“No eres tú, soy yo”.
Esa frase, que suena a cliché, funciona de manera muy literal en nuestro caso: el de las personas asexuales. No es raro que la gente -tanto los hetero como los gays y las lesbianas- se tomen personal el hecho de que no los consideres sexualmente atractivos. Es difícil hacer entender a los alosexuales (los no asexuales) que la falta de atracción sexual hacia ellos no es un rechazo por motivos personales, y que no se trata solo de ellos, sino de cualquier humano.
Cuando la gente me pregunta qué significa ser asexual respondo con la definición estándar y sin controversias: una orientación sexual que se caracteriza por la falta de atracción sexual hacia otros. Además, hago la distinción entre atracción sexual y sensual, ya que la segunda está relacionada con elementos sensoriales, como pueden ser las caricias, los masajes o la atracción por la percepción sensible de la música. En mi caso, tampoco siento atracción romántica, pero sí atracción amistosa, intelectual, sensorial y espiritual.
Me di cuenta de que era asexual cuando era adolescente, como a los 11 o 12 años. Mis amigas decían ‘es que estoy enamorada del más guapo de la clase’. ‘¿Y a ti quién te gusta?’. Aprendí rápido a esquivar, porque les costaba comprender que mi crush de la época era Nelson Mandela y que no era sexual: estaba muy interesada en su historia y en cómo terminó con el apartheid en Sudáfrica. Desde entonces me di cuenta de que, en lo sexual, yo no era igual a los demás.
En la preparatoria empezó el bullying más fuerte y el acoso: era la única que no había besado a nadie y tampoco mostraba interés en las dinámicas sexuales que empiezan en la preparatoria. Lo más suave que me decían mis compañeros, mujeres y hombres, era lesbiana. A veces, dentro de la misma escuela, se ponían de acuerdo para sujetarme y que alguno de ellos me intentara besar. Cuando dices que no sientes atracción sexual, lo que provocas es que la sociedad te quiera corregir, y eso puede llevar a situaciones terribles de abuso.
A eso se suma el problema de que la asexualidad se aborde como si fuera una condición médica. Esta confusión ha provocado que muchos asexuales caigan en ser medicados y diagnosticados por la psiquiatría por algo que sencillamente no se puede modificar.
El internet fue, de cierta forma, mi refugio y salvación. Así me encontré con AVEN (Red de Educación y Visibilización Asexual, por sus siglas en inglés), que en esa época tenía foros únicamente angloparlantes. Yo tenía el privilegio de tener acceso a internet y era bilingüe de nacimiento, pues pasé parte de mi infancia y adolescencia en Estados Unidos.
Cuando llegué a la universidad estaba muy confundida, y a raíz del abuso social ya no me identificaba como asexual. Me hice novia de un amigo gay que estaba en el proceso de salir del clóset y por un tiempo nos hicimos una especie de pantalla mutua. Cuando él salió, yo seguía muy confundida, no había información suficiente y, ante todo, sentía que era mi culpa y que yo era la que estaba mal. Fui a muchas terapias, y tuve que escuchar a muchos doctores decirme que no era posible que no sintiera atracción sexual.
A mis 26 y 27 años [hoy tengo 32] decidí que no podía seguir aceptando dinámicas que me hacían daño profundo para no provocar el enojo de una pareja o la burla de amigos. A los médicos y sus ideas absurdamente centradas en Freud ya los había mandado a la fregada. De ahí me puse a explorar y encontré que los estudios de la asexualidad en el mundo angloparlante habían avanzado mucho.
Mi salida del clóset fuerte sucedió en el programa nocturno Miembros Al Aire, con Arath de la Torre, Leonardo de Lozanne y El Burro Van Rankin. Es la aparición como asexual más grande que he tenido. [La emisión es parte de Unicable, uno de los canales por suscripción que pertenecen a la cadena Televisa].
Hablar de ello fue puramente liberador, sobre todo cuando lo hice 100% público [también en mi cuenta de Twitter]. Significó pintarle el dedo a un sistema que durante 10 años me había metido en un bucle de abuso sexual socialmente permitido porque, ‘¿cómo va a ser alguien asexual?’ ‘¿Cómo que no sientes atracción?’ Y la peor de todas: ‘Yo te voy a hacer sentirla, ya verás’. Esto a los asexuales nos llega de nuestro mismo sexo y del opuesto. Muchas lesbianas han intentado convencerme de que el sexo entre mujeres es mejor que el sexo con penetración. Para mí da igual: sencillamente no me interesa la gente sexualmente. La presión llega a ser muy molesta y con los años te confunde.
Al asumirme como asexual, le puse un alto a todo eso que me había provocado confusión y me había hecho sentir que el problema era yo. Ahora sé que el problema yace en la ignorancia, en la falta de apertura al hecho de que los asexuales existimos.
