El atentado que se ha cobrado al menos 22 víctimas mortales en Mánchester ha ocurrido al término de un concierto de Ariana Grande [sigue la última hora del atentado en EL PAÍS], artista de 23 años muy popular entre niños y adolescentes. Igual que otras estrellas juveniles como Miley Cyrus o Selena Gómez, Grande protagonizó una popular serie dirigida a adolescentes, Victorious (en Nickelodeon), antes de triunfar en la música. Es posible que muchos de sus seguidores más jóvenes se estén haciendo hoy preguntas sobre los atentados. ¿Cómo y cuándo deben responderlas los padres?
- Abordar el tema. "Cuando se trata de un suceso como este, que va a aparecer durante días en en la televisión, hay que abordarlo", explica la psicóloga infantojuvenil Ainhoa Uribe por teléfono a Verne, subrayando que no es necesario esperar a que los pequeños hagan preguntas para contestarlas.
- Explicar que es algo excepcional. “Hay que contextualizar siempre para no asustarlos -cuenta Uribe-, aclarando que ocurre de forma muy puntual y fortuita, y que los adultos siempre van a estar ahí para ayudarles”.
También hay que tener cuidado con los matices: "No podemos decir que lo ha hecho una persona mala, sino una 'muy, muy, muy mala', para subrayar la excepcionalidad", añade Sergi Banús, del Gabinete Psicodiagnosis de Tarragona
- Los más pequeños no saben lo que es la muerte. Por supuesto, no es lo mismo un niño que un adolescente. Banús explica a Verne por teléfono que los niños de menos de 2 o 3 años no entienden qué es la muerte y en estos casos lo mejor es no tratar el tema, a no ser que lo hayan vivido directamente. Entre los 3 y 5 años ya saben algo más, pero aún ven la muerte como un proceso reversible, cosa que cambia a partir de los 6 o 7.
A partir de los 6 años se puede hablar de forma más clara de lo ocurrido, sin necesidad de entrar en detalles más escabrosos, pero también sin mentir. Vanesa Clemente, psicóloga especializada en trauma, apunta que es difícil que los niños más pequeños entiendan qué es el terrorismo, pero se puede hablar de “personas que han hecho algo muy malo”.
- Es tan importante el tono como el contenido. Antes de los 9 años, Barnús recuerda que es más importante cómo se explican estos temas que lo que se dice. “Los niños se fijan en el estado de ánimo de los padres más que en sus palabras, por lo que es importante explicar estos temas con tranquilidad para que lo encajen mejor”. Como apunta Clemente, no hay que contagiarles la rabia que podamos sentir.
- Aportar datos tranquilizadores. Otro consejo de Barnús es el de “complementar esta información, que puede generar angustia, con datos que tranquilicen”. Por ejemplo, hablando del papel de la policía y explicando que es muy improbable que eso les ocurra a ellos. Eso sí, siempre “sin engañar”.
- Usar un lenguaje sencillo. Para Uribe, al hablar de los atentados con los niños se debe utilizar un lenguaje sencillo. “Con los niños de secundaria (a partir de los 12 años) ya se puede tratar con complejidad, pero para los de primaria debe ser más sencillo” explica. “Por ejemplo, expresiones como ‘cobrarse x víctimas’ no son claras, se puede decir simplemente que ha muerto gente”.
- Más información a los mayores. En el caso de los niños mayores y, sobre todo, de los adolescentes, se puede ofrecer más información, pero Clemente subraya que lo más importante es “estar predispuestos a responder a sus preguntas”. Hemos de tener en cuenta que si no contestamos a estas dudas, “buscarán la respuesta por internet”, pudiendo llegar a información falsa o sin el contexto adecuado.
Banús recomienda explicar el terrorismo a los adolescentes haciendo referencia a la radicalización: “Explicar que se trata de una minoría de personas que se aíslan de la sociedad, que tienen sus propias ideas y que se retroalimentan”. También se puede explicar cómo se está combatiendo y dar un mensaje de optimismo.
- Explicar la historia en orden cronológico. Según Uribe, esto “es muy importante para asimilar sucesos, incluso muchas terapias consisten en eso, en que el paciente construya el relato de lo que le sucede”.
- Recordarles que el miedo no tiene que impedirnos hacer nada. Es normal que los niños –y los adultos– tengan miedo después de un atentado. En el caso de que un pequeño manifieste sus temores, Uribe apunta que hay que recordarles que “no pasa nada por tener miedo a veces. Los jóvenes en ocasiones no perciben que los adultos también pueden tenerlo, y se les puede explicar que no es malo, ni hay que dejar de hacer cosas por este motivo”.
- Procurar que no asocien el terrorismo con (en este caso) los conciertos. Aunque el niño o adolescente no haya ido al concierto, pueden sentir este atentado más cercano que en otros casos, “por lo que también hay que trabajar para no asociar el concierto, en este caso, con el terrorismo”, explica Clemente. Se puede recordar estos ataques son mucho menos frecuentes que otros hechos que no nos impiden salir y disfrutar de la vida, “como caerse por las escaleras”. Ante el miedo a acudir a algún evento parecido, los padres pueden intentar animar y ayudar, por ejemplo, ofreciéndose a acompañarles.
- Dejarles desahogarse. “Los niños tienen más información de la que pensamos. A menudo es un buen paso simplemente dejar que hablen y se desahoguen”, explica Clemente.
- Expresar el duelo. Un consejo que también da Banús es el de “resolver el duelo”. Por eso, explica, “en los lugares de los atentados hay flores, fotos, también se pueden enviar mensajes…”. Se trata de una forma de “exteriorizar el acercamiento a las víctimas” y puede ser un “instrumento de expresión del duelo”.
- Estar con ellos mientras ven las noticias. Clemente opina que es mejor que los niños menores de 6 o 7 años “no estén expuestos continuamente al bombardeo de noticias, aunque sí hay que contestar a las preguntas que puedan hacer”. Cuando son mayores, como apunta Banús, es importante “es que los padres estén allí con ellos y les tranquilicen”, ayudándoles a comprender lo que están viendo.
- Darles información aunque no la pidan. Con los adolescentes es importante propiciar “una buena comunicación”, explica Clemente, para que se sientan cómodos preguntando si están viendo las noticias en familia, por ejemplo. Sobre todo teniendo en cuenta que a menudo recibirán la información por su cuenta y sin la presencia de los padres, ya sea en su habitación o a través de su móvil y las redes sociales. Esta buena comunicación les puede animar a hacer preguntas también en estos casos.
Es cierto que los adolescentes pueden mostrar un comportamiento más autónomo, pero sigue siendo importante hablar con ellos: “Los adolescentes se comunican menos, pero eso no significa que si se les habla no nos vayan a escuchar”. Incluso “aunque no respondan o nos den la espalda. Si se les da la información, van a hacer más caso del que parece”.