Martin R. Schneider es un bloguero que vive en Filadelfia (Pensilvania, Estados Unidos), al igual que Nicole Hallberg. Hace unos tres años, los dos trabajaban en una compañía dedicada a intermediar entre desempleados y empresas, al estilo de las Empresas de Trabajo Temporal (ETT). Martin ha contado en un hilo de Twitter un experimento que desarrollaron durante una semana: él firmaba con el nombre de ella los correos electrónicos y viceversa. "Me sirvió para comprobar el machismo que sufren las mujeres en el trabajo", dice el estadounidense a Verne por correo electrónico. Este es su relato en Twitter (hemos excluido algunos de los mensajes redundantes).
Aquí va una pequeña historia del momento en el que Nicole me enseñó lo imposible que le resulta a las mujeres recibir el respeto laboral que merecen:
Nicole y yo trabajábamos en una pequeña empresa de servicios laborales. Siempre recibía una queja de nuestro jefe: ella era muy lenta en el trabajo con los clientes.
(Este jefe era un fetichista de la eficiencia y un idiota enamorado de la economía, pero esa es otra historia).
Como supervisor de Nicole, creía que era una molestia poco importante. Entendía que el motivo por el que yo hacía las cosas más rápido era porque tenía más experiencia que ella.
Pero me pasaba ratos controlando los tiempos y agobiándola por lo que decía el jefe. Los dos lo odiábamos, así que ella hacía todo lo posible por acelerar su forma de trabajar.
Un día me estaba mandando correos con un cliente sobre su currículum y me estaba resultando IMPOSIBLE. Era antipático, despectivo e ignoraba mis preguntas.
Me estaba empezando a hartar de sus tonterías cuando me di cuenta de algo. Debido a nuestra bandeja de entrada compartida, estaba firmando todos los correos como 'Nicole'.
MEJORA INMEDIATA. Respuestas positivas, me agradecía mis sugerencias, me respondía rápido, me decía "¡buenas preguntas!". Se convirtió en un cliente modelo.
Así que le pregunté a Nicole si esto le pasaba siempre. Su respuesta: "Bueno, no SIEMPRE... pero sí. Mucho".
Hicimos un experimento: durante dos semanas, nos cambiamos los nombres. Yo firmaba como Nicole y ella como yo. Amigos. Fue horrible.
Era un infierno. Todas mis preguntas o sugerencias eran cuestionadas. Los clientes que normalmente me resultaban sencillos eras condescendientes conmigo. Uno me preguntó si estaba soltero.
Nicole tuvo la semana más productiva de su carrera. Entonces me di cuenta del motivo por el que ella tardaba más en convencer a los clientes de que la respetasen.
Para cuando ella conseguía que los clientes aceptasen que sabía lo que hacía, yo no iba ni por la mitad del proceso con otro cliente.
No era mejor en mi trabajo que ella. Simplemente, tenía esa ventaja invisible.
Se lo conté a nuestro jefe y no se lo creyó. Le dije que como quisiera, pero que nunca más iba a agobiarla para que fuese más rápida.
Y aquí va lo peor: para mí fue sorprendente. Ella estaba acostumbrada. Simplemente, entendía que era parte del trabajo.
El primer tuit del hilo, publicado el 9 de marzo, acumula 10.000 retuits y 12.000 me gusta. Martin explica a Verne más detalles sobre su experimento: "Lo hicimos cuando acabábamos de cumplir los 20. Nicole era una muy buena trabajadora y siempre hacía todo lo que podía. Eso estaba claro". El autor del hilo en Twitter asegura que ninguno de los dos trabaja actualmente en esa compañía, que ya habría cambiado de responsables: "Ahora son buena gente". "Decidí compartir la historia en Twitter porque es necesario alzar la voz", comenta.
"Lo que aprendí de este experimento es que hay muchos comportamientos sexistas que no son realmente intencionados. No lo hacemos de forma consciente ni pensando que las opiniones de las mujeres valen menos. Pero muchos hombres los cometemos igualmente", comenta Martin. Y añade, "debemos darnos cuenta ya (...) Eso comienza escuchando las experiencias personales de cada mujer, en vez de pedirles justificaciones".
El estadounidense cree que este tipo de actitudes se deben a que "crecemos en una sociedad que devalúa a las mujeres en general". La otra participante en el experimento, Nicole, coincide con Martin. En un artículo publicado en 9 de marzo en Medium, da su punto de vista sobre aquel episodio: "Tras cambiar las firmas, afronté una de las semanas más sencillas de mi carrera profesional".
"El jefe no nos creyó cuando se lo contamos. Dijo que podía haber miles de razones por las que los clientes habían reaccionado de otra forma tras cambiar las firmas. Por primera vez en los dos años que pasé allí, casi pierdo los nervios. Siempre me pregunté qué ganaba mi jefe negando la existencia del machismo, incluso cuando me apoyaba un compañero. Nunca lo supe, pero dejé esa empresa", añade.