En las ciudades estadounidenses donde hay grandes poblaciones de origen latino hay al menos una tienda de productos originarios de México, Centro y Sudamérica. Algunas son prácticamente réplicas de las tienditas de abarrotes o los mini mercados de México y otros países latinoamericanos, decorados con papel picado, piñatas colgadas del techo y los ingredientes necesarios para hacer platicos típicos. Estos establecimientos también son puntos de reunión para las comunidades de ascendencia latina, en especial los inmigrantes.
En tres de estos negocios en tres ciudades distintas se vive un ambiente de miedo e incertidumbre ante los posibles cambios en las políticas migratorias y de comercio con México. Sus dueños y empleados cuentan a Verne cómo viven los primeros meses del gobierno de Trump.
“La gente compra menos porque no sabe qué pasará mañana”: Juan Francisco Martínez, dueño de Mi tienda latina en Phoenix (Arizona).
Las papas Sabritas es uno de los productos más populares en Mi tienda latina en el noreste de la capital de Arizona. “Son como tres dólares más caras que las Lays (la versión estadounidense), pero a la gente no le importa porque el sabor es mucho mejor, saben a papa”, comenta Martínez, dueño del negocio a Verne vía telefónica. “Es lo mismo que la Coca-Cola mexicana, es mucho más rica que la que hacen aquí porque los ingredientes son más naturales”. La tienda también vende decenas de productos de Perú, Argentina, Cuba y otros nueve países.
Martínez, originario de Guatemala, dice que el 80% de su clientela son migrantes sin papeles y esa es la razón por la que en las últimas semanas sus ventas han disminuido. “La gente está comprando lo mínimo, lo que necesita en un día, creo que es porque no saben qué podrá pasar mañana”, comenta. El empresario añade que algunos de sus clientes han firmado cartas poder para transferir la custodia de sus hijos a otras personas en caso de que sean deportados. “Todo es muy incierto y la gente tiene miedo porque no sabe qué cosa se le va a ocurrir a ese hombre”.
El residente de Phoenix, quien ha vivido en EE UU por 26 años, también teme por el futuro. “Nos preocupa mucho que los productos se hagan más caros cuando cambien los tratados (entre México y Estados Unidos)”, dice Martínez. “Si esto pasa, yo tendré que subir los precios de la mercancía y eso significa que pierda más clientes o tenga menos ventas, pero no tendré otra opción”, añade. “Es casi un hecho que esto va a suceder”.
Mientras tanto, Mi tiendita latina cerró sus puertas el pasado jueves como parte de las protestas Un día sin inmigrantes. “Tampoco envié a mis hijos a la escuela”, comenta Martínez. “Si tú pudieras asomarte por acá verías que todos los comercios están cerrados porque son 100% latinos”.
“Es normal que la gente nos diga que les preocupa que los precios suban por Trump”: Mireya Muñoz, empleada de Mi Tierra Foods en Berkeley (California).
En esta tienda en el oeste de Berkeley venden tanto productos frescos como preservados de origen mexicano y países de Centroamérica. Vende tortillas, tamales y pan dulce tradicional mexicano. La tienda tiene más de 20 años en el vecindario de la avenida San Pablo, la cual tiene una gran comunidad de origen latino. El exterior del local está decorada con el mural Living Without Borders/Vivir sin Fronteras de la artista Juana Alicia y un grupo de estudiantes de arte. La obra plasma los obstáculos que enfrentan los migrantes al llegar a Estados Unidos.
Berkeley es una de las principales ciudades santuario en ese país, es decir que priorizan los derechos humanos de los migrantes por encima de las políticas migratorias del Gobierno federal. El Gobierno local y sus residentes han expresado en varias ocasiones su oposición a los planes de la administración Trump de hacer deportaciones masivas. Esto es notorio en Mi Tierra Foods, comenta Muñoz, empleada de la tienda. “Muchos vienen y nos dicen que piensan que los mexicanos somos buenos, que no creen todo lo que se dice de nosotros ahora”, dice a Verne.
A pesar del apoyo de la ciudad, los empleados de Mi Tierra Foods temen que las políticas de Berkeley no tendrán efecto en las decisiones que se tomen en cuanto al TLCAN en la Casa Blanca. Los clientes comparten el sentimiento, asegura. “Es algo normal que cuando ven un precio digan que les preocupa que suban los precios por lo que dice Trump”, dice la residente de Berkeley y originaria de México.
Muñoz, de 19 años, ha vivido gran parte de su vida en Estados Unidos y se define como una Dreamer (joven migrante que llegó al país sin documentos). “Trump no entiende que estamos aquí para aportar a la sociedad”, dice. “Creo que no va a poder hacer todo lo que dice, porque no le conviene a Estados Unidos”.
“Sin clientes y con el aumento de precios, tendría que comenzar otro tipo de negocio”: Ariel Cordoba, dueño de Pancho Villa Deli en Poughkeepsie (Nueva York).
Durante los primeros dos meses del año, Poughkeepsie, en el este de Nueva York, registra sus temperaturas más bajas y por lo tanto una menor actividad comercial, explica Cordoba a Verne, quien ha vivido en la ciudad más de 20 años. “Por eso no puedo decirte si ha habido un efecto en las ventas por Trump, porque normalmente esta temporada es floja”.
Su tienda/restaurante tiene una veintena de años en la ciudad y vende desde pan Bimbo y frijoles La Costeña hasta huitlacoche y flor de calabaza. “Hace unos 10 años, estos productos no se encontraban en ningún otro lugar más que en las tiendas mexicanas”, dice el dueño de Pancho Villa. “Ahora los puedes encontrar en las cadenas más grandes como Wal-Mart, eso te habla de lo grande que es la población latina en este país”.
Los cambios en los tratados entre México y Estados Unidos podrían cambiar esta situación, dice Cordoba. “Aunque la población latina tiene una preferencia por los productos de origen latino, su prioridad es el precio. Si notan que es muy caro, empezarán a comprar otros productos locales y tal vez las cadenas dejen de vender estos productos”. La tienda Pancho Villa Deli tendría que aumentar sus precios inevitablemente, añade el empresario.
Sin embargo, esa no es la mayor preocupación de Cordoba. “Yo he notado que en los últimos años, ya no vienen más migrantes: la gente que es deportada no es reemplazada por nueva gente, por decirlo de alguna forma. Si me quedo sin clientes y los precios aumentan, tendré que buscar otro tipo de negocio”, dice. El 70% de sus clientes son mexicanos, 20% centroamericanos y el resto son de origen anglosajón o afroamericanos. De sus clientes de origen latino, apunta, la mayoría son indocumentados.
Los pocos visitantes a su tienda de abarrotes hablan con él sobre sus preocupaciones de ser deportados. “Aquí se comparte el miedo”, comenta. “Se esparcen muchos rumores de que si ICE (Oficina de Migración y Aduanas) está cerca, de que si van a hacer una redada, todo lo que escuchan en redes sociales, que son reportes falsos. Hay mucha desinformación y eso crea más miedo”. El neoyorquino, que emigró de Puebla en los noventa, añade: “Yo trato de calmarlos y pedirles que no crean todo lo que leen. Eso es lo que el Gobierno quiere: crear pánico para actúen sin pensar, para que se autodeporten”.