En México hay nula literatura sobre asexualidad: no se ha investigado de forma confiable. Esa fue una de las razones que me llevaron a fundar la asociación Asexualidad Mx. La otra razón es que no quiero que nadie más tenga que pasar por las situaciones de abuso que tuve que pasar yo. Tenemos una página en Facebook, un Twitter y un grupo de privado de apoyo: como si fuera un grupo de doble A, pero para asexuales y en línea. Como soy la única que sostiene económicamente a la asociación, nos hemos tardado en crecer, pero ya tenemos más de 7.000 seguidores en Facebook.
Todavía no hay muchos activistas asexuales abiertos públicamente, porque la mayoría rehuyen al grado de mofa, abuso y tabú que esto implica. En México, se pueden contar con los dedos de las dos manos. Tampoco hay suficientes profesionales de la salud actualizados ni hay redes de apoyo fuera de las que hemos ido creando algunos, sobre todo en línea. Por el mismo hecho de que los asexuales no suelen salir públicamente, es un reto crear redes de asexuales que se quieran juntar en persona.
Los obstáculos y prejuicios a los que te enfrentas como asexual no sólo vienen del machismo o de la homofobia. De hecho, el asexual se enfrenta a la normatividad hipersexuada de la sociedad occidental y eso incluye el ostracismo por parte de algunas comunidades LGBT+. El sexo es símbolo de poder, de estatus, y es un elemento que te ayuda a socializar. A los asexuales se nos oprime por no formar parte del sistema hipersexualizado.
Yo no tuve problemas con mi familia por ser asexual, al contrario: aceptan perfecto que así soy y les da gusto que yo haya decidido aceptarme y dedicarme al activismo. Pero sí hay asexuales que tienen problemas fuertes. Ahora mismo, en AsexualidadMx, estamos apoyando a una chica que está sufriendo porque es hija única y sus papás la están presionando mucho porque quieren tener nietos. Los hombres asexuales también sufren estigmas muy pesados, que van desde ser considerados “poco hombres” y ser marginados en su grupo de amigos, hasta ser blanco de sospechas por pedofilia.
Hace poco publicamos el primer texto de una serie de colaboraciones para el colectivo: El sospechoso varón asexual, escrito por Oliver Terrones. También damos asesorías personales dentro de lo posible, pero siempre con el cuidado de aclarar que somos activistas, no terapeutas, porque muchas veces los niveles de culpa y de daño psicológico son tan altos, que tenemos que redireccionar a quienes llegan a pedir ayuda. Cuando detectamos que alguien necesita ver a un terapeuta o a un sexólogo, les recomendamos personas familiarizadas con el tema. A veces hacemos dinámicas de integración online y cuando me ofrecen el espacio, doy conferencias y talleres presenciales.
Los ataques de trolls son comunes, y muchas veces llegan de miembros de la comunidad LGBT+: ‘Ni que fueran plantas’, ‘Solo se quieren sentir especiales’, ‘Son gays y lesbianas de clóset’. También nos dicen que somos mochos o frígidas o que estamos enfermos. Pero el peor ataque es la invalidación total, y ese viene de la gente que niega que la asexualidad existe o que es una orientación válida.
Con las parejas tampoco es fácil encontrar comprensión. En mi caso, durante mucho tiempo tuve que aguantarme y participar en actos sexuales aunque no lo deseaba. Ahora me he vuelto una maestra del NO, y veo muy difícil que quiera volver a tener una pareja en el sentido tradicional. Sé que no volvería a vivir con alguien y que no me casaría. El ser asexual me ha llevado a entender muy bien mis límites: saber lo que me sirve a mí y lo que me hace daño, y me ha llevado a buscar construir relaciones más sanas.
Yo no soy propensa a la atracción afectiva en pareja tanto como otras personas, pero sí hay asexuales que se casan y tienen hijos. En general, podemos decidir participar en actos sexuales por una amplia variedad de motivos: con fines reproductivos, por un acuerdo con la pareja, por mera curiosidad, por presión social, por el hartazgo ante la insistencia o, lo peor, rendirnos a pelear contra la falta de respeto al NO. Lo último cae en un área gris, pues es abuso sexual que no llega al grado de violación.
Como activista de la asexualidad, me interesa que la gente esté mejor informada, romper los tabúes, que menos asexuales sufran opresión sistémica -sobre todo abuso sexual correctivo y abuso médico- y que el público en general entienda que la asexualidad no es algo que salió de la nada. Probablemente lleva existiendo siglos, pero no se había notado porque la normatividad eran el abstencionismo y el puritanismo sexual. A raíz de la liberación sexual, surgió una sociedad diametralmente opuesta, donde el sexo parece ser una obligación. Fue entonces cuando empezamos a notar que los asexuales existimos.
Cuando se invisibiliza tu identidad, es muy posible que tengas conflictos psicológicos y depresión, porque no tienes una forma sana de nombrar lo que eres. La única forma que tienes para comprenderte de hacerlo es a partir de lo que escuchas de la gente: ‘soy raro’ o ‘soy un freak’. Por eso, lo más importante en esta etapa de AsexualidadMx es visibilizar esta orientación lo más posible e informar de forma responsable y profunda, sin estereotipos.
Texto redactado por Eugenia Coppel a partir de entrevistas con Bitty Navarro.