Una de las formas más fáciles de resolver una duda lingüística y (si todo va bien) de ganar una apuesta es abrir Twitter y preguntar a la Real Academia Española. Llevan respondiendo a este tipo de consultas desde 2012, lo que explica, al menos en parte, que su cuenta haya alcanzado el millón de seguidores.
La información corporativa es tarea del área de comunicación de la entidad, pero de las dudas se encarga el departamento de Español al día, que ya respondía desde 1998 a las preguntas de lengua que llegaban a través del formulario de su web. Este departamento dirigido por la filóloga Elena Hernández no se dedica solo a contestar las dudas de tuiteros. Las ocho personas de esta sección son las responsables de la primera edición del Diccionario Panhispánico de Dudas y de la última de la Ortografía, entre otras actividades. Sí, ellos le quitaron la tilde a guion y a solo, por lo que están más que preparados para hacer frente a los tuiteros.
Aviso: no te van a hacer los deberes
Cuatro personas de este departamento pueden contestar a alguna de las (más o menos) 250 dudas que llegan cada día. Un centenar de ellas se hacen en Twitter, una cifra que va en aumento y a las que se responde usando la etiqueta #RAEconsultas. Eso sí, “afortunadamente muchas preguntas se repiten”, explica Hernández a Verne, lo que les permite contar con respuestas tipo guardadas.
Contestan a todo, por lo general a lo largo del mismo día y siempre que la duda tenga que ver con la lengua, a excepción de “las cuestiones muy teóricas”. No solo porque estos temas sean muy complejos “y nos obligarían a dedicarles un tiempo que no sería razonable", sino, sobre todo, “porque le estaríamos haciendo los deberes de lengua a medio mundo”.
Esta actividad no solo permite a la RAE “hacer pedagogía y promover un uso correcto del español y el conocimiento de la norma”, sino que también “es una fuente de información valiosísima sobre qué preocupa a los hablantes y también sobre cambios lingüísticos y nuevas palabras”. Sobre todo, en todo lo que se refiere a neologismos y extranjerismos, "de los que tenemos noticia muy rápidamente a través de las redes. A veces nos pasa que nos hacen preguntas sobre términos que no habíamos oído jamás, pero tenemos la experiencia suficiente para saber dónde documentarnos”.
¿Caranchoa o caraanchoa?
Muchas de las preguntas que reciben tienen que ver con temas de actualidad, incluidos virales: ¿se escribe caranchoa o caraanchoa? Ambas formas son correctas, como contestaron en un tuit.
Esa pregunta “nos desconcertó hasta que investigamos un poco y vimos que todo venía de un vídeo de un tipo que se dedicaba a gastar bromas. Nosotros dimos una respuesta basada solo en criterios lingüísticos, no entramos a valorar su actividad en YouTube”.
Hernández ya ha desarrollado un sexto sentido para anticipar cuándo tendrán un día movido en el departamento: “Recuerdo la primera vez que oí la campaña de rebajas de El Corte Inglés y pensé: ‘Verás lo que tardan en preguntarnos por el famoso quiéreteme’. Efectivamente, ese mismo día ya había consultas sobre si eso está bien o no y por qué”.
Por cierto, “está bien aunque es raro. Ese -me que se añade al quiérete es lo que en lingüística se llama un dativo ético, que alude a la implicación de quien habla en esa acción. Es como cuando dices de tu hijo: ‘Es que me come muy mal’. No es que te esté comiendo el brazo, es que te sientes implicado en esa acción y te incluyes a través del pronombre”.
Los clásicos
En Twitter no solo se pregunta sobre temas más o menos novedosos. Entre las consultas, “hay clásicos”. Por ejemplo, “si se acentúan las mayúsculas o no, que parece mentira, pero se sigue preguntando”. Y sí, siguen las mismas normas de acentuación que las minúsculas: nunca se ha dicho lo contrario. En este grupo también se cuelan otras preguntas “más aburridas, pero muy frecuentes, de tipo gramatical, sobre laísmos, leísmos, dequeísmos, el régimen preposicional de los verbos...”.
Aún se pregunta a menudo por las modificaciones de la última Ortografía, que es de 2010. Tanto la tilde de los demostrativos como la de solo siguen generando debates encendidos en redes. Esto está bien, siempre que no se llegue a la violencia: “Es un indicio de que la lengua importa mucho y que la gente la siente muy suya. Existe interés por la materia y por expresarse con corrección”.
Esta actitud es especialmente interesante dado que “nunca se ha escrito ni se ha leído tanto como ahora”. Nos pasamos “el día leyendo de todo en el móvil. Tuits, blogs, páginas web de todo tipo. Y una expresión ortográfica y lingüística otorga credibilidad a personas y empresas”. Al fin y al cabo, ¿compraríamos a un negocio online que vende reloges?
Algunas palabras nuevas
Otras preguntas habituales se refieren a palabras más o menos nuevas, “como procrastinar o resiliencia, o a estos nuevos inventos que a veces surgen, como aperturar o agendar”. En ocasiones, como en estos dos últimos casos, se trata de palabras que se usan en América o en regiones concretas. A veces, las dudas se refieren a palabras recién incorporadas al diccionario, como ocurrió en 2014 con tuitear, amigovio y papichulo. Pero también hay preguntas sobre términos que se comienzan a usar y que aún no han tenido tiempo de incorporarse al diccionario.
