─"¿Cómo te sientes sabiendo que serás la primera mujer rarámuri que competirá en un ultramaratón en Europa?"
Lorena Ramírez se queda en silencio. Por su expresión es fácil adivinar que está más cómoda corriendo durante horas que hablando frente a una cámara. Después de un momento, responde muy seria y en rarámuri, su lengua natal. A diferencia de sus hermanos hombres, la corredora mexicana nunca fue a la escuela, y le da vergüenza no poder hablar el idioma de los chabochis o mestizos, explicará después. Su hermano Mario traduce las escasas palabras que ella pronuncia mirando al suelo. “Estoy a gusto de ir a España”, dice con extrema timidez.
Mario Ramírez, en su turno, sonríe como si él estuviera en el podio recibiendo el primer premio. Dice que está muy contento y agradecido, "primero con Dios", por la vida y por todas sus bendiciones. Que nunca se imaginó vivir lo que su familia vive ahora. Que quiere conseguir patrocinios, correr en otros países -él también es corredor- y "expandir la fama" de su hermana. [Fotogalería: Un día en la sierra con Lorena Ramírez]
En abril, esta corredora de 22 años ganó un ultramaratón de 50 km en Tlatlauquitepec, Puebla, en el centro de México. Llegó primera vistiendo una falda y un par de huaraches (sandalias), algo habitual en la tradición de los corredores rarámuris. Este pueblo indígena que vive en el norte del país tiene dos nombres: el que ellos asumen como propio (rarámuri) y el que les pusieron los conquistadores españoles (tarahumara). Rarámuri significa “pies ligeros” o los “corredores a pie”.
El triunfo de Lorena resonó en redes sociales y en medios de comunicación. Además de recibir varias solicitudes de entrevistas y el acercamiento de posibles patrocinadores, Lorena fue invitada a participar en la Tenerife Bluetrail, que se realizará este sábado 10 de junio en la isla canaria. Ella y Mario competirán en la categoría de los 97 kilómetros, lo que convierte a Lorena en la primera mujer rarámuri que correrá un ultramaratón europeo. Se le llama así a cualquier carrera que supera los 42,195 kilómetros de un maratón tradicional.
Cinco días antes de salir de México por primera vez, los hermanos Ramírez recibieron a Verne en su casa de Rejogochi (Estado de Chihuahua), una comunidad en la sierra Tarahumara donde viven cerca de 75 familias de la misma etnia. Hace poco más de un mes que Lorena vive aquí. Antes estaba en casa de sus padres, donde creció, en un sitio casi despoblado. Para llegar hasta ahí, hay que conducir unas tres horas por carreteras llenas de curvas, donde es posible no ver otro auto en decenas de kilómetros. La gente de la zona sabe que esos caminos están vigilados por narcotraficantes, que controlan la producción y trasiego de drogas.
Desde que regresó campeona de Puebla, Lorena se quedó en Rejogochi. Se instaló con el mayor de sus siete hermanos, su cuñada Lucrecia y sus dos sobrinos, en una pequeña casa con muros de adobe, vigas de madera y techo de lámina. Así son el resto de las construcciones en la comunidad, incluida la escuela de jesuitas que está a unos cuantos pasos. La casa de Mario y Lucrecia se divide en dos espacios. De un lado está la estancia, con un sillón, una mesa y una estufa de leña. Del otro están las camas de los cinco habitantes, separadas entre sí con una sábana.
Mario, de 26 años, ha adoptado la misión de ser representante, entrenador y portavoz de su hermana, pues ella no maneja bien el español. Es él quien la anima a salir a correr por las montañas rocosas que rodean el valle de Rejogochi, y que son un sello del paisaje en la región noroeste de México. “Vamos a entrenar para que tengas más fuerza, porque hay mujeres mestizas que también son muy buenas para correr”, le dice su hermano. Los corredores rarámuris no suelen entrenar de manera formal para competir en ultramaratones.
