Todo empezó hace tres veranos. Recién salida de la universidad, me mudaba a un pueblo diminuto de 5.000 habitantes en la España rural, sin hablar la lengua ni conocer a un alma. Le prometí a mi familia que me iba solo un año y que volvería a Nueva York el verano siguiente, lista para tener un trabajo “de verdad” y asumir un estilo de vida “normal”.
Tres años después, lo que iba a ser un año de aventuras en España se convirtió en algo muchísimo más profundo. Este país se convirtió en mi casa. He vivido en tres lugares diferentes: del pequeño Fregenal de la Sierra al siempre bullicioso Madrid o la encantadora ciudad de Granada. He aprendido la cultura, el estilo de vida, las peculiaridades y expresiones locales de tres ciudades diferentes; todas únicas y alocadas. He comido suficiente tortilla y jamón como para alimentar al equipo completo del Real Madrid durante 10 años, he bebido suficientes cañas como para formar un segundo Mar Mediterráneo y he forjado amistades que me acompañarán de por vida.
Ahora que me marcho, esta vez sin billete de vuelta, me paro a pensar de nuevo en todas las lecciones vitales que este país me ha enseñado. Claro que mis experiencias fueron polos opuestos en la capital de millones de personas frente al pequeño pueblo lleno de ovejas. Por supuesto, esos españoles de ciudad van con prisa a trabajar, apartando a quien se les cruce y pasan ante sus vecinos sin decir hola, y quizás ni te den dos besos y te pongan una gran sonrisa cuando los conozcas.
Pero en el fondo este país está lleno de gente con “alma de pueblo”
No importa donde haya vivido, tanto en Fregenal como en Madrid o Granada hay ciertos aspectos que tejen toda la cultura y el estilo de vida. Y, lo que es más importante, cada ciudad me ha enseñado algo grande sobre la vida y sobre cómo quiero vivirla
1. El dinero no te da la felicidad. De verdad que no
Mamá y papá te podrán contar una y otra vez que el dinero no compra la felicidad, pero no lo crees por ti mismo hasta que no lo ves. Y aquí, en España, esto se ve a diario. España tiene una de las tasas de paro más altas de Europa y uno de los menores niveles de salario. Además, Extremadura es la región más pobre de España, seguida de Andalucía. Gente con mucho talento y con sus másters se encuentran sin empleo o cobrando muy poco como camareros hasta que encuentran algo mejor, lo que no es nada fácil. Pero ¿sabes qué? De alguna forma siempre sacan tiempo para tomar algo con amigos, están llenos de buen humor, sonrisas y ganas de vivir. Puedes ver a una señora adinerada y bien vestida en el mismo bar que un obrero, bebiendo la misma cerveza y comiendo las mismas tapas. Porque no se trata del bar bonito, ni del decadente cóctel a 18 euros que puedas pagarte, sino de las cosas sencillas, como una caña y unas buenas risas.
2. Las cosas buenas de la vida son mejores cuando las compartes
De hecho, mis vecinos se refieren a nuestro grupo de amigos como “la comunidad”. Mis amigos, que tienen salarios bajos y a veces incluso están en paro, siempre están dispuestos a ofrecerme un vaso de vino de su pueblo, un poco de queso, una silla y unos minutos para sentarnos y charlar. Solía responder a su generosa oferta con un “muchas gracias, tío. La próxima vez te invito yo”. Pronto aprendí que, si decía eso, me iban a decir que me callara, me relajara y disfrutara.
La primera vez que compartí un plato y dos tenedores con 7 personas estaba horrorizada. Ahora es mi día a día. Estoy constantemente asombrada con la generosidad con la que la gente comparte sus vidas, su tiempo, sus cosas y su comida. Me han enseñado lo que significa compartir sin esperar nada a cambio, solo compañía.
3. Disfrutar de la vida es el objetivo número 1. El trabajo va en segundo lugar
Cuando le prometí a mis padres que volvería después de un año en España, pensaba que quería un trabajo muy importante en una de esas agencias de comunicación con sede en Nueva York. Ese trabajo supondría trabajar incontables horas en la oficina, prestando atención constante al email cuando no estás en la oficina y, bueno, básicamente renunciando a tener vida personal. Quiero decir: es lo que hay que hacer si eres joven, inteligente, determinado ¿no? MAL. Todo mal.
Si hay un tema generalizado que noté tanto en Fregenal, en Madrid, en Granada y en todas partes de España es que SIEMPRE hay tiempo para disfrutar de la vida. Tanto si eso supone un domingo de barbacoa en el campo sin pensar que al día siguiente es lunes, como si se trata de sacar un rato para tomarte algo en el barrio después del trabajo, o salir de tapas con tu compañero de piso un martes por la noche…
Trabaja para vivir. No vivas para trabajar.
Esto no te convierte en un mal empleado, ni te hace vago ni desmotivado. Solo implica que valoras más tu vida, tu felicidad, tus amigos y tu familia.
España, me marcho con unas últimas palabras:
Bueno, lo primero: estoy 100% segura de que voy a tener mono de jamón. Si alguno de vosotros, amigos españoles, me quiere mandar algún paquete de jamón a mi casa de Nueva York… ¡os querré para siempre! Pero de verdad. Para siempre.
Ahora, España, me voy a poner un poco más seria. Me has dado más de lo que jamás hubiera soñado hace tres años. Es hora de irme, pero me llevo lecciones vitales que guardaré para el resto de mi vida, donde quiera que me lleve mi camino. Sé que siempre tendré una casa aquí y amigos a los que puedo llamar familia. Ahora una nueva aventura llama a mi puerta y tengo que abrirla. Vuelta a casa desde casa.
No es un adiós. Es un hasta luego.
Casie Tennin es autora del blog A Wandering Casiedilla, en el que durante los últimos años ha narrado sus aventuras en España. En junio de 2015, en Verne publicamos su post Soy de Nueva York, viví 8 meses en un pueblo extremeño y así me cambió la vida, sobre su etapa en Fregenal de la Sierra (Extremadura). Puedes seguirla en Facebook, Twitter e Instagram. Este post se publicó originalmente en su blog.