En el año 1992 se cumplía el aniversario de la llegada de Cristóbal Colón a América. Mientras celebrábamos la efeméride, centrándonos en los aspectos positivos de ese encuentro entre dos culturas, la muerte de la dominicana Lucrecia Pérez en Aravaca (Madrid) terminó con un tabú de 500 años de antigüedad. En España también podíamos ser racistas, incluso con nuestra propia gente. Su asesinato, hace 25 años, fue el primero que se calificó como delito de odio xenófobo y racista.
La discoteca abandonada Four Roses / Uly Martín
Este fue el lugar en el que murió Lucrecia, el 13 de noviembre de 1992, a los 33 años. Acababa de perder su trabajo limpiando en una casa y se refugió en Four Roses, una discoteca abandonada. Se había convertido en zona de reunión de dominicanos en Madrid. Algunos incluso dormían allí. Los cuatro asesinos de Lucrecia fueron el guardia civil de 25 años Luis Merino Pérez y Víctor Flores Reviejo, Javier Quílez Martínez y Felipe Carlos Martín Bravo. Los tres últimos eran menores de edad.
Una inmigrante dominicana y un guardia civil observan el lugar del asesinato de Lucrecia / Bernardo Pérez
Los extranjeros en España suponían menos de un 1% de la población en 1992. Algo más de 360.000 habitantes. El país había olvidado ya la emigración de los 50 y 60, aunque todavía no estaba acostumbrado a la inmigración. La comunidad dominicana llevaba tiempo recibiendo ataques racistas en Aravaca. Primero apedrearon La Brisa del Sur, el bar donde se reunían los dominicanos en esa zona de Madrid. Luego pegaron carteles contra los inmigrantes. Y después, cuatro encapuchados dispararon de forma indiscriminada en la Four Roses. Dos balas alcanzaron a Lucrecia.
Varios dominicanos sentados lloran por el asesinato de Lucrecia Pérez Martos en Aravaca (Madrid) / Uly Martín
Medio centenar de dominicanos seguían habitando en el lugar del crimen días después de lo ocurrido. "Que nos lleven donde los asesinos no nos puedan localizar. Y, si no nos quieren ver, que nos recojan y nos manden a nuestro país", decía entonces Enrique Céspedes, testigo del ataque en la discoteca derruida. "Es tremendo seguir aquí, pero no tenemos adónde ir. Como me endeudé para pagar el viaje, no puedo volver", contaba en ese mismo lugar la tía de Lucrecia, María Méndez.
Los vecinos de Aravaca dejando flores en homenaje a Lucrecia / Uly Martín
Buena parte de los vecinos de la zona se posicionaron junto a la comunidad dominicana. "Lo que ha ocurrido es una barbaridad. Vienen a ganarse la vida, igual que los españoles fueron a su país. Son gente alegre y sencilla", afirmaba entonces uno de los vecinos más próximos a Four Roses, Juan García. "Son inofensivos. Yo no he visto droga ni delincuencia, aunque sí algo de prostitución", comentaba un comerciante de la zona. Muchos vecinos reconocían que no les gusta la presencia de los dominicanos, aunque solo "por los gritos y las palabrotas".
Manifestación en Aravaca / Cristóbal Manuel
Dos semanas después del asesinato, la Guardia Civil detenía a sus cuatro autores. Las manifestaciones contra lo ocurrido comenzaron primero en Aravaca, luego en el centro de Madrid (más de 12.000 personas concentradas) y en otras ciudades españolas. La de Barcelona, el 29 de noviembre de 1992, fue la mayor manifestación contra el racismo en la historia de España.
Los cuatro acusados del asesinato, durante el juicio / Miguel Gener
En 1993 comenzó el juicio a los cuatro asesinos. Uno de ellos reconoció ante el juez que solo fueron cuatro los que cometieron el crimen porque "eran los que cabían en el coche". En el proceso también salió a relucir uno de los comentarios que hizo el guardia civil Luis Merino en el automóvil en el que huían. Había "tirado tres plomos y que se podía haber cargado a tres negros". El fiscal del caso alegó que la dominicana murió asesinada por "ser extranjera, negra y pobre". Merino fue condenado a 54 años de cárcel y cada uno de sus tres compañeros a 24 años. 10 años después del asesinato, solo Merino seguía en prisión.
Con el tiempo, la colonia dominicana en Madrid reconocía que su situación había mejorado desde el asesinato. Había más trabajo para ellos y los sueldos que les otorgaban se habían multiplicado. "Las velas que se encendieron hace cinco años nos dieron un calor que aún hoy podemos sentir", contaba en 1997 María Paredes, presidenta de la Asociación de Mujeres Dominicanas. La crisis económica hizo que esa mejora fuera solo momentánea.
"La muerte de Lucrecia marcó un antes y un después en la conciencia social. El único reproche: que hiciese falta una tragedia para despertarnos", recordaba en 2009 Pedro Álvarez, portavoz de Vomade (Voluntariado Madres Dominicanas).
Manifestación en recuerdo a Lucrecia Pérez, asesinada hace 25 años / Inma Flores
La dominicana tenía una hija de 6 años cuando murió, llamada Kenia. El día que dejó su país, se despidió a toda prisa de ella pensando que iban a reunirse en España. La mujer que la iba a introducir en el país de forma ilegal llegó un día antes, cobró medio millón de pesetas y se la llevó a toda prisa. Ahora Kenia vive en España. “La muerte de mi madre sirvió para que haya menos racismo en España”, decía a EL PAÍS en 2012.
En este tiempo, a España le ha dado tiempo a volver a convertirse en un país de emigrantes. La cifra de residentes españoles en el extranjero alcanza máximos históricos. Esta semana se han vuelto a repetir en Madrid las manifestaciones contra el racismo en España y en recuerdo de su primera víctima oficial. Al menos, la primera que contó realmente.
En diciembre de 2016, un lector ovetense recordaba a Lucrecia Pérez en una de las cartas al director de EL PAÍS
El 15 de diciembre se cumplieron 57 años del nacimiento de Lucrecia Pérez, la primera víctima reconocida de la xenofobia y el racismo. En estas fechas navideñas deberíamos recordar a todos esos emigrantes e inmigrantes que sufren la explotación, la desigualdad de derechos y el desprecio de su ser y de su cultura. También debemos acordarnos de los refugiados que aún no saben cuál será su destino.— Hernán García Martínez. Oviedo.