Pero su rutina incluye caminatas largas y escaladas por el monte. Los Ramírez recuerdan que, cuando eran niños, podían caminar durante cinco o seis horas siguiendo a las chivas, o acompañando a su padre al pueblo más cercano para comprar comida. Ese nivel de actividad física le ha permitido a Lorena colocarse en los primeros lugares de las carreras más famosas de las Barrancas del Cobre, un sistema de montañas que es parte de la Sierra Madre Occidental mexicana.
En el Ultramaratón Caballo Blanco, de 2016, Lorena logró el tercer lugar en los 80 km. En el Ultramaratón de los Cañones de 2015, en Guachochi, quedó en cuarto lugar en la categoría de 100 km. Ella calcula que ha corrido más de 15 ultramaratones desde que empezó a competir, a los 17 años. Siempre lo ha hecho con sus huaraches, de talla 24 (38 europeo), porque siente que con los tenis (zapatillas de deporte) puede resbalar: "Los tenis son pesados y los huaraches no", dice la corredora. Ahora tiene ampollas en los pies y por eso prefiere no mostrarlos. Corrió 60 km hace apenas cinco días en las montañas de Creel, donde se quedó con el segundo puesto.
Esta es la época más calurosa en la sierra de Chihuahua, que continuará hasta que lleguen las lluvias de verano y las barrancas se pinten de verde. Bajo el sol de mediodía y solo con un café soluble en el estómago, salimos a conocer algunos de los caminos que recorre Lorena en sus entrenamientos ocasionales. Ella toma la delantera, seguida de cerca de su perra Perla. Su complexión pequeña (cerca de 1.50 m) le permite avanzar ligera y no se detiene a escuchar la charla del resto del grupo: su hermano, dos periodistas y la coordinadora de Deportes del Municipio de Guachochi, Iliana Martínez, que está allí para ayudarlos con la logística del viaje a España.
Lorena y su hermano corren para vivir, como muchos indígenas tarahumaras. En alguna temporada, él trabajó como jornalero en los campos de manzanas. Ahora no tiene un empleo fijo y tampoco Lorena. Pero cuando alguno de los miembros de la familia compite en una carrera y se coloca entre los tres primeros lugares -puede ser su padre, Santiago, o sus hermanas Juana y Talina-, está obligado a compartir su premio en efectivo con el resto.
A esto se le llama kórima y es uno de los principales valores de la comunidad rarámuri. Se ayudan mutuamente porque así pueden estar bien entre ellos, lo que es parte de sus reglas. “Kórima suena como karma y funciona de la misma forma, excepto por sus implicaciones inmediatas”, explica el periodista estadounidense Christopher McDougall en su libro Nacidos para correr.
Lorena usó una parte de los 6.000 pesos (menos de 300 euros) que ganó en el ultramaratón de Puebla para ayudar a sus padres. Con la otra parte, ella y Mario compraron comida para la familia. Su dieta básica incluye frijoles y pinole, un polvo de maíz que al mezclarlo con agua los reanima durante las carreras. Cuando es temporada, también consumen nopales (un tipo de cactus comestible típico de México) y quelites, una hierba silvestre que ellos cocinan con cebolla.
Al regresar de la expedición, después de un par de horas, la esposa de Mario nos ofrecerá un guiso de papa y tortillas de harina recién hechas en la estufa de leña. Pero antes debemos caminar por el valle, atravesar arroyos y seguir las veredas de la montaña que cada vez tienen mayor pendiente. Si no estuvieran acompañados, los hermanos Ramírez subirían corriendo en unos minutos. El grupo llega a la cima después de media hora y más de una parada de descanso. El premio allí son las vistas de 360 grados a las Barrancas del Cobre, las más profundas de México.
La corredora dice muy poco en todo el día. Fuera de la entrevista formal, solo hablamos de su traje típico anaranjado, que ella misma confeccionó. Todo menos el cinturón bordado, explica: ese es comprado y en rarámuri se llama pula. Pero las palabras no son necesarias para ganar carreras y tampoco ayudan. Para Mario, lo más importante al correr no está en los pies sino en la mente. Él asegura que en esas horas piensa mucho en su familia, en sacarlos adelante. Lorena dice sentirse muy agradecida cuando ya está por llegar a la meta y se ha posicionado en un buen lugar. “Ganar” es lo que pasa por su cabeza.