En septiembre comenzó la temporada escolar. Y, con ella, volvieron los madrugones, la siempre costosa compra de material escolar, el reencuentro con los antiguos compañeros y... los comentarios racistas sobre la población de origen inmigrante en los colegios.
El tuitero @taramonication, peruano afincado en Madrid, explicaba en un hilo de Twitter que se había encontrado a un buen amigo -"de izquierdas"- quien le habló del colegio al que llevaba a su hijo:
Antes estaba lleno de sudamericanos y eso, pero la nueva directora ha hecho limpieza y lo ha cambiado todo.
— Taramona (@Taramonication) 7 de septiembre de 2017
Me: pic.twitter.com/CYf81r4PkN
Sí, según @taramonication, su colega empleó la palabra "limpieza".
Héctor Cebolla, profesor de Sociología en la UNED, ya explicó en "La concentración de inmigrantes en las escuelas españolas" que los peores resultados académicos en colegios con mucha población inmigrante no se deben al lugar de nacimiento de sus alumnos, sino a que los inmigrantes estén sobrerrepresentados entre las clases desfavorecidas de la sociedad. Es decir, si queremos mejorar el rendimiento de los colegios no habrá que mandar a paseo a los alumnos inmigrantes, sino pelear para la mejora de las condiciones sociales y económicas de todos sus alumnos, ya sean españoles o no, porque el peor desempeño se relaciona con cuestiones de clase, no de raza.
Pero este artículo no pretende desmontar los grandes bulos del racismo, sino constatar la existencia de lo que @taramonication calificaba en su hilo de Twitter como "racismo de cañita y terraza" o "racismo buen rollero". A raíz de su caso, otros tuiteros se sintieron identificados y hubo quien se animó a compartir situaciones parecidas:
"Este lugar (nuestro curro) tiene un nivel de mierda...no ves quién viene? Casi todos LATINOAMERICANOS!!!". Mi cara: un poema. Agregó:
— MallmannRocks (@MallmannRocks) 7 de septiembre de 2017
A manera de corrección/disculpa agregó "es que a ti te considero europea" (?). Un superclásico del racismo Spanish/Catalanish, tristemente
— MallmannRocks (@MallmannRocks) 7 de septiembre de 2017
Este tipo de racismo no es, ni mucho menos, un fenómeno nuevo. En 1986, dos psicólogos sociales, Samuel L. Gaertner y John F. Dovidio, acuñaron el término "racismo aversivo" para definir el racismo de quienes no se consideran racistas. De aquellos que comienzan sus frases con un "Yo no soy racista, pero...". O de quienes hacen bromas racistas como si no tuvieran consecuencias.
Pero la atención sobre estas actitudes ha cobrado visibilidad en los últimos meses con la popularización de la palabra "microrracismo", una adaptación del término feminista "micromachismo".
"Son pequeños gestos que se dan en el día a día y que suponen agresiones que no te llevan al psicólogo, pero que son desagradables", según define a los microrracismos Lucía-Asué Mbomío, colaboradora de Afroféminas, un medio de comunicación que está contribuyendo a dar visibilidad al término. En la misma línea, Sos Racismo Madrid lanzó el año pasado una "plataforma de denuncia y visibilización de microrracismos cotidianos" llamada Es Racismo.
Para llenar de contenido el término, quedamos con Carina, Yessenia, Diego y Aarón, cuatro jóvenes de origen latino, quienes comparten con nosotros sus experiencias personales.
Carina Lisbeth Uvidia acaba de terminar la carrera de Periodismo, tiene 25 años, llegó a España en 2008 procedente de Ecuador y todavía conserva su acento latinoamericano. Según ella, esta es la razón por la que sus compañeros le impedían poner la voz en off a los trabajos de clase.
Yessenia Tituaña nació en Ecuador, tiene 21 años y llegó a España con cuatro. En alguna ocasión, cuando se produce algún suceso relacionado con personas de origen latino, tiene que aguantar frases del tipo: "Seguro que ha sido alguno de tus amigos". En una ocasión, a sus 13 años, caminaba por la calle en compañía de una amiga y de la madre de esta, y tuvo que escuchar cómo decían: "Es que los panchitos...". A Yessenia también le molesta cuando sus amigos españoles califican como "panchitadas" sus gustos musicales.
Diego Villacorta nació en Perú hace 22 años y llegó a Madrid en septiembre de 2009. Como tiene la piel pálida, durante sus ocho años en España no ha dejado de escuchar la frase: "Pero si tú no pareces latino". A Diego le molesta escucharlo porque presupone que los latinos son todos iguales, obviando la variedad de todo un continente y la individualidad de sus habitantes.
Aarón Moya, por su parte, es el único de los cuatro entrevistados que nació en España. Lo hizo en Madrid hace 17 años. Y muy a menudo, cuando afirma que es español, recibe la réplica: "Sí, español, ¿pero de dónde?". Aarón se pregunta si algún día su españolidad dejará de necesitar adjetivos.
Efectivamente, desde el primer momento de la conversación queda claro que los cuatro entrevistados han sido víctimas de este racismo de baja intensidad que, según reconocen, levanta una barrera invisible que les impide sentirse plenamente integrados en nuestra sociedad.
Pero la conversación sigue, y Carina, Yessenia, Diego y Aarón, ya no hablan de microrracismos, sino de episodios de racismo grave de los que han sido víctimas.
Carina nos cuenta que en más de una ocasión, a la salida de los comercios, los guardias de seguridad le han pedido que muestre el contenido de su bolso. Que en una ocasión quiso ayudar a una señora mayor que iba muy cargada y recibió la siguiente respuesta: "Tú no me toques, tú no me toques". Y que, en otra ocasión, se cruzó por la calle con una amiga que paseaba junto a su madre. Carina les saludó, pero no recibió ningún saludo de vuelta. A los pocos días, su amiga se justificó afirmando que no se lo había devuelto porque a su madre no le gustaban los extranjeros.
