carlos Gershenson, investigador del instituto de investigaciones en matemáticas aplicadas de la UNAM y líder del proyecto explica a Verne vía telefónica que lo que se busca es hacer más efectivo el transporte. “Tenemos ocho años estudiando las razones por las que el transporte público se retrasa. Hemos visto que uno de los factores que afectan el sistema de transporte es el comportamiento de los pasajeros”, comenta. “Después de analizar cómo se mueve la gente fuera y dentro de los vagones evaluamos alternativas para mejorar la entrada y salida de las personas. Al no haber organización es ineficiente y hasta violento”.
En un principio el plan era asignar una puerta para la entrada y otra para la salida, pero al explorar programas eficientes como el de Singapur, Beijing y Tokio se planteó una segunda opción: Usar señalizaciones para que la gente espere, deje a la gente salir y luego ingrese. “El lunes se empezó a regular a los pasajeros para que siguieran las señalizaciones y nos sorprendió, pero la gente se empezó a formar”, dice Gershenson. “Esto no solo ayuda a hacer eficiente y menos salvaje el ascenso y descenso, también hace del Metro un sistema de transporte más democrático. El primero que llega es el primero que se sube”.
De acuerdo con el investigador, a finales de la siguiente semana se hará un corte para evaluar los resultados, pero en solo cuatro días han notado que cualitativamente el servicio es más eficiente. “El primer día la gente no sabía de qué se trataba, pero cuatro días después ya estaba más organizada", comenta el investigador. "Aunque no hay personal del Metro apoyando, los pasajeros se siguen formando, eso es positivo”. Gershenson asegura que, de acuerdo con las simulaciones que han realizado, si el proyecto funciona, se ahorrarían entre 1 y 2 minutos por viaje. “Si esto lo multiplicas por 5 millones y medio de usuarios al día es significativo”, señala.
¿Pero funciona?
En el Metro Balderas a las 19.00 horas cientos de personas esperan el paso del vagón. Algunas han notado las señales en el piso, pero la mayoría decide ignorarlas. Un hombre intenta mirar si ya viene el tren, no solo pisa la zona donde debe dejar el paso libre, sino que rebasa con un pie la línea permitida para acercarse a las vías. Cuando el Metro llega y las puertas se abren la lucha entre quienes quieren subir y bajar se repite a empujones. Aunque el proyecto original buscaba que la gente hiciera fila para entrara al vagón, algunas personas simplemente se juntan al lado de la puerta para dejar pasar.
"Me parece muy bien que pongan los señalamientos porque quita las aglomeraciones de gente”, dice José Marcel, un operador de maquinaria de construcción que está parado sobre el espacio que debe quedar libre. “Tengo prisa y no puedo estar esperando allí”, se justifica aunque el tren todavía no se acerca a la estación. Un grupo de hombres se forma en el momento en que José Marcel está respondiendo las preguntas de Verne y lo miran con reprobación.
En la zona exclusiva para mujeres la escena no es muy distinta. La estudiante Dulce Rueda mira con cuidado donde debe esperar. “La gente no hace mucho caso. Hay que ver si funciona”, dice. Pero cuando el tren llega, ella está lejos de las puertas. “El tren a veces no queda exactamente donde están las líneas”.
Durante la tarde, al menos seis policías vigilan el andén pero ninguno explica a la gente para qué se han puesto las señales y el único letrero que describe el programa piloto está cerca de la salida de la estación. El Metro pasa a gran velocidad y un par de colaboradores de Mensajeros Urbanos — la organización ciudadana que promueve el comportamiento civil— se detienen para explicar a la gente el propósito de las líneas en el piso. El foco de las cámaras de la prensa mexicana que ha visitado la estación logra que la gente se forme, pero cuando nadie mira todo vuelve a ser como siempre.
Al respecto Gershenson apunta: "Hay que dar tiempo para que la gente se acostumbre y evaluar qué tan necesario es el apoyo de personal del Metro en horas pico para instruir a los usuarios. Sabremos cómo optimizar el proyecto en apróximadamente dos semanas".