¿Podemos arriesgarnos a usar una palabra sin saber si acabará imponiéndose entre los hablantes y acabará recogida por la Academia? Claro, la RAE no va a ir a tu casa a arrestarte: “Cada uno es libre de decir lo que quiera”, nos recuerda Hernández, que añade: “Se suele tener la idea de que lo que está en el diccionario está bien y lo que no está en el diccionario está mal. Esa idea está mal. El repertorio del diccionario es limitado y no puede recoger todos los términos de todas las variables del español. Además, tampoco puede ir por delante de la creatividad de los hablantes”.
Si se le pregunta en Twitter, la Academia responde “según criterios lingüísticos. Por ejemplo, en el caso de derivados, son perfectamente correctos si proceden de un proceso que sigue las pautas de la lengua”. También se examina si estos neologismos proceden de ámbitos o regiones en los que su uso es habitual o, en el caso de los extranjerismos, si hay equivalente en español.
Pero incluso aunque alguno de estos neologismos no se recomiende, puede acabar imponiéndose, como ha ocurrido, por ejemplo, con castin, que ha desplazado a audición y que se recomienda escribir sin g final, como mitin. Al final, “los hablantes son soberanos. Esto ha ocurrido a lo largo de la historia muchas veces: las palabras que existían para hablar de una realidad han sido desplazadas por un préstamo”.
Un caso similar sería el de la palabra bizarro: nadie la usa para referirse a alguien gallardo y valiente, pero sí para hablar de algo raro, en lo que aún se considera un “calco semántico censurable del francés o del inglés”.
“Ese es un buen ejemplo -apunta Hernández-. Hasta ahora nosotros desaconsejábamos ese uso de bizarro, que es el más vigente, aunque esté restringido a ciertos ámbitos”. Pero el sentido tradicional en español está en desuso. “Estoy segura de que dentro de no mucho acabará teniendo esta acepción en el diccionario”.
¡Que no se dice almóndiga!
A veces la RAE se ven obligada a contestar a informaciones no contrastadas, en especial en lo que se refiere a listas de supuestas nuevas inclusiones en el diccionario. En Twitter eso supone enfrentarse a la acusación de haber admitido recientemente engendros como almóndiga, toballa o asín.
Pero ni son novedades ni se recomienda su uso: “Estas palabras están en el diccionario desde el siglo XVIII porque en su momento fueron variantes que se usaban o que aparecían en los clásicos”. En la actualidad, estos términos “están marcados como desusados o como vulgares”. Es decir, o no se usan o su uso está desaconsejado. Asín que dejad de quejaros.
La difusión de estas listas ha provocado bastante trabajo a los responsables de redes de la RAE, “por no hablar de la cantidad de insultos que recibimos”. La cuenta de la Academia intenta contestar educadamente cuando se le cita o se le pregunta: “No puedes callarte porque estás dando pábulo a que se propague información equivocada y hay que hacer pedagogía”. El problema, claro, es que esta pedagogía a menudo se tiene que hacer “tuit a tuit y persona a persona”.
El diccionario no recoge solo lo que está bien
A veces se acusa al diccionario de sexismo y racismo, lo que lleva a que se lleven a cabo campañas en redes en las que se pide a la institución que elimine alguna definición o alguna palabra. En Twitter, la RAE intenta evitar estas polémicas, pero cuando se trata de preguntas de naturaleza lingüística, “sí se procura contestar”.
En cuanto a estas definiciones polémicas, “el director [Darío Villanueva] lo ha explicado muy bien: el diccionario no debe ser políticamente correcto porque es un repertorio en el que se recogen las palabras que los hablantes utilizan. Pero además se olvida otra cosa: los diccionarios son claves de lectura". Es decir, explican los usos que se le ha dado a la palabra a lo largo de la historia para que podamos entender textos publicados en caso de duda.
“El diccionario no recoge solo lo que está bien decir, sino lo que se dice y se ha dicho, con las marcas correspondientes”. En el caso de gitano, se especifica que este uso es “ofensivo o discriminatorio”. Es decir, el diccionario admite insultos porque es (también) su cometido, pero eso no significa que los demás tengamos derecho a ir insultando.
Ganando apuestas gracias a la RAE
A pesar de estas polémicas, Hernández considera que el trabajo de su departamento se valora positivamente. “Cuando se incorporó la posibilidad de hacer consultas a la cuenta, el número de seguidores comenzó a crecer mucho”.
Que la propia RAE te conteste a una duda lingüística es algo muy atractivo, especialmente para zanjar discusiones: “Sí, a veces nos dicen cosas como que les ha costado una mariscada… Estamos tentados de pedir algún tipo de mordida”. De momento se conforman con los agradecimientos.
Ante el trol, respeto
¿Se usa bien la lengua en Twitter? Pues hay de todo, claro, pero Hernández señala que “la limitación de caracteres pone en juego el ingenio del tuitero, a la hora de decir más con menos”.
Hablando de ingenio, a veces se les pregunta por bromas propias de Twitter, como el cada vez más famoso “haber si me muero”: en esta fórmula, la incorrección es un recurso humorístico que se contrapone al sentimiento no excesivamente alegre que se expresa.
En estos casos, la Academia contesta de forma educada y según lo que dice la norma: “Muchas veces sospechamos que hay bromas detrás de determinadas preguntas, pero ante la duda o por no prejuzgar, contestamos”. A veces, reconoce, se quedan con las ganas de responder con algún toque de humor o de responder a algún piropo, “pero hemos decidido que la institución tenía que mantener este tono educado y formal. Y siempre muy respetuoso”.