Diego, por su parte, recuerda el día en que un joven neonazi comenzó a hacer saludos fascistas y a increpar a un amigo suyo peruano en el metro.
Los especialistas entrevistados para este reportaje de EL PAÍS sobre la llamada "segunda generación" asumen que, dentro de 10 o 15 años, el paisaje social y laboral en España será distinto. "Estos chicos se están formando y lo están haciendo muy bien. Y enseguida van a acceder a puestos cualificados", decía Alejandro Portes, catedrático en Sociología en la universidad de Princeton y coautor de la Investigación Longitudinal sobre la Segunda Generación en España. España también se felicita a menudo por la inexistencia de partidos políticos relevantes que centren su discurso en el rechazo al inmigrante.
Rodrigo Taramona, la persona detrás de @taramonication, la cuenta de Twitter con la que se inicia este artículo, nos lo dice sin rodeos en una conversación telefónica: "España no se da cuenta de lo racista que es. Sí, se trata de un país muy amigable, pero tiene muchos problemas a la hora integrar de verdad a los extranjeros".
"Se nos asocia con las bandas"
Luchar contra los prejuicios que se esconden detrás de los "microrracismos" no es una tarea sencilla, porque, como explican Miguel Ángel Martín Cárdaba y Gaspar Brändle en "Buscando la inclusión de las minorías en un contexto multicultural. Una revisión teórica del prejuicio y de las estrategias para reducirlo", los prejuicios pueden llegar a convertirse en una especie de cárcel. "El prejuicio y los estereotipos nos impulsan a esperar un comportamiento o un modo de ser determinado respecto a un colectivo social", escriben. Y las experiencias de Yesennia y de Carina lo confirman.
"A los latinos se nos asocia con las bandas, y eso hace que tengamos fama de conflictivos. Y si protestamos en contra de esta asociación delante de alguien, reforzamos nuestra imagen de conflictivos. Es un círculo vicioso del que nos cuesta mucho salir", nos cuenta Yessenia.
En una ocasión, poco después de su llegada a España, Carina decidió quejarse a la madre de un compañero que no dejaba de insultarla: "No se lo tomó en serio. Se limitó a decirme que eran bromas propias de esa edad", afirma.
El trabajo de Cárdaba y Brändle nos habla de "la hipótesis del contacto intergrupal", según la cual, un mayor contacto entre grupos podría ayudarnos a romper estas dinámicas.
Pero es algo que, por la experiencia de los entrevistados, tampoco hemos logrado del todo en España: "He intentado mezclar a grupos de amigos de ascendencia latina y de ascendencia española, pero no ha habido manera. No sabría explicar la causa, pero la relación entre ambos grupos no fluye con normalidad", nos comenta Yessenia.
Rodrigo y Yesennia coinciden en lo necesario de que las minorías empiecen ya mismo a ocupar posiciones más variadas dentro de la sociedad. La población extranjera en España es de 4.549.858 personas, según las últimas estadísticas del Instituto Nacional de Estadística, correspondientes al 1 de enero de 2017. Esta cifra equivale casi al 10% de nuestra población (46.528.966, también a 1 de enero). Si el porcentaje es tan elevado, ¿por qué no hay ningún cantante ecuatoriano que suene habitualmente en nuestras radios? ¿Por qué no hay ningún actor peruano que actúe en las películas aspirantes a los Goya? ¿Por qué nuestros parlamentos son tan homogéneos racialmente?
"Y no deberíamos hablar solo de las caras que vemos en televisión, sino también de las manos que escriben los guiones e incluso de quienes se sitúan detrás de la cámara", nos dice Rodrigo. "Las posiciones relevantes siempre las van a ocupar quienes decidan los que están arriba", argumenta Yessenia.
Rodrigo y Yessenia coinciden en una cosa más: lo cerca que se encuentran el racismo y el clasismo. El tema ya salió en el hilo de Twitter que publicó @taramonication:
Si el perteneciente a dicha minoría es rico recibe mucho menos racismo. El ser pobre, o simplemente en la media de capital, influye mucho.
— Bast. (@Ride_with_Stich) 7 de septiembre de 2017
Yessenia, por su parte, lo ilustra con un ejemplo aparentemente sencillo: "Si los ecuatorianos estamos mucho más presentes en la sociedad española, ¿por qué la gente sube tantas fotos a Instagram comiendo sushi y nunca sube fotos comiendo productos ecuatorianos?".
Para Rodrigo, el término "microrracismo" no es el único préstamo que la lucha antirracista debe tomar de la lucha feminista. "El feminismo ha logrado que, al señalar públicamente las conductas machistas, estas encuentren cada vez menos tolerancia social. Deberíamos seguir su ejemplo y denunciar públicamente las actitudes racistas".
Este planteamiento de Rodrigo Taramona recibe el respaldo de la psicología. La teoría de la disonancia cognitiva demuestra que, cuando los individuos son empujados a comportarse de una manera que contradice su actitud, experimentan un malestar que puede llevarles a modificar su actitud.
Aunque en apariencia sean inofensivos, las personas entrevistadas identifican enseguida los efectos negativos de los microrracismos. Por ejemplo, Carina nos cuenta que, pese a llevar ocho años en España, le cuesta sentirse como una más. "Constantemente, me hacen notar que soy diferente, que no pertenezco a este lugar".
"Yo me he encontrado a mi hermana de 11 años llorando porque le dicen cosas en el colegio", remata Yessenia.
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