Sophía nació con órganos sexuales masculinos pero desde muy pequeña manifestó su deseo de convertirse en una niña. Tenía menos de dos años cuando expresó su emoción por llevar un vestido, que en realidad era una bata de hospital que le había colocado el médico. “Apenas hablaba y yo apenas podía entender lo que decía”, comenta su madre, que en ese momento no le dio importancia a lo que pensó que era una ocurrencia.
Pero las señales no pararon ahí. “Me pedía muñecas y me preguntaba cosas como por qué no se llamaba como sus primas o cuándo se le iba a caer el pene”, recuerda en entrevista telefónica con Verne la madre de Sophía, quien pidió no revelar su identidad. Ella había asumido que el mayor de sus dos hijos sería homosexual, cuenta, pero nunca se imaginó que se trataba de un niña transgénero.
Este año, su hija se convirtió en la primera menor mexicana que cambió su nombre e identidad de género de manera oficial sin la necesidad de someterse a un juicio. A sus seis años está inscrita en primero de primaria como Sophía y tiene un acta de nacimiento que la reconoce como niña. En este proceso de transformación, la familia de Aguascalientes ha estado acompañada por activistas LGBTI, especialistas clínicos y un grupo de abogadas de la Ciudad de México que desarrolló la estrategia de litigio.
El caso de Sophía ha sentado un precedente en la justicia mexicana. “Todo cambia”, sostiene Alehlí Ordóñez, fundadora de la asociación Litigio Estratégico en Derechos Sexuales y Reproductivos (LEDESER). En 2014, ella participó en la redacción de una de las reformas más importantes para las personas transgénero hasta la fecha: la Asamblea Legislativa del Distrito Federal les reconoció el derecho a actualizar su documentación mediante un trámite administrativo gratuito en el Registro Civil. Antes de eso, debían someterse a un juicio largo y costoso.
Pero ni los niños ni las niñas ni los adolescentes fueron incluidos en la reforma. Aunque sí se habían registrado casos de éxito de menores que modificaron su documentación, “ellos seguían condenados a acudir a ese juicio que los violentaba”, cuenta Ordóñez. La abogada comenzó a trabajar en la estrategia de litigio para resolver lo que consideraba que era el “gran pendiente” de la legislación, aún sin tener un caso específico.
Su trabajo ya estaba avanzado cuando recibió una llamada del colectivo Ser Gay, de Aguascalientes, para pedirle apoyo con el caso de Sophía. Diez meses más tarde, en julio de 2017, el Registro Civil de la Ciudad de México aprobó la tramitación de una nueva acta de nacimiento para la menor. Fue ella misma quien eligió su nuevo nombre, inspirada por el personaje de Disney Princesita Sofía.
"Esto sienta un precedente", asegura Ordoñez, aunque no cree que en el corto plazo el procedimiento sea tan sencillo como lo es para los adultos transgénero. Lo que es un hecho, aclara, es que a partir de ahora todos los niños podrán cambiar su nombre e identidad a partir de un trámite administrativo.
“Yo no quiero ser un niño, yo soy una niña”
La madre de Sophía recuerda la serie de circunstancias que la llevaron a reconocer la necesidad de pedir ayuda para atender las peticiones de su hija. Una noche, mientras la preparaba para acostarse, la menor verbalizó su deseo por primera vez. “Me abrazó medio raro y me di cuenta que estaba llorando. Me asusté y le pregunté qué pasaba, pero tardó un rato en responderme: ‘Yo no quiero ser niño, yo soy una niña".
A continuación llegaron las advertencias de parte de la escuela preescolar. Las maestras citaron a la familia para comunicarle que la menor estaba muy decaída: ya no quería jugar y no participaba en clase. “Nos enteramos que sus compañeros se burlaban de ella porque decía que su fiesta de cinco años sería de princesas”, comenta la madre, que se fue de ese citatorio con la consigna de buscar ayuda profesional. Ella confiesa que recurrió a internet porque no sabía por dónde empezar y que fue en esa búsqueda donde encontró la palabra transgénero.
En el colectivo Ser Gay les confirmaron el nombre de la condición de su hija.“La escuela había recomendado apoyo terapeútico para que el menor se alineara y fuera un niño convencional”, recuerda Manuel Gutiérrez, vicecoordinador de la asociación. En esa primera cita, a la que asistieron varios miembros de la familia extendida, además de Sophía y su hermano menor, solo se llegó a una conclusión, dice el activista: todos querían que los niños fueran felices y estuvieran tranquilos durante su infancia, adolescencia y adultez.
“Eso planteó un piso muy sólido, porque se antepone el bienestar de los niños a los miedos que los padres puedan tener”, dice Gutiérrez. “Es más fuerte el amor por sus hijos que los prejuicios”.
La madre de Sophía reconoce que el proceso de transición de su hija ha sido muy difícil: “Vives cierto tiempo pensando que tienes un niño y de repente resulta que no”. Aunque admite que ha sido emocionante ser testigo de su transformación, también le preocupa que mucha gente no la entienda y puedan violentarla. Su familia ha sido un gran apoyo, dice, y ver a su hija feliz le confirma que tomó la decisión correcta.
Una condición humana, no una patología
El sexólogo y psicoterapeuta David Barrios comenzó a tratar a Sophía por recomendación de la asociación Ser Gay. Él explica a Verne que después de seis meses confirmó que la niña presentaba disforia de género de acuerdo con los criterios de la Asociación Internacional para la Salud Transgénero. El especialista aclara que si bien es necesario ese diagnóstico para comenzar una intervención profesional, la sexología científica y humanista no considera a la transexualidad como una patología sino como una condición humana.
En el caso de Sophía ya no se puede hablar de disforia de género, pues la menor ha hecho su transición hacia el género en el que se siente cómoda. “Cuando se transforma en niña desaparece la disforia y sobreviene un gran bienestar”, explica. Su madre confirma que el cambio emocional ha sido muy notorio: desde que permitieron que su pelo creciera y que ella eligiera su ropa de niña, recuperó la seguridad y “empezó a ser ella misma”.
La documentación del doctor Barrios sirvió para que la Comisión Estatal de Derechos Humanos dictara medidas cautelares dirigidas a la escuela preescolar de Sophía, que no aceptaba su transición. El sexólogo considera que el tratamiento profesional también fue un factor positivo durante el proceso jurídico.
La madre de Sophía afirma que la obtención de un acta de nacimiento nueva ha sido un logro muy importante para la familia. Sobre todo en lo que respecta al entorno escolar. La directora de la escuela les había advertido que no aceptarían la identidad de su hija a menos que tuviera un documento oficial que la confirmara. La niña es aún pequeña para reconocer la magnitud de este logro. “Ella está convencidísima de lo que es", dice su madre y se corrige después: "Más bien está segura de lo que es. Los que nos hemos ido convenciendo poco a poco somos nosotros, sus